La teoría de la taza y media
Mobiliario humano. Comicios autonómicos ·
Hay personas a las que no les toca la lotería, pero sí la moral y a dos manos por el empeño del bombo en volver a sentarlas ante las mesas electoralesSecciones
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Mobiliario humano. Comicios autonómicos ·
Hay personas a las que no les toca la lotería, pero sí la moral y a dos manos por el empeño del bombo en volver a sentarlas ante las mesas electoralesQuiero pensar, en el colmo de mi ingenuidad, que si el bombo ha tenido a mal la idea de que algunas personas repitamos en las mesas electorales sólo ocho meses y dos días después de plegar las últimas será porque lo hicimos muy bien aquel ... día otoñal con rostro arisco de invierno. Vamos, que al parecer bordamos nuestro papel de ciudadanos ejemplares -mujeres y hombres- en esa jornada cursimente definida como 'fiesta de la democracia'. Y siguiendo el hilo del argumento pretendo convencerme de la lógica que encierra el proceso. Si los titulares rendimos entonces a tan alto nivel, a santo de qué tirar de banquillo, deberán de presuponer en la Junta Electoral tras el sorteo entre los censados por este nuestro Ayuntamiento.
No han debido reparar las autoridades en la posibilidad de recurrir al resto de la plantilla, ni siquiera dentro de este fútbol de la 'nueva normalidad', los tiempos muertos aprovechando el bebercio y las nueces sin ruido en las gradas que permite cinco alteraciones sobre el 'once' inicial. Queda la impresión de que cierta gente aquí empadronada figura en esa extraña nómina de los trabajadores fijos-discontinuos. Que nos tienen a los de la lista en barbecho hasta que la nueva convocatoria a las urnas nos devuelve el traje contenido y serio que la ocasión requiere. No nos tocará la lotería, qué va, pero lo que es la moral…
Así que a revivir el madrugón de aquel 10 de noviembre. Qué necesidad habrá de levantarse tan pronto un domingo. Ni aquella mañana de lluvia intensa y termómetro desplomado y tampoco el 12 de julio que se avecina con, imaginamos, la meteorología estival que corresponde al verano. En fin, que recuerdo los escasísimos grados centígrados dentro del polideportivo de Ariznabarra y tirito. Y más escalofríos me invaden cuando pienso en quienes deban de tocar físicamente en este año de la pandemia 487 DNI's (dicen que esta vez bastará con verlos), abrir otras tantas papeletas desde las ocho de la tarde y rellenar actas con cifras y letras.
Y todo porque el lehendakari ha considerado más oportuno reinstaurar en julio la cita aplazada del 5 de abril por el coronavirus que altera vidas y anticipa muertes. También podía haber postergado el encuentro con las siglas hasta septiembre, pero no. Cuenta la propaganda oficial que resultará mucho más seguro cumplir con el sufragio universal de aquí a tres semanas que comprar el pan cada día. Quizá sí por las medidas higiénicas hiperactivas ese día, pero no sé yo si los miembros de las mesas comprarán ese lema. Lo siento, Bibiana Aído (exministra con ZP), pero me niego a escribir 'miembras' por muy compañeras ante las urnas que sean.
Hablando del tema, conmovedora la foto de Iñigo Urkullu y Miguel Ángel Revilla en la muga que separa geográficamente a dos territorios hermanados por el dinero. El lehendakari de todos los vascos tan proclive a allanar los intereses de la numerosa población vizcaína con residencia en Castro, Laredo o Noja que le miran con agrado. Y el presidente de Cantabria, gigante mediático en cuerpo menudo, que no veía la hora de levantar el veto para que las buenas gentes de Euskadi se dejen la tela en esas localidades costeras. Como dos capitanes de fútbol que en vez de intercambiarse banderines de sus clubes se regalan libros. Y anchoas, claro.
Miro el voluminoso folleto de 112 páginas, distribuidas a partes iguales entre euskera y castellano y la comunicación de la Junta Electoral de Zona de Vitoria-Gasteiz por la que me nombra primer vocal del primer suplente. Y rezo jaculatorias introspectivas o hacia mis adentros para que no falle la o el titular, de tal modo que ya puestos a madrugar aproveche la mañana sin abandonar el banquillo. Y ahora que caigo, acabo de tomar notas con el sencillo bolígrafo de tinta fina del 10-N, gentileza del sistema en la jornada de mi presidencia. Y veo a treinta centímetros el rotulador fosforito-limón de aquel mismo día para tachar la identidad de los votantes según metían el sobre en la urna.
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