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«En mi actual trabajo confían en mí, no he recaído. Mejorarán mi contrato si no entro en prisión. Lo siento muchísimo. No tengo el dinero, si lo tuviera estaría en sus manos». Éste es el conmovedor alegato final, pronunciado entre sinceras lágrimas, ... de la «adicta a las compras» que sisó 158.000 euros a una empresa en la que trabajó. La pyme quebró y los cuatro trabajadores se quedaron sin trabajo.
Esta mujer se enfrentaba a una petición de seis años de cárcel. Ahora, la Audiencia Provincial de Álava, órgano en el que se revisó su caso hace ahora un mes, ha estimado que merece una segunda oportunidad. De entrada le ha impuesto una condena de dos años. Se trata de una advertencia ya que, al carecer de antecedentes, no ingresará siempre que cumpla con su palabra de devolver paulatinamente lo robado.
Queda por fijar las cuotas mensuales que, a tenor de lo escuchado en el juicio, serán modestas. Peritos ya avalaron el «trastorno de personalidad» de la ahora condenