El reparto de la obra de Tanttaka, con diversas generaciones de una familia. El CORREO

Tanttaka ve la familia con ojos de «Chéjov contemporáneo»

El Teatro Principal acoge desde mañana las versiones en euskera y castellano de 'Mi hijo solo camina un poco más lento', con 10 actores

Martes, 22 de marzo 2022, 00:26

La familia, el paso del tiempo, los sueños rotos o el amor incipiente entre los jóvenes son algunos de los asuntos que aborda 'Mi hijo solo camina un poco más lento'. La pieza teatral llega de la mano de Tanttaka al Teatro Principal con funciones ... en euskera (mañana, 'Semea pixka bat motelago dabil soilik') y en castellano (jueves 24), a las 19.30 horas.

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Como explica el director Fernando Bernués, la obra mira a «los entresijos de una familia, presidida por la dificultad por la enfermedad de un hijo que cumple 25 años, ha perdido movilidad y está en silla de ruedas». Y es en torno a ese aniversario donde se retrata a un grupo en el que la abuela sufre un principio de alzheimer, en contraste con la ilusión por la vida de los más jóvenes. Y hay una «mirada introspectiva» que lleva a Bernués a calificar la pieza de «Chéjov contemporáneo».

De hecho, tanto el director como la actriz Mireia Gabilondo recuerdan que el texto del croata Ivor Martinić les conquistó y hasta les inquietó al ver la obra durante una gira por Uruguay y Argentina. Y seis años más tarde la propuesta está en marcha aquí, con una decena de intérpretes –al otro lado del charco, había un actor más, que hacía acotaciones, según aclaró Bernués– y una puesta en escena original.

Carga cotidiana y poética

En una casa dibujada en plano horizontal, y con algunos enseres para distinguir estancias, conforman la familia Miren Arrieta, Ane Gabarain / Klara Badiola, Asier Hernández, Ander Iruretagoiena, Xabi 'Jabato' López, María Redondo, Martxelo Rubio, José Ramón Soroiz, Dorleta Urretabizkaia y Mireia Gabilondo, que encarna a la madre, Mía, uno de los pivotes humanos de la obra, que califica de «intensa y bella». Se trata de una propuesta «con carga cotidiana y a la vez muy poética», que ha contado con el apoyo de los tres grandes teatros de las capitales vascas.

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En la pieza, donde las mujeres mantienen el pulso del día a día, los hombres aparecen como «disidentes que siempre tienen que irse a algún sitio». Y, al final, «una escena muy esperanzadora» lleva a Gabilondo a recordar que «la vida hay que vivirla, aunque cueste».

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