Bajar la bandera se ha convertido en una especie de ruleta rusa para los taxistas de Vitoria que dan servicio a aquellos que regresan a casa tras una noche de fiesta. Históricamente en estos viajes el gremio se las ha visto de todos los colores, ... pero nada como lo que están sufriendo ahora. Aseguran que desde la pandemia la situación se ha «recrudecido». «Los compañeros están teniendo episodios violentos con algunos pasajeros, y cada vez va a más. La gente está desbocada y no podemos estar trabajando con miedo», comenta Juan Carlos Ruiz de Erenchun, presidente de Radio Taxi Vitoria. La solución, confían, podría pasar por instalar cámaras de seguridad en los coches.
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Los casos se siguen acumulando en la lista y el sector se siente indefenso, sin pruebas con las que acudir a la Policía. «Al montarse les dices que se tienen que poner la mascarilla y ya se lía. O por cualquier motivo te pegan patadas en la puerta, te hablan de forma violenta, dan golpes en los espejos... No nos podemos estar jugando el cuello. Y encima vivimos del coche, esos desperfectos los cubre el taxista», denuncia la presidenta de la Asociación Alavesa del Taxi (Alatax), Izaskun López de Sosoaga. Aunque, e incide en ello, estos grupos «no son la mayoría».
Pero eso sí, sus acciones ya están dejando consecuencias. Durante la noche son unos sesenta los taxis que recorren las calles vitorianas. Un grupo que se ha autoimpuesto una especie de 'toque de queda' después de tomar la drástica decisión de adelantar la vuelta a casa. «Si el turno de noche es de 22.00 a 6.00, hay quienes terminan a las 4.00 horas o antes. Buscan precisamente evitar estos incidentes. Prefieres perder dinero a que te dañen el coche», argumenta Ruiz de Erenchun. Cree que hace falta actuar pronto, «sino nadie va a querer trabajar de noche», advierte.
De ahí que el gremio vaya a dar en las próximas semanas un paso adelante para entablar conversaciones con el Ayuntamiento con el fin de impulsar la medida. Fuentes municipales señalan que «si lo reclaman se tratará y analizará». Actualmente ya hay vehículos que cuentan con cámaras, aunque estas son de tráfico y su fin es ser una prueba gráfica en caso de accidente. En este caso el objetivo apuntaría hacia el asiento trasero para captar cualquier actitud violenta del pasajero. «Tendría un fin disuasorio –consideran que muchos «se cortarían»–. Vas con otra seguridad porque tendría una prueba de lo que ocurra», explica López de Sosoaga.
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La ordenanza actual de taxis no contempla esta opción. El capítulo de las características de los vehículos recoge acerca de la seguridad lo siguiente: «Los vehículos podrán llevar instaladas mamparas de seguridad para proteger a la persona conductora». «Vamos a hablar con el Ayuntamiento para cambiar eso y pedir una autorización. Y junto a ello una subvención para poder hacer frente a esta instalación», adelantan desde Radio Taxi. Ciudades como Zaragoza o Barcelona ya han incorporado los equipos de vigilancia para atajar estos episodios, dos ejemplos que colocarán ahora encima de la mesa de negociación.
La venta de licencias de taxis avanza con el freno de mano puesto. Según detallan desde el gremio, actualmente hay más de una veitena de permisos aguardando un nuevo dueño. «Desde la pandemia la cosa se ha estancado. Antes se vendían bien –volaban los ocho o diez que salían– y ahora se ha parado. El 90% es por jubilación y hasta que no encuentren un relevo tienen que seguir dando servicio. Esto puede acarrear bajas laborales», advierte Juan Carlos Ruiz de Erenchun, presidente del colectivo Radio Taxi Vitoria.
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