Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Daniel Ollora se delata con su camiseta de manga corta la tarde de la cita reposada con este periódico. A trece días de su alternativa en la plaza manchega de Pedro Muñoz luce en medio del pecho, negro sobre gris según el argot taurino, ... la figura longitudinal e icónica de Manolete. Este es el hijo de doña Angustias, el novio de la mexicana Lupe, el hombre al que se le atribuyen asesinatos de novillos y que cuando se siente acosado pregunta si acaso ha matado al diestro enjuto o a Kennedy. El embroque entre el entonces aún novillero y el redactor se produce en un bar del Pasaje de las Antillas. Vitoriano del barrio de El Pilar es El Dani.
–37 años de edad. Tarde parece para que un matador le ceda los trastos.
–Es que he tenido una vida un poco…
Y empieza a relatarla. Desde luego da para un serial vespertino de esos que enganchan temporadas sin fin. Cuando apenas levantaba unos palmos se quedó prendido de admiración ante la cabeza vendada de Espartaco que ofrecía el televisor. Y cayó en la cuenta, tan pronto incluso, de que él quería estar al otro lado de la pantalla. Ya con once añitos, un crío todavía, acudió a la finca de Retana que mantenía El Serranillo, «un romántico que amaba a Vitoria y a su afición». A ese enclave cercano sigue acudiendo el hombre a quien ayer licenció Canales Rivera ante la presencia de Julio Benítez para pasaportar los ejemplares de Soto de la Fuente, procedencia Juan Pedro Domecq.
Trotamundos
Si el gusano ya se le removía en las entrañas pronto terminó de morderlo. Ocurrió cuando se puso delante de la primera becerra y comprobó cuánto se dispara la adrenalina entre la teoría y la realidad. «Para qué quieres más. El toreo de salón es muy despacito y yo decía 'pero si esto que viene es un rayo'». Luego el miedo, durante un par de años, le tomó por los alamares. «¿Sabes qué es llorar de rabia por querer y no poder?». Pero aún salió airoso de ese lance anímico para nutrir de nuevo su pasión, antes de que lo peor anduviera al acecho.
Ya de adolescente –cuántas existencias en una, ¿verdad?– recorrió la geografía occidental y nunca mejor dicho porque tiró mucho del coche de San Fernando y de otros conductores conmovidos por la estampa de unos chavales a la búsqueda incierta de El Dorado. «Me fui de Tapia (Burgos) a Salamanca», narra quien compartió entrenamientos levantinos posteriores con el difunto Iván Fandiño. «Dormíamos en la calle, en un pajar… A mi padre le comenté que me iba a ir y que prefería decírselo porque me escaparía de cualquier modo con la promesa de llamarles todos los días». Recuerda que el maestro El Viti les invitó en un bar perdido de aquellas tierras recias y de que en la Fuente de San Esteban les regalaban los pinchos que no habían tenido salida.
–Difunde usted calma, serenidad, reflexión…
–Aquella vida me hizo madurar mucho. Hambre, autostop, kilómetros andando. Muchas horas pensando.
Y las que les quedaban amargamente por meditar. Aunque aún queda un inciso de esperanza antes del pozo psicológico. Debutó como novillero sin picadores a los dieciséis años y tres más tarde lo hizo con los jinetes del castoreño en el ruedo. Aquella tarde cortó dos orejas a reses de Cebada Gago y, como tantos otros tocados por la varita de la falta de padrinos y del desamparo, se curtió a lo bestia. En el valle del Tiétar, también llamado del Terror, donde salen por la puerta de toriles animales duros y enormes que exigen hasta el pasaporte ante un público sin piedad. Ya atisbaba la alternativa El Dani cuando la salud se le quebró y la enfermedad le clavó banderillas en el alma.
«En agosto de 2003 me empecé a sentir mal, muy raro. Fiebres de 39,5, los ganglios inflamados, dioptrías… Dos años jodidos. Yo preguntaba a los médicos qué tenía, que me dijeran si era un cáncer, pero qué era. Y me hundí en una depresión de caballo. Rezaba por las noches para no despertarme por las mañanas». Se resignó a dar la espalda a la fiesta. Ejerció de entrenador personal, siete años de escolta privado con políticos, adiestrador canino… «Pero es difícil concebir la vida sin el toro».
Su visión de la fiesta
Y volvió a ver pitones de cerca. Y a sentirse a gusto ante la cara de un bravo. Se imaginaba de vuelta a las plazas para interpretar el toreo tal como lo concibe. «Con el corazón», «de pellizco», «clásico». De José Ignacio Ramos, el burgalés afincado en la capital alavesa a quien 'El Serranillo' crió hasta convertirlo en diestro, alquilaría El Dani para siempre su espada de cañón, aquella manera de crujirlos por arriba que le procuró cartel en Las Ventas y el sur de Francia. Pero ahí va la lista de preferencias con «el maestro Ponce» abriendo su particular paseíllo: Manzanares, Morante, Curro Díaz, Finito de Córdoba, Joselito, Rafael de Paula, Antoñete…
Ayer se vistió de purísima y oro para la alternativa con una mezcla de tristeza y satisfacción. Al lotero que regenta La Oca le hubiera gustado doctorarse en el Iradier Arena el día de la patrona. «Para mí es muy significativa la fecha, tan cercana a la Virgen Blanca».
–¿Cómo lleva esta Vitoria sin feria?
–Me parece un insulto a la afición y una falta de libertad. El Ayuntamiento no prohíbe los toros, pero saca un pliego inviable. Y te sientes huérfano.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.