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Si hubiera que dibujar los límites del humor en una línea sobre una superficie, esta aparecería seguramente borrosa e inestable. A veces hasta la frivolidad y el mal gusto provocan la carcajada. Y en otras ocasiones vale con un gesto. La compañía Tartean ha reflexionado ... mucho sobre ello con 'Simplicissimus', un cabaret que se inspira en la historia de tres cómicos cuya historia está ligada al terror nazi. Fritz Grunbaum, Kurt Gerron y Werner Fink. Su dramaturgo, Patxo Telleria, comparte también escenario con Olatz Ganboa y Getari Etxegarai esta noche en el Principal (20.30 horas). Será la penúltima de las funciones de esta mini-temporada de verano en el escenario de la calle San Prudencio (entradas disponibles a 10 euros in line y 12 en taquilla). El 'cierre' hasta septiembre se producirá el sábado, con el monólogo de Rafael Álvares, El Brujo, 'La luz oscura', para el que aún hay billetes disponibles (18-20 euros)
- ¿Cómo conoce esas historias y elabora una trama teatral?
- Llegué a conocer a estos personajes de manera casual. Fue curioseando en un libro sobre el humor en tiempos difíciles y conocí biografías increíbles con historias de cantantes, artistas de cabaret que habían acabado en campos de concentración. En la mayoría de los casos siguieron haciendo cabaret en las condiciones más difíciles que se pueda pensar. A veces lo hacían voluntariamente para aliviar el dolor de los compañeros y otros, obligados por sus propios verdugos.
- De partida, esas historias llaman la atención por sí mismas, son grandes cuentos. Pero además usted y su compañía, Tartean Teatro, las integran en un cabaret.
- Sí, en otras ocasiones los empleaban por ser famosos. Imagina que te dicen que están Buenafuente y Berto Romero presos y los verdugos los utilizan. Me llamó la atención porque no estábamos haciendo ficción. El hecho de que hubiesen sido historias y vivencias reales y que hubieran pasado no hace tanto tiempo, por mucho que nos parezca, me impactó considerablemente. Además coincidía en un momento en el que había ataques a la libertad de expresión hacia cómicos, que empezaban a ser juzgados e incriminados. Todo esto lo entroncamos en un contexto de cabaret con su frivolidad y diversión. Me parecía muy sugerente como autor y un reto para crear una pieza con de teatro, una obra muy completa… Con buen humor, canciones y esa historia de drama latente. Aunque he utilizado esos personajes de la historia, respetando sus momentos más importantes de su peripecia, la obra no va sobre estos personajes. Los he utilizado para hablar del humor y las diferentes maneras que existen de hacer humor en contextos radicalmente distintos o directamente muy complicados.
censura
- ¿Cómo ha sido la recepción del público? ¿Cómo afectó la pandemia a la gira?
- Estrenamos por noviembre y la gira empezaba prácticamente en marzo, abril y mayo. Nos dio de lleno. Afortunadamente muchas de esas fechas que estaban comprometidas las hemos podido recuperar. Pero esta del Principal es la primera de 'Simplicissimus' después del confinamiento.
- Cada cierto tiempo hay un debate acerca de la comedia y sus fronteras. ¿Hay límites en el humor?
- Obviamente, hemos reflexionado mucho sobre ese concepto aparentemente tan manido pero inevitable. Yo pienso que el límite está en la sensibilidad. Simplificando la cuestión: hay dos tipos fundamentales de humor, el que se ríe del débil y el que se ríe del poderoso. En momentos más irreflexivos todos abusamos del humor 'malo', el que se ríe del débil. Y reírte de colectivos desfavorecidos, como personas con problemas físicos, es un humor que me parece ruin. Sin embargo, el que se ríe del poderoso en principio me parece un valiente. Al final, la historia demuestra que, en todo caso, si alguien acaba herido nunca es el poderoso sino el que hace humor.
la obra
- ¿Cómo está siendo el regreso a los escenarios? Hay actores que comentan de que se hace raro no ver la sonrisa del público tras la mascarilla.
- La primera actuación que tuvimos en el Arriaga hace un mes era una historia abierta de comedia. Seguramente, el efecto de la comedia se resiente más ante esa imposibilidad de ver las caras. Es más difícil que una obra de tono más trágico, en la que hay más distancia emocional. La complicidad es fundamental en una pieza de estas características y recibir las risas del público te indica que va por el buen camino. Fue curioso porque en la primera obra que hicimos sabíamos que había una buena entrada, a pesar de que el patio de butacas estaba restringido. Sin embargo, al acercarnos al escenario con el telón bajado no se oía ni una mosca. Entonces pensamos que no habían venido. Nos asomamos por una cortinilla y vimos que el público no hablaba. Siempre antes de la función se oyen risas, hablar, comentarios... En aquella primerísima vez que volvía la gente a un teatro impresionaba al propio espectador esa solemnidad. En el arranque de la función sí notamos que costaba entrar en calor. Pero al cabo de un tiempo determinado, el propio público se olvidó que llevaba las mascarillas. Me quito el sombrero ante la gente que está viniendo al teatro. Valoro mucho el esfuerzo que hacen porque la fiesta del teatro continúe.
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