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El icónico simbolismo de las cartas del tarot siempre ha ejercido una poderosa atracción entre ilustradores y pintores. El genial Salvador Dalí realizó en la década de los setenta su propia versión de las 78 cartas de esa misteriosa baraja, una auténtica obra de arte en la que fusionó su mundo surrealista con el universo mágico de los arcanos mayores y menores. No ha sido el único. El músico King Khan, con la colaboración del cineasta Alejandro Jodorowsky y el diseñador Michael Eaton, diseñó el 'Black Tower Tarot', una reinterpretación del mazo de cartas desde su visión africana. Ahora, Amaia Arrazola acaba de unir su talento a Naipes Heraclio Fournier para alumbrar una creación artística única: un tarot feminista.
La artista vitoriana se suma así al club de más de dos mil grandes ilustradores, artistas y diseñadores, nacionales e internacionales, con los que ha colaborado la empresa alavesa en su siglo y medio de historia. Una selecta lista en la que, nada menos, sobresalen los nombres de Eduardo Chillida, Mariscal, Luis Royo, Ricardo Cavolo, Elena Odriozola, Noemí Villamuza, Maite Gurrutxaga y Yolanda Mosquera, entre muchos otros.
El 'Tarot Magic' de la ilustradora y diseñadora alavesa desprende mensajes de libertad con su característico estilo fresco, espontáneo y divertido. Para ello, se ha inspirado en los pequeños detalles que le rodean en su vida cotidiana. Las calles de Barcelona, ciudad donde reside; sus amigos, las conversaciones en el metro, las compras en el supermercado o los guiris que deambulan por la playa de la Barceloneta. Arrazola reconoce también que le encantan «la costura y el bordado, los cuentos, las cosas viejas y las raras, los ovnis, los unicornios, el yeti, el monstruo del Lago Ness, el rosa, el azul, el violeta, las constelaciones, el lado derecho de la cama, la pizza, las hamburguesas, los batidos y los koalas». Esa miscelánea de influencias y gustos está muy presente en esta baraja que, desde Naipes Heraclio Fournier, definen como «revolucionaria». De hecho, auguran que, dentro de un tiempo, su trabajo se convertirá en toda «una referencia de los tarots con visión femenina».
Su baraja, como todas las cartas del tarot, está compuesta por 22 triunfos o arcanos mayores, que representan aspectos trascendentes de la vida como el amor o la muerte. Las otras 56 cartas son los arcanos menores -divididos en los cuatro palos clásicos-, que contemplan rasgos de la personalidad como, por ejemplo, la alegría, el temperamento o la creatividad.
La artista alavesa comenzó a trabajar en su lectura de estos naipes en octubre de 2018. La muralista estudió la iconografía de tarots clásicos como el de Marsella, que edita también Heraclio Fournier, o el Tarot Español. Casi un año después, arrancó una nueva fase: empezó a generar una serie de bocetos que contrastaron algunos expertos del sector. «Esos dibujos todavía primigenios y sin color fueron poco a poco convirtiéndose en maravillosas imágenes de los tarots más clásicos modernizados con el prisma genuino de Amaia Arrazola», subrayan desde la compañía vitoriana. Tras varios meses de trabajo, la artista comenzó a colorear las ilustraciones. Para lograr el efecto deseado, empleó varias técnicas que le permiten crear su brillante y potente paleta cromática; uno de los sellos de la casa.
Arrazola reconoce que éste ha sido un proyecto «difícil de enfocar», puesto que «el listón estaba muy alto. «Conozco la casa Fournier desde pequeña y llevo viendo las barajas desde que tengo uso de razón. Además, conocía el tarot que había hecho el artista Ricardo Cavolo, y unido a que me encanta esa baraja, sus significados, su simbología... quería hacer un buen trabajo. Pero sí, he de reconocer que me imponía el proyecto. Lo enfoqué siendo honesta. Pensé 'si me han llamado es porque les gusta lo que hago'. Así que intenté no darle muchas vueltas y disfrutar de cada carta. Me compré un libro en el que se explicaba cada carta para saber un poco más de cada una de ellas, elegí una gama de colores y empecé a dibujar», rememora.
La ilustradora, que ha gozado de total libertad para dar un giro a este clásico de los naipes, ha adaptado las 78 cartas del tarot a su inconfundible estilo. «Tanto en el diseño como en la conexión con Fournier todo ha ido sobre ruedas. Aceptaron muy bien mi iconografía y no tuve que realizar ningún cambio. Mi única dificultad fue conciliar el diseño con un bebé de cinco meses. Ser madre e ilustradora autónoma es un tanto complicado. Pero eso ya es otro tema...», reconoce Arrazola.
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