Más sombras que luces en una economía que se ralentiza
Diagnóstico en Álava ·
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Diagnóstico en Álava ·
Empresarios y directivos hacen sus propuestas para combatir un escenario lleno de incertidumbres que está frenando inversionesEl viento sopla de cara para el tejido económico del territorio. Álava es la provincia con un mayor peso de la industria en su Producto Interior Bruto, un 33%, y el encarecimiento de los precios de la energía, la crisis de suministros o el aumento ... de los costes en algunas materias primas han creado una especie de tormenta perfecta. «No sabemos cuándo amainará ni conocemos hasta dónde llegará su impacto», coinciden algunos de los destacados líderes empresariales alaveses consultados por EL CORREO.
Todos ellos forman parte del pleno de la Cámara de Comercio o de la junta rectora de la patronal SEA, dos de los principales foros económicos del territorio y que han abordado recientemente este momento de «máxima incertidumbre» para la economía local. Con la tasa de paro un punto por encima de la media vasca (11,7% frente a 10,7%) y las exportaciones creciendo pero a un ritmo más bajo que el conjunto de Euskadi (18,5% frente a 27%), las empresas alavesas reclaman de las instituciones ayudas específicas para evitar que las consecuencias de la pandemia -aún siguen presentes en muchos sectores- y de la guerra de Ucrania deriven en cierres o demoren la recuperación mucho más allá del año 2023.
Porque este 2022 «no será el de la salida del túnel», aseguran estos directivos, que ven peligrar las cuentas de resultados de las empresas porque «a pesar de que hay trabajo, los márgenes de beneficios apenas existen. Si no somos competitivos, no vendemos. Mientras que si no aumentamos los precios, entramos en pérdidas». Y con la inflación disparada, «no pueden subirse los sueldos en la misma proporción que crecen los precios», como reclaman los sindicatos, con lo que puede incrementarse la conflictividad social en la negociación de convenios «y no es el momento más adecuado».
La recuperación de la producción en las factorías de Mercedes y Michelin, las dos grandes locomotoras económicas de Euskadi, representa un alivio, aunque también en estas plantas el futuro a corto y medio plazo se divisa con incertidumbre.
Desde el inicio del año, SEA ha manifestado su preocupación por un escenario que, pese a las optimistas previsiones que se manejaban, no ha dejado de estar protagonizado por obstáculos determinantes en el crecimiento de nuestra economía. Los efectos de la pandemia han seguido patentes en estos meses provocando unos índices de absentismo desconocidos hasta la fecha. Una situación a la que se han sumado los problemas en los mercados de los componentes, materias primas, costes de energía y de combustibles, un cúmulo de elementos que afecta de forma gravísima a los márgenes empresariales. El resultado es altamente preocupante, sobre todo, para un territorio donde la industria representa un 33% del PIB, ya que son estas empresas las más afectadas por la situación actual. Como ejemplo, nuestro último Observatorio constató que una tercera parte de las empresas se verá abocada al cierre en caso de que se mantenga esta tormenta perfecta. La salida a corto y medio plazo pasa por activar medidas desde las instituciones como un plan específico de ayudas a las empresas con relaciones comerciales directas con Ucrania y/o Rusia, apoyo institucional en la búsqueda de proveedores alternativos ante la ausencia de materias primas procedentes de la zona en conflicto, reducción inmediata de la fiscalidad aplicada a los carburantes, energía eléctrica y gas, o el establecimiento de nuevas líneas de financiación, así como el aumento de los plazos y carencias de los préstamos covid tanto de ICO como de Elkargi.
En las últimas décadas se ha abrazado un modelo en el que economías avanzadas como la nuestra conservaban los procesos de alto valor añadido mientras que países en vías de desarrollo asumían las fases primarias. Este modelo, que ha permitido crecimiento y bienestar durante décadas, está basado en una amplia interconexión del comercio mundial. Los acontecimientos recientes, la pandemia, la crisis de suministros, el colapso logístico y ahora la guerra han comprometido esa interconexión evidenciando los límites del modelo. La economía alavesa por su fuerte peso industrial está sufriendo en mayor medida que otras el impacto de esta crisis. El aumento del coste de los suministros y de la logística encarece los productos y sobre todo compromete la competitividad de nuestras empresas. No podemos olvidar que el 60% de la producción de las compañías de Álava se vende en mercados internacionales. Son la verdadera base del nivel de bienestar del que gozamos en el territorio, compiten no solo con países de nuestro entorno que pueden atravesar una situación similar sino también con economías que, en estos momentos, encuentran un acceso más favorable a esos recursos. La reversión de esa situación requiere decisiones a corto y largo plazo. Junto a las medidas que ya se están tomando para paliar los efectos inmediatos de la crisis, es necesaria una revisión real del modelo de generación de energía que abogue por una mayor autogeneración y un avance en modelos de economía circular.
Con todas las precauciones posibles, ya que el escenario es absolutamente cambiante tal y como estamos viendo en los últimos meses, sí podemos afirmar que, conforme estimábamos, se está recuperando poco a poco el tráfico de los aviones de pasillo único, pero no el de los grandes vuelos intercontinentales que tardarán mucho más en volver a valores prepandemia. En el caso concreto de Aernnova recientemente hemos adquirido los centros de excelencia de Embraer en Portugal. La operación incluye la carga de trabajo de los programas que se hacen y se fabrican allí. Este acuerdo está en línea con la estrategia de crecimiento que Aernnova aprobó en su Plan Estratégico y refuerza nuestra posición como proveedor de primer nivel para aviones de un solo pasillo a la vez que mejora, de manera sustancial, nuestra presencia en los mercados aeroespaciales ejecutivo y de defensa. El hecho de que estas empresas sean los mayores centros de producción de Aernnova permitirá la firma de nuevos contratos, tanto con Embraer como con otros fabricantes. Una de nuestras principales preocupaciones es la situación de tensión y 'extra costes' de la cadena de suministro y otros derivados de la guerra de Ucrania, así como el incremento de los costes laborales con la consiguiente pérdida de competitividad frente a otros competidores mundiales.
La situación del sector comercial y de servicios alavés es cuando menos preocupante. Aunque es muy heterogéneo y la situación derivada de la crisis entre Rusia y Ucrania afecta de forma desigual a los distintos subsectores, con carácter general se puede decir que se preveía que éste fuera el año de la recuperación y finalmente no va a ser así. 2022 había arrancado con un cierto optimismo en subsectores como el de equipamiento de la persona que venía sufriendo un parón importante en sus ventas como consecuencia de la pandemia. Pero el incremento de precios de la energía, la incertidumbre derivada de la guerra o el aumento de costes en las materias primas han paralizado la actividad. Y en subsectores como el del hogar se han generado graves problemas en la cadena de suministros que, pese a contar con pedidos, causan retrasos en la entrega de materiales y, lo más grave, incrementos en el precio que se comen el margen de las ventas realizadas ya que los proveedores no están respetando los presupuestos. Por otra parte, los comercios de alimentación están repercutiendo el incremento de precios de las materias primas en la medida que pueden hacerlo, aunque reduciendo sus márgenes, y la hostelería y los sectores ligados al ocio de momento se benefician de un cierto repunte aunque no se aprecia excesiva alegría en la forma de consumo. A esta situación se añade las dificultad a la hora de negociar los convenios laborales en un momento en el que el incremento de precios está en máximos históricos.
La guerra tiene muchas caras. Es militar ahora en Ucrania, también sanitaria contra el covid y económica con la crisis financiera. Pero siempre se caracteriza por un clima de incertidumbre que se traduce en una gran inestabilidad y volatilidad de los mercados financieros y en un aumento ineludible de las tendencias inflacionistas. En este escenario nos encontramos, agravado por el aumento del precio de las materias primas y la escasez en el suministro de componentes. Esto puede pesar sobre las decisiones de inversión de las empresas, cuya situación financiera puede también degradarse si los costes de producción siguen aumentando. Las previsiones están rodeadas de una fuerte incertidumbre, los riesgos para el crecimiento son significativos y además con tendencia a la baja. Pero todavía estamos en una senda de crecimiento, aunque por debajo de las previsiones, y el mercado de trabajo sorprende de manera favorable con la tasa de paro a niveles de 2008. Las empresas, gracias a las medidas tomadas para paliar los efectos de la paralización de la actividad producidas por la pandemia -créditos ICO y ayudas del Gobierno vasco-Elkargi-, mantienen una situación relativamente saneada de liquidez. Sin embargo, se está produciendo en algunos sectores una ralentización de la actividad, fruto principalmente de la guerra, que pueden poner en peligro su futuro. Una evaluación del rendimiento de las políticas públicas comprometidas y un análisis de la estrategia industrial son indispensables.
Tengo un sentimiento contradictorio sobre la situación de nuestra economía. La demanda nacional e internacional es fuerte, cerca de niveles récord, y hay carteras de pedidos muy sólidas. Pero también existe una fundada preocupación por la incertidumbre generada en las últimas semanas derivadas de la guerra en Ucrania, la inflación desbocada en todo el mundo, los cuellos de botella logísticos y la tensión que puede generar en las cadenas de suministro globales los confinamientos en China por su política de 'zero-covid'. Las empresas alavesas tenemos sobre todo tres preocupaciones. La primera y más importante es tomar las medidas adecuadas para que las dificultades de suministro no afecten a nuestra capacidad para abastecer productos y servicios a los clientes. La segunda es cómo repercutir en los precios de venta los incrementos de costes generalizados en materias primas, energía, transporte... Y la tercera preocupación tiene que ver con las decisiones que vayan tomando los bancos centrales para controlar la inflación. Si se suben los tipos de interés de forma brusca, el riesgo de recesión es elevado y supondrá un lastre considerable para las empresas más apalancadas. A corto plazo el horizonte es incierto. Pero a medio, probablemente para 2023, las principales causas de la inestabilidad como son la guerra de Ucrania, la ola de ómicron en China y los cuellos de botella logísticos deberían estar solucionados o encauzados. Y el próximo año podría ser razonablemente bueno.
Las empresas alavesas están viviendo momentos muy complicados. Sin haber casi finalizado de pasar una pandemia, nos encontramos con que los costes de muchas de las materias primas se han multiplicado por tres y la energía todavía está llegando más lejos, hasta cuatro veces. Además, los transportes están lejos de normalizarse con lo que los materiales llegan tarde y el envío de los pedidos se retrasa. En el caso concreto de las bodegas, a los precios de las materias primas se une la falta de suministro en muchos casos. Hay numerosas bodegas en Rioja Alavesa que están sin botellas, que son imprescindibles para poder comercializar nuestros vinos. Además, muchas otras encuentran que sus mercados tanto de Rusia como de Ucrania se encuentran paralizados. En cuanto a la comercialización, sí que ha subido respecto al año pasado, aunque las cifras del último mes muestran una ralentización y el stock de vino que tenemos en la Denominación de Origen Calificada (DOC) Rioja sigue siendo muy alto. La situación es preocupante y el futuro muy incierto con la exagerada escalada de precios de las materias auxiliares y los serios problemas de abastecimiento.
Es muy posible que estemos en uno de los mejores lugares del mundo para afrontar todo lo que estos últimos años nos ha pasado. Crisis económica brutal, pandemia mundial y ahora una invasión agresiva en Europa que hace escuchar los desgarros de la guerra muy cerca y nos afecta directamente en el bolsillo y en la industria y el empleo. Y afirmo que es muy posible que estemos en uno de los mejores lugares del mundo para sufrir estos negativos acontecimientos ya que tenemos un sistema público de altísimo nivel, una calidad de vida envidiable, un estilo de sociedad basado en las relaciones humanas de proximidad, familiares y amigos, y un entorno de los más activos del planeta, que ayuda, cobija y amortigua las situaciones delicadas que nos toca vivir. Aspectos que en pocos lugares se encuentran y superan. Es cierto que cuando se generaliza pecamos de olvidar a aquellas personas que tienen peor suerte y en ellas se centra la mayoría de los humildes esfuerzos que hacemos en Fundación Vital Fundazioa. Tengo la sensación de que este alto nivel de bienestar que tenemos en Araba nos ha hecho seres más quejosos, más individualistas, más inhumanos; en definitiva, más de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Esto no significa que debamos conformarnos con lo que tenemos; hay que seguir creciendo como sociedad, pero no solo mirando nuestro propio interés sino también al conjunto, aportando positivismo y dando lo mejor de nosotros. Así afrontaremos las crisis que están por llegar con muchísimas más posibilidades de éxito.
