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Desmontaje del retablo de Ribera de Valderejo. S. A.
Patrimonio, retablos y excursiones

Patrimonio, retablos y excursiones

El Sfumato ·

Las 'perspectivas' son importantes, como las interpretaciones. Las experiencias de visión, asimismo, personales, como el patio particular de cada casa

Domingo, 16 de octubre 2022, 03:02

Cuando Fernando de Amárica apostó por labrarse una firma respetada y valorada en los albores del XX, empezó naturalmente por el principio: lo intentó en París. Pero allí encontró muy pronto voces discordantes que le aconsejaban dejara de pintar tantas iglesias si acaso pretendía ser alguien algún día. Ya se estaba gestando ese espíritu de neutralidad por parte del Estado francés en cuestiones religiosas. Francia se postulaba definitivamente laica en 1905: el Estado por un lado, la religión, o mejor dicho, las religiones, por otro camino. Sin mezclas ni mestizajes.

Pero Amárica no pintaba iglesias; pintaba otra cosa: paisajes. Plasmaba panorámicas de villas y pueblos, horizontes despejados de los que emergían arquitecturas de iglesias y templos parroquiales como elementos distintivos del entorno. Las 'perspectivas' son importantes, como las interpretaciones. Las experiencias de visión, asimismo, personales, como el patio particular de cada casa.

Si en los paisajes rurales de lo más identificable son sus construcciones religiosas, la finalidad de los retablos es la misma o parecida: potenciar y destacar las imágenes que se exhiben. Para sus funciones de culto y devoción, de respeto teológico y doctrinal más profundamente, o también si así se desea en estos tiempos tan actuales para el disfrute cultural, artístico y estético. Unas cosas no están reñidas con otras. Aquí, creyentes o no, laicos o legos, la permeabilización y el hecho de compartir experiencias –por lo tanto, conjuntamente–, más que nunca, es lo deseable.

En estas últimas semanas, dos retablos, cada uno con su idiosincrasia, han recuperado merecida actualidad. El retablo renacentista de mediados del XVI procedente de la iglesia de San Esteban del desaparecido pueblo de Ribera de Valderejo y reubicado desde 1954 en la antigua capilla de los Augustín-Zulueta en el Museo de Bellas Artes hasta su reciente desmontaje y traslado al Seminario Diocesano en el mes de julio. Por otro, el retablo estelar de época barroca, del primer tercio del XVII, de la iglesia de San Miguel. Trazas de una pieza artística salidas del ingenio de Gregorio Fernández, el más destacado escultor contrarreformista por cualidades e influencias desarrolladas desde la escuela castellana. Ya restaurado, aseado y puesto a punto este retablo vitoriano también desde últimos de julio.

Dos retablos, herencias del pasado con imágenes de una iconografía cristiana y católica, o sea apostólica y romana, frente a otras corrientes cristianas no tan así, tan magnánimas en derroches visuales objeto de la piedad popular -hoy también en su ortodoxia- que nos cuentan episodios y pormenores narrativos de las Sagradas Escrituras. Verdades de la Fe que alcanzan dimensiones distintas de la misma realidad según cada persona.

Como esas exitosas salidas de Ermitaraba de la Asociación Cultural Raíces de Europa, excursiones que son cónclave abierto a todas las ideas y experiencias que saben introducir la luz y transformar la visión de los espacios religiosos según cada sitio y ocasión. Mucho más allá, incluso, del turismo religioso propiamente dicho. Todo vale, todo suma.

Pero mejor multiplicarse como los panes y los peces. Como constatación de la existencia de una especie de coherencia natural, compendio y feliz comunión de una armoniosa afinidad –así lo sostenía el todavía recordado por algunos de nosotros el padre Juan Plazaola Artola- entre la Iglesia Cristiana y el Arte.

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