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«¿Factura? Si quieres hazme un bizum o págame en metálico. No hay más». Es la conversación entre un periodista camuflado de cliente y un ... taxista pirata que le ha llevado a lo largo de unos tres kilómetros por Vitoria. Se anuncia en redes sociales y en chats grupales de mensajería móvil. Promete 'carreras' urbanas a seis o siete euros y una vez sobre el asfalto, todo dependerá del criterio del chófer y de la pericia para regatear del usuario. No es el único.
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Este fenómeno, muy común en grandes ciudades, es más bien reciente en nuestra capital. Se popularizó tras la pandemia. EL CORREO ha constatado un mínimo de cuatro servicios ilegales consolidados, pero podrían ser más. Tres se han especializado en rutas municipales. Un cuarto –el más veterano– suele completar viajes hasta la vecina Francia o a otros municipios españoles.
194 licencias
oficiales de taxi en Vitoria. Estos autónomos pagan impuestos por su labor.
4 taxis
ilegales operan, como mínimo, en la capital alavesa. No cotizan por su actividad.
Prometen viajes baratos «las 24 horas» del día. En horario diurno resulta sencillo 'contratar' alguno ya que suelen responder a la primera. «Te mando a mi hijo, pásanos tu ubicación por whatsapp», promete una voz masculina al otro lado del teléfono, dando a entender que regenta una pequeña flota. Estos conductores, en general, tienen otros empleos legales y se turnan para dar cobertura a las llamadas. «Mi primo también anda en esto», confiesa uno de estos chóferes.
El panorama cambia por la noche. «Mejor avísame con una hora de antelación como mínimo o por la tarde, y fijamos cuándo te recojo y dónde», solicita un taxista ilegal. A esas horas intempestivas, la tarifa mínima no baja de los quince euros.
Porque demanda tienen. «Ahorita no puedo. Estoy con un cliente. Llámame en unos quince minutos. Es un Peugeot largo», requiere un chófer. Operan, se exhiben y hablan como si poseyeran una de las 194 licencias oficiales existentes en la capital alavesa. La realidad resulta bien distinta. Funcionan sin distintivo alguno. No hay taxímetro en el interior del vehículo. Ni siquiera cuentan con un datáfono para pagar con tarjeta. Todo se hace con dinero en metálico, o como mucho a través de un bizum. «Para no dejar rastro. Estamos ante un caso claro de intrusismo laboral y de economía sumergida», advierten varios abogados consultados.
Sus coches no son ni blancos, el color uniforme de los taxis en Vitoria. Son las doce del mediodía en Salburua. Un mensaje al móvil anuncia que el vehículo demandado llegará «en unos minutos». El anuncio va acompañado de una foto del automóvil. Se trata de un viejo Citroën Xantia del año 2001. Aparece a la hora pactada. El habitáculo está bastante desgastado.
Arranque. Estos taxis piratas comienzan a proliferar después de la pandemia, aunque hay denuncias desde 2008.
Tarifas. Un viaje corto (urbano) cuesta entre 6 y 7 euros.
Al extranjero. Un taxista ilegal se ha especializado en transportar personas hasta Francia. Estos viajes de más de 100 kilómetros no bajan de 50 euros.
Parco en palabras, el joven conductor necesita introducir en el navegador la calle de destino pese a ser una céntrica calle de Vitoria, Sancho el Sabio. «Cuando llueve, como hoy, tenemos más llamadas», admite.
Los anuncios de estos servicios con apariencia legal se publicitan con regularidad en redes sociales y chats para vitorianos de origen foráneo, donde lo mismo se ofertan complementos alimenticios que menús u ortodoncias a precios muy bajos.
«En mi tierra es muy habitual que las mujeres cojamos taxis para todo, principalmente a través de Uber (una plataforma inexistente en Vitoria), pero aquí las tarifas son muy altas. Este 'servicio' se acomoda mucho mejor a nuestras necesidades», estima una clienta habitual de este servicio pirata. Sin embargo, guarda silencio cuando se le comentan las contrapartidas como la falta de licencia y la competencia desleal con los taxistas regularizados, quienes pagan impuestos y deben tener todos los papeles en regla.
Falta poco para las dos de la tarde. En otros de los números de contacto atienden con diligencia. Al poco se presenta un Hyundai Tucson. El todoterreno aparenta muy nuevo. «Lo matricularon en enero de 2025», confirman fuentes internas de la Dirección General de Tráfico (DGT). La titular es una vecina de Vitoria, pero al volante va un joven muy simpático.
Se ha presentado al servicio con un amigo, quien ocupa la plaza de copiloto. Una sillita de bebé reduce bastante el espacio en los asientos traseros. Sólo cabe una persona más. Dos parasoles de temática infantil lucen en las ventanillas traseras. El precio para el trayecto, de unos cuatro kilómetros, asciende a los diez euros tras una mala negociación del usuario.
– ¿Cuánto te suelen cobrar?
– Cerca de diez euros.
– Pues eso te voy a cobrar.
En grandes urbes nacionales como Madrid, Barcelona o Málaga y en otras extranjeras (Moscú, Belgrado, Vilnius...), los taxis piratas funcionan con normalidad y desde hace muchos años. Sólo que en esos enclaves, estos conductores ilegales se concentran en torno a aeropuertos, puertos, estaciones de tren y de autobús y discotecas de moda.
En Vitoria, por contra, esta flota sin papeles suplanta la totalidad de los servicios. Y a veces van más allá. «Por supuesto que te llevamos a cualquier sitio», reconoce uno de estos chóferes para, a continuación, añadir que «y si necesitas que te hagamos un 'porte' (mudanza) te lo hacemos».
Y a diferencia de los servicios oficiales de taxi de Vitoria, a estos no les duelen prendas en dejar tirado al cliente. «Lo siento, se me presentó un problemita. Mi hijito, tengo que ir a por él».
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