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Sergio Carracedo
Domingo, 12 de enero 2020
Casi 150 años han pasado desde que en 1872 concluyera la construcción de la torre de San Vicente. Todo este tiempo, unido a la fragilidad ... de la piedra elegida por su fácil labrado y a otros factores como los excrementos de las aves, la contaminación y la climatología han hecho mella en una de las más imponentes atalayas de Vitoria. El deterioro era tal que hasta el año pasado una malla de seguridad impedía que los elementos decorativos cayeran sobre los viandantes desde sus 54 metros de altura.
En unos días, el centenario campanario lucirá de nuevo en todo su esplendor. Con las obras de consolidación culminadas antes de Navidad, sólo la red de andamios impide que los vitorianos puedan disfrutar de su apariencia restaurada. Una vez se retiren, a pie de calle se podrá percibir con más claridad cada elemento arquitectónico, ya que se ha eliminado la vegetación, raíces y tierra que se habían adueñado de la parte alta de la construcción y se han desmontado seis nidos de cigüeñas. En total «se han sacado 3.000 kilos residuos», destacó Jesús Bañares, de la empresa Zapata Bio, encargada de la obra. Además, se ha realizado un repaso general para sujetar las partes que presentaban riesgo de desprendimiento, se han consolidado algunos ornamentos y se han repuesto algunas piedras desprendidas.
La «limpieza manual y rejuntado de los paños de sillería de la cúpula y los muros» harán que luzca más blanca que antes ya que «se han eliminado las manchas de humedad y contaminación», asegura Xabier Sánchez, arquitecto responsable de la dirección facultativa.
En ese lavado, los operarios han tenido «especial cuidado con las zonas deterioradas, materiales disgregados y decoraciones ornamentales». Algunos elementos, como ciertas piezas de las balaustradas del cuerpo de campanas estaban «tan estropeadas que no han podido recuperarse y han sido sustituidas por réplicas». Además, para detener el deterioro de algunos elementos se ha procedido al «sellado de fisuras con morteros y a la aplicación de lechadas de cal para fortalecer la piedra», explicó Txema Villanueva, arquitecto jefe de Patrimonio Histórico de Álava. De esta forma han conseguido «consolidar zonas arenizadas y fortalecer la piedra». También «se han repuesto varias losas en las cornisas y se han colocado vierteaguas metálicos de protección sobre los relojes y cornisas para desaguar el agua procedente de la lluvia que se filtraba. Lo más importante que se ha hecho ha sido evitar que entre agua en el interior de la cúpula», destaca Sánchez. «Del cuerpo de relojes hacia abajo la torre ya empieza a estar mejor», diagnostica.
136.000 euros han costado las obras de consolidación que han sido sufragadas al 50 % por la Diputación de Álava y el Obispado de Vitoria, gracias al convenio de colaboración suscrito.
3.000 kilos pesó todo el material de desecho retirado de la parte alta de la torre. Árboles, raíces, vegetación menor, seis nidos y tierra habían invadido la parte alta de la torre deteriorando los diferentes elementos arquitectónicos de este icono del patrimonio de Vitoria.
500 iglesias La Diócesis de Vitoria cuenta con casi 500 iglesias. En 2019 el convenio con la Diputación supuso una inversión de 150.000 euros por cada parte que sirvió para intervenir en la torre de San Vicente, la iglesia de Vírgala y las de Ribera y La Hoz, en Valderejo.
La intervención también ha supuesto la recolocación de las dovelas de los arcos de medio punto y la consolidación de la estructura de forjado del cuerpo de campanas. En lo más alto de la centinela del sur de Vitoria, una esfera y una cruz «de un peso descomunal» despuntan de la alargada silueta pétrea. «Hemos tenido que reforzarlas para que se mantengan», apunta Judit Arróniz, del departamento de obras del Obispado. «Las empujabas y se movían. Se descascarillaba el hierro. Estaba descompuesto», detalla Xabier Sánchez. Por ello añadieron un refuerzo metálico de modo que la cruz se mantiene firme sobre el pináculo de coronación. Además se ha limpiado, protegido y mejorado el acabado.
Las obras, realizadas gracias al convenio de colaboración suscrito entre la Diputación y el Obispado de Vitoria, que han aportado 136.000 euros al 50%, han consistido en «la consolidación de un monumento de primer orden, que goza de protección especial dentro del conjunto monumental del Casco Histórico de Vitoria. Pero no ha sido una restauración completa», destacó Txema Villanueva. Se atendieron «cuestiones de seguridad, como alargar la vida útil del material y eliminar las patologías que dañaban el monumento, sin entrar en temas de ornamentación».
Para posteriores actuaciones, y sin necesidad de instalar el aparatoso y caro andamiaje, se ha dispuesto una línea de escalada denominada vía ferrata. A través de ella, «con cuerdas y material de escalada, se podrá acceder a lo más alto de la cúpula para realizar el mantenimiento, limpiezas o una restauración científica definitiva. Ello facilita la conservación del monumento, el control de la nidificación y el cuidado de los relojes».
Los trabajos comenzaron en septiembre y terminaron antes de Navidad. «Ha sido un éxito conseguir acabarla en tan poco tiempo y conseguir frenar el deterioro», reconoce satisfecho Txema Villanueva. Aunque, para satisfacción la del párroco de San Vicente, Juan Carlos Pinedo, que en breve verá el campanario renovado y el acceso a su parroquia sin andamios. «Le ha restado asistencia», reconoce ante el pequeño rodeo que los feligreses debían dar para entrar a la iglesia. Sin embargo, en unos días, el particular 'sky line' de Vitoria recuperará la silueta del gran bastión del sur de la capital y el templo su habitual acceso. A falta solo de que se retire el telón que la recubre, la esbelta figura del torreón volverá a lucir renovada y poderosa.
La torre de San Vicente se encuentra en un lugar privilegiado. En lo más alto de la colina, a una cota de 541 metros, domina visualmente gran parte de la Llanada. Esa estratégica posición hizo que antes de erigirse el campanario se levantase en el lugar una torre de la telegrafía óptica. Se comunicaba visualmente con el torreón de La Puebla de Arganzón y con el de Argómaniz, a 13 y 11 kilómetros de distancia respectivamente. En ese tiempo, fue conocida como Torre de Vitoria o Torre Vieja ya que fue el único ejemplo de estación telegráfica que aprovechó un edificio anterior. El pintor Juan Ángel Sáez la inmortalizó en 1854 en un lienzo que está en el Artium bajo el título 'Entrada por el Portal del Rey'. Tras quedar en desuso se demolió y se construyó la actual torre en unas obras ejecutadas entre 1860 y 1872 y que no dejaron rastro de la que acogió el telégrafo. Por diferentes razones, en particular económicas, las obras se dilataron doce años. De estilo neobizantino, en el alzado de la torre más joven de las cuatro del Casco Viejo, intervinieron hasta tres arquitectos, Pantaleón Iradier, José Antonio de Garayzabal y Martín Saracibar.
Pero el extraordinario emplazamiento acogió, siglos antes, el que fuera Castillo de Vitoria, que vigilaba el acceso por el sur a la medieval aldea de Gasteiz. Al cerro en el que se asienta hay que sumar sus 54,2 metros de altura de su estructura, por lo que subirse a lo más alto eleva al visitante a una atalaya a 595 metros de altitud, mientras el entorno se encuentra entre 50 y 70 metros por debajo.
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