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Tras una «buena» campaña, en las instalaciones de Garlan se trabaja a destajo para dar salida a los cientos de toneladas de cereal que, día tras día, pasan por la sede de la cooperativa en Ilarraza. En medio de este trajín de coches y maquinaria, ... su director gerente, Andrés García, analiza los problemas de un agro, el alavés, que cree que se han dictado normas «sin conocer» la realidad del sector primario.
- ¿Cómo ha ido la cosecha del cereal este año?
- Ha sido una buena cosecha. Tampoco histórica como en algunas zonas de Navarra, pero buena. Veníamos de dos cosechas francamente malas. Sobre todo, la de 2023, que fue la peor de este siglo. Esta recolecta está ya al 100%, apenas queda algún remate.
- La cosecha ha sido buena, pero ¿se va a pagar igual de bien?
- A nivel de producción estamos satisfechos. Pero a nivel de mercado, de precios, vivimos una situación diferente. Desde noviembre de 2022 los precios no han hecho más que bajar. En los de cereales, de media, ha habido una caída en torno al 40%; entre un 35% y un 45%.
- El cereal alavés perdió el año pasado 3.500 hectáreas de cultivos. ¿Ese cambio responde a unas circunstancias concretas o es algo estructural?
- Tanto en 2022 como en 2023 ha habido una cuestión que ha tenido mucha influencia, que es el tema de los costes. Especialmente los de los fertilizantes. Un cultivo de cereal exige bastante más que uno de habas o de guisantes. Álava, más que especular, ha crecido en cultivos como el girasol, que necesita una fertilización mucho menor. Incluso puede cultivarse, en algunos casos, sin recurrir a la fertilización. Aún así está claro que las superficies de colza y de girasol cada vez vas tomando más relevancia en comarcas donde eran menos habituales, como la Llanada.
- O sea, que lo de ver campos amarillos ya va a ser costumbre en el territorio.
- Sí, en dos fases de cultivo. Por un lado, con la colza, que se siembra ahora en agosto y la veremos en flor en abril. Por otro, con el girasol, se suele sembrar en mayo y ahora es su periodo de floración.
- Llevamos meses viendo tractoradas por el centro de Vitoria. ¿Qué está pasando en el agro?
- Hemos visto que podemos producir energía de una u otra manera. Al final, si tenemos algo claro es que tenemos que comer todos los días. La alimentación es algo fundamental. Tenemos que tener una estrategia agroalimentaria. Y la sensación que tiene el sector es que no hay estrategia: se externaliza la producción y la rígida normativa ya se ha convertido en uno de los principales problemas.
- Explíquese.
- No es que el sector no quiera ser sostenible. Ni mucho menos: o somos sostenibles o no somos. Pero hay que tener más criterio técnico para aplicar una normativa más sostenible. Uno de los grandes problemas que vivimos es de disociación entre el ámbito urbano y el rural. La gente que vive en las ciudades tiene que conocer la realidad del sector.
- ¿Siente que las normas agrícolas se han dictado desde la ciudad, sin el sector primario?
- Probablemente sí. En muchos casos la gente que decide esa normativa no conoce fehacientemente la realidad del sector. Eso es responsabilidad nuestra, porque no hemos trasladado a gente del sector para participar en esas decisiones.
- Dice que cree que no hay estrategia. ¿Opina que Euskadi carece de ella?
- Podemos decir que no hay estrategia de forma global. Entendemos que ese plan tiene que estar basado en la autosuficiencia. Tenemos que garantizar el autoabastecimiento y ya no hablamos de Euskadi ni de España, sino a nivel europeo.
- Pero quienes abonan las ayudas son las instituciones vascas.
- Pero todas las ayudas son europeas. De forma general las ayudas vienen de Bruselas y la estrategia, claramente, la está fijando la Unión Europea.
- ¿Entonces por qué protestan frente a la Diputación y en Lakua pero no en Bruselas?
- Bueno, la normativa es europea pero al final quien la tiene que aplicar es el Gobierno vasco y la Diputación. Es normal que los agricultores y los ganaderos protesten en el sitio más cercano, en el agente más directo que tienen.
