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Txaro Arrazola, junto a una de sus maquetas tridimensionales a escala real, en las que la parte inferior de la mujer tiene forma esférica. BLANCA CASTILLO
Txaro Arrazola, redes y paisajes de miseria para retratar al planeta y los seres humanos

Telas para despertar conciencias

begiart ·

Un espacio para mostrar el trabajo de nuestros artistas silenciado por la pandemia

Sábado, 3 de julio 2021, 12:51

La cuestión no es tanto cambiar el mundo sino llamar a una reflexión sobre cómo es éste, de dónde viene y hacia dónde es empujado. Porque el arte puede –y a menudo, debe– servir para algo más que resolver una encrucijada estética o dar sentido ... a una paradoja formal. Por este motivo, asuntos como la propia emotividad, la mirada personal, las cuestiones que vienen impuestas y todo lo que está detrás de esos apriorismos asoman a las telas de Txaro Arrazola.

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Como han reflejado a lo largo de su trayectoria, diversa en fórmulas, estos tejidos pueden construir 'collages' con imágenes, pueden ser la base anclada a un bastidor para acoger la pintura o ser el punto de partida para piezas con volumen. La propia Arrazola, que trabaja en diversas obras para una muestra en el museo Artium en octubre, señala que «gran parte de las piezas hacen referencia a qué mundo hemos creado».

Y la primera persona del plural es aquí plenamente protagonista. «Se nos está yendo de las manos un mundo donde la superproducción y el superconsumo llevan a la aniquilación. Mientras, estamos anestesiados por el consumo y la publicidad.Vivimos sólo para nuestra generación, en una huida hacia adelante», concluye la artista.

La autora, en plena labor sobre un vestido de novia que esterá lleno de trozos de redes de plástico de colores. BLANCA CASTILLO

Como Arrazola no es de quedarse mirando sino más bien de despertar conciencias y consciencias aletargadas, asume una actitud activa a través del arte. Es su afán evidenciar realidades como el cambio climático, la importancia de la fauna –«sin insectos, moriríamos en diez años»– o «terribles desigualdades sociales, hasta el punto de que da miedo: es como una vuelta a los regímenes feudales».

Pero, como sucede en el conjunto de la producción artística de la autora «todo está relacionado». Y, desgraciadamente, en la realidad no es una sinergia positiva, para tomar caminos complementarios, desarrollar más vías ya iniciadas o completar un mensaje a través de matices formales y de fondo. No. En la realidad «creamos desequilibrios muy bestias» los seres que aún nos autodenominamos humanos.

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Entre las piezas en proceso hay cuadros de gran formato –con más de 2,40 metros de altura– en los que Txaro Arrazola pinta «campamentos y lugares donde viven personas, que parecen inverosímiles». Pero un área chabolista repartida a ambas riberas del cauce de una cloaca o un campamento de refugiados incendiado en El Aaiún son tristemente ciertos. De hecho, la pintora emplea abundantes fotografías periodísticas como documentación, aunque no las copia, sino que las usa como guías para crear.

La artista trabaja en una obra que sitúa las chabolas en torno a una cloaca al aire libre. Una pieza inédita de 1994, que pone a la mujer ante el tiempo de secado de una colada en forma de redes y con unas pautas de caligrafía de fondo. Un detalle de un cuadro donde Arrazola plasma la mirada de los desheredados. BLANCA CASTILLO

Esas tiendas en llamas se muestran a un espectador que, según el encuadre, estaría dentro de una de esas infraviviendas. En general, «hay un punto de vista elevado, privilegiado, desde donde lo ve el público», como una terraza de Tánger que domina una barriada. Favelas o zonas de escombros y uralitasse reflejan en blanco y negro o tonos tierra, aunque uan vista aérea de una zona de refugiados en Lesbos –aún poco más que un boceto– luce un mediterráneo azul, para subrayar esa tragedia a través de un mar que puede ser tan 'nuestro' o tan 'suyo' según nos convenga a los europeos.

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Todo esto, pintado mediante brochas y pinceles unidos a mangos de una cierta longitud, que permiten a la artista distanciarse de la tela cuando pinta. Y Arrazola reivindica el uso de los pìgmentos sobre el lienzo, ya que en la pintura «hay una energía, una rabia, una pulsión en cada gesto. «La pintura conlleva una cierta insumisión frenet a la rapidez y la velocidad de todo».

La autora también trabaja la estética de las redes, para reflejar a la mujer: no sólo hay figuras con una esfera a la altura del ombligo –con un discurso sobre la repreoducción– sino un vestido de novia lleno de redecillas de plástico de colores cosidas a la larga cola. Feminismo, humanismo, ecología... Mucha tela.

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Comisariado de Beatriz Herráez, directora del museo Artium

Beatriz Herráez.

El trabajo de Txaro Arrazola (Vitoria-Gasteiz, 1963 ) se caracteriza por el compromiso social, la crítica feminista de la representación y la investigación de metodologías colaborativas. Con esas bases, la artista ha producido desde finales de los años 80 un sólido cuerpo de obras con una mirada que invariablemente se detiene en la explotación de los seres humanos y de los recursos naturales. Una explotación de las clases trabajadoras representada tanto en las pinturas de gran formato, que ella misma denomina paisajes sociales, poblados de pobreza y destrucción, como en otras obras en diferentes formatos que se centran en la explotación de las mujeres y de sus cuerpos.

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