Tiros de gracia y sablazos para evitarles la agonía

Las huellas que dejaron los impactos en los cráneos determinan que «ocho de los voluntarios fueron ajusticiados recibiendo un tiro de gracia en la cabeza, de atrás a delante, de derecha a izquierda y ligeramente descendente». Solo uno recibió el disparo en la cabeza de izquierda a derecha. Estas circunstancias indican que «los ejecutores debieron ser varios, quizá uno para cada miliciano capturado, y que debieron colocarse de pie detrás de los cautivos, los cuales pudieron haber permanecido arrodillados en esos dramáticos y fatídicos últimos instantes de su vida», detalla este experto.

De igual forma, el autor de la investigación destaca las heridas inciso-contusas en el cráneo y cervicales que presentaban tres de los individuos, «lesiones mortales de necesidad, quizá por estar aún moribundos –al haber sido previamente disparados en la cabeza– y para evitarles una agonía más prolongada». Tres de ellos pudieron ser «rematados en el suelo al recibir dos o tres sablazos en la cabeza, según las marcas inciso-cortantes que presentan». Uno de ellos, además, recibió un «golpe contundente con algún objeto que le hundió el hueso occipital».

Apellániz encuentra dos motivos principales para este «sumarísimo ajusticiamiento por parte de los realistas: como acto ejemplarizante que ayudara a desmotivar la movilización popular de otros leales a la Constitución en las localidades de la comarca; y por la imposibilidad logística de hacerse cargo de estos heridos, que fueron vistos como una carga en sus previsiones de marcha y acción».