- ¿Pero qué problemas les generan esas ventanillas cercanas?
- Cada estado tiene sus representantes en Bruselas y las comunidades autónomas tienen su representante dentro del Estado, para que traslade la realidad de su sector a la mesa de negociación que haya en Bruselas.
– ¿Entonces no se ha sabido llevar la agenda vasca a la Unión Europea?
- Habrán sabido, pero cada país tiene la importancia que tiene dentro de la UE. También cada comunidad autónoma dentro del Estado. Tanto la Diputación como el Gobierno vasco como el Ministerio tienen las manos atadas. Hay más estados y hay opiniones diferentes. Dentro de la estrategia (agroalimentaria), la parte medioambiental se está convirtiendo en un cierto fundamentalismo.
- Ha defendido la sostenibilidad con vehemencia. ¿Cómo les está afectando el cambio climático?
- La temperatura media está subiendo. En el pasado, nuestras instalaciones de Rivabellosa conservaban las patatas con aire exterior. Ahora hemos tenido que poner equipos de frío en todos los almacenes o negocios importantes. Las variedades de cereal que recomendábamos antes respondían a unos patrones climáticos más o menos claros.
- ¿Y ahora no es así?
- Ahora no. Este año hemos tenido un episodio de virosis en trigo. La virosis, en este caso, el virus del enanismo del trigo, la transmite un pulgón. Y los pulgones han estado activos porque las temperaturas en invierno han sido suaves. Eso no es habitual. En colza también hemos tenido un episodio que no habíamos visto nunca: un problema de aborto de floración. No ha habido suficientes horas de frío para esas variedades. Luego se compensó porque las condiciones fueron más favorables a finales de mayo y junio.
- ¿Cómo están gestionando la falta de relevo en el campo?
- Es uno de los grandes retos que tenemos. Tenemos que intentar hacer el sector atractivo. En el campo, el componente vocacional es fundamental. Debemos despertar vocaciones. Integramos a 850 socios y la media de edad son 57 o 58 años. Dos tercios se van a jubilar en cuatro o cinco años. De todas formas, estos dos últimos años estamos viendo esperanza. Hay oportunidades.
- El mundo rural se ha levantado contra los proyectos de renovables. ¿No son compatibles con el sector primario?
- Hay que intentar buscar ese punto de encuentro. Dentro de Álava hay diferentes calidades de superficie agrícola. Intentemos no ubicar las placas solares en parte de las mejores zonas de producción agrícola, zonas de riego con potencial de regadío... Hay superficie forestal, suelos que no se están cultivando o cubiertas en muchos sitios que podrían ser receptores de esas placas. También está la agrovoltaica como otra opción.
- Póngase en situación: a un productor de patata en Zambrana le ofrecen 25.000 euros por su terreno. ¿Por qué decir no?
– Está claro.
- Al final, la decisión de vender o no vender la toman los particulares según sus intereses.
- Uno de los temas es que una parte muy importante de la superficie agraria no es de los productores, es de propietarios ajenos al campo o que han ido perdiendo relación con el sector. Lógicamente con criterios económicos es imposible competir con la industria renovable. El sentimiento de pertenencia a la tierra de los propietarios se pierde a medida que pasan las generaciones. Si una finca vale 20.000 o 25.000 euros por hectárea es imposible competir con los 60.000 u 80.000 que ofrezca la industria de las renovables.
- Del consumo eléctrico de Euskadi, dos de cada tres megavatios se generan fuera. ¿No es poco solidario decir que pongan otros los aerogeneradores o las placas?
- Yo soy del norte de Burgos y allí hay un contingente importante de parques eólicos. Esa producción va para Euskadi, para Madrid y va a otros sitios. Hay mucha gente que elige que su fuente de energía sean renovables, pero luego no queremos ver placas, ni molinos... Primero hay que intentar priorizar cierta superficie que no impacte y ser un poco más imaginativo, no ir a lo sencillo. A un promotor le interesa mucho más entrar en superficie que poner en tejados, en orografías con inclinaciones...
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