Arantxa Eiro y Mikel Balanzategi, junto a sus hijas. igor martín

«Ya es una tontería llevar la mascarilla a estas alturas»

A pocas horas de que el cubrebocas abandone los interiores, muchos dudan de dónde prescindirán de ella. Ganas hay de sobra

Martes, 19 de abril 2022, 08:30

A pocas horas de que decaiga la obligatoriedad de la mascarilla en interiores, muchos alaveses tienen dudas de hasta qué punto podrán darle feliz despedida. Lo que está claro es que las ganas de dejar de sentir el aliento en la cara son muchas. «Ya ... es hora», decía Carlos González, «ha sido una medida que ha contribuido a que haya menos contagios, pero ya es tontería a estas alturas». Incluso más de uno confiesa que el hecho de llevarla o no, ya no le inquieta. «Ahora mismo se me pasa ponérmela, se me olvida y a veces me lo tienen que recordar», reía Álex Bastida.

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En el ámbito en el que más personas se han mostrado contrarias a su uso es en los bares. «A veces entro sin ella y te mira la gente. Te sientes como un bicho raro», se queja Bastida. Una costumbre, la de entrar al local con ella y quitársela una que te sientas, que para algunos ya resulta casi cómica. «Me parecía absurdo», decía Arantxa Eiro. «Fuimos a pasar un día a nuestro pueblo y ya nadie la lleva en los bares. Fuimos los únicos en entrar con ella puesta».

Donde el cubrebocas es un complemento que cada vez es estila menos, es en la calle. «Hemos quitado miedo porque mucha gente ya lo ha pasado y solo como un catarro», detectaba Eiro. «Esto es gracias a la vacunación», aseveraba su pareja, Mikel Balanzategi. Ambos rezaban porque la suspensión de esta última restricción no venga acompañada de un repunte de contagios tras la Semana Santa.

«Ponerse la mascarilla no debe hacerse para cumplir una norma, sino por sentido común»

Eso sí, todos coinciden en que habrá que seguir echándose la mano al bolsillo para sacar la dichosa máscara en los lugares más concurridos. «Voy al Baskonia y ahí sí que me lo voy a pensar porque estamos demasiado juntos», aseguraba Bastida. «Cuando vaya a la peluquería a ver que dicen las peluqueras», dudaba Blanca Romero. Aunque, reflexionaba, «usar la mascarilla no debe hacerse para cumplir una norma sino por sentido común».

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Algunos pedían prudencia. «En los lugares donde hay mucha gente junta gritando porque la música está alta debería llevarse», pedía sin mucha esperanza Inmaculada López de Maturana. Pues a nadie escapa que en el ocio nocturno hace ya tiempo que no se ven cubrebocas. «Te la pones al entrar y salir porque no te diga nada el portero, pero luego dentro no la lleva nadie», contaba Irati Ortiz. «Ya ni siquiera los camareros», añadía.

Lo que se ha asentado en casi todos los ámbitos es dejarlo todo para última hora, o lo que es lo mismo, funcionar a golpe de BOE. A priori, todo indica que las empresas tendrán libre albedrío para decidir la continuidad de la mascarilla en sus instalaciones. No pocos alaveses ayer todavía no sabían cómo podrán ir mañana a su puesto. «Yo estoy teletrabajando porque en mi trabajo nunca se la han puesto y me daba miedo. Cuando vuelva no creo que me la ponga», confesaba resignada Arantxa Eiro.

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En otros lugares seguirán siendo estrictos. «En nuestra tienda el público es muy variado, pero también trabajas con personas mayores. Para que estén seguras, y también por respeto, creo que es conveniente que las atendamos con mascarilla», pedía Leire Fernández. Los colegios fue uno de los lugares a los que con más saña arremetió la pasada ola, por eso no pocos docentes se muestran reacios. «En mi clase no ha habido brotes, pero sí contagios puntuales. Con lo que he vivido no me parece lo más conveniente quitarse la mascarilla», señalaba Raquel Salgado.

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