Nos encontramos ante una situación económica complicada porque no habíamos conocido hasta la fecha una conjunción de tantas causas adversas que nos llevan a una situación de incertidumbre. Cuando pensábamos que estábamos dejando atrás la pandemia, han aparecido otras situaciones como la invasión de Rusia a Ucrania con sus consecuencias como la reducción de importación de gas que hace que los precios aumenten de forma notable, sobre todo los energéticos pero también todos aquellos productos cuya fabricación esté influenciada por esos costes. Todo ello nos conduce a unos tipos de inflación no conocidos desde hace mucho tiempo. Como medida para poder controlarla, nos lleva a una subida del coste del dinero que también contribuirá de forma negativa en la financiación de empresas y particulares. Hay compañías que no pueden ejecutar los pedidos que tienen en cartera porque su coste es superior al precio al que lo pueden vender o, peor aún, al que vendieron hace unos meses en unas circunstancias en las que eran mucho más bajos. Por poner un ejemplo, en un sector como la construcción, en la que su producto es de maduración larga, los contratos firmados hace meses, si no se revisan, difícilmente podrán ejecutarse. Tendremos que pensar qué hacer. Y a mi modo de ver es imprescindible acordar un pacto de rentas, porque si no es así podemos llegar a una conflictividad social que empeore la situación de las empresas y su competitividad.
El escenario económico actual no tiene precedentes próximos y por ello su gestión es más difícil porque no contamos con referentes. Ni en las universidades enseñan a gestionar una pandemia mundial, seguida por una subida de los precios de la energía que deriva en un alza de los costes de las materias primas y que se remata con una guerra. Si analizamos de forma simplista la situación, la solución sería fácil: a mayores costes, mayor precio de venta del vino y arreglado. Pero no es tan sencillo. Debemos mirar de forma amplia y no solo centrarnos en nuestro sector o nuestra empresa. Todos estamos pagando más en cuestiones básicas como la luz, la cesta de la compra... O en adquirir botellas en el caso de las bodegas. Pero ya veíamos el futuro con mucho pesimismo en marzo de 2020 y sin embargo aquí estamos. Ahora bien, mi opinión es que en el corto plazo esta situación va a persistir y vamos a seguir sintiendo una recesión, aunque la recuperación será rápida. Porque cuando la demanda se retraiga más, no vamos a necesitar tanta materia prima, tanta energía… y los costes se regularizarán. Ahora hay que adoptar una posición moderada, no subir los precios de forma drástica ya que si vendemos más caro el consumo se retrae. Así que la solución pasa por ser positivos y dedicar más tiempo a la planificación, pensar más en nuestro cliente y lo que necesita, estar atentos a los recursos que tenemos y cómo los utilizamos, especializarnos y ser más profesionales.
Llevamos ya mucho tiempo analizando todos esta situación y escuchando a expertos las posibles soluciones, pero creo que ha llegado el momento de tener una luz, aunque sea de una vela, para saber por dónde caminar. Y alguien nos la tiene que encender, no sé si economistas, si políticos, si... Porque todos tenemos claro dónde estamos, conocemos cómo se ha llegado hasta aquí pero no sabemos qué puede venir. Y así es muy difícil que las empresas comprometamos inversiones económicas, con una incertidumbre tan grande. Porque seguro que hay proyectos nuevos e interesantes pero cuesta arrancar si desconoces cuál puede ser su rentabilidad. Hay sectores como la hostelería y el turismo que empiezan a remontar y que poco a poco van caminando, después de ser también los primeros en caer y los más castigados. Otros como el transporte y la logística que han sufrido mucho con las huelgas y la subida de los precios de los carburantes y que también comienzan a mejorar su situación. Pero dicho esto, todas las empresas seguimos pendientes de saber si las materias primas o la energía van a seguir subiendo sus precios, si el incremento de la inflación es transitorio o se va a prolongar en el tiempo... Existen muchas incertidumbres y es lo peor para la economía.
El impacto de la crisis logística, energética y de materias primas está afectando gravemente a nuestro sector, la industria auxiliar del vino. En relación a las dificultades de suministro de materias primas, el problema es relevante por la escalada de precios de metales como el estaño y especialmente crítico en el caso del aluminio. Considerando que los dos grandes proveedores están ubicados en China y Rusia, a la repercusión por los costes se suma la restricción del suministro, por cuestiones medioambientales o por la guerra de Ucrania. Respecto a la logística, los plazos de entrega de materiales están aumentando de forma insostenible con un gran impacto en las exportaciones. Y para crear la tormenta perfecta, la subida de los costes energéticos nos lleva a sistemáticamente indexar los precios en el mercado. Precisamente, en relación al mercado, a medio plazo también debemos prepararnos ante una escenario de pérdida de poder adquisitivo que impactará en el consumo. Según los datos del primer trimestre, la desaceleración ya es evidente, aunque aún enmascarada por la liberación de medidas covid. Y el futuro no es muy optimista. La subida de tipos de interés y la enorme presión fiscal con el incremento de impuestos va a poner en jaque al consumo y la demanda.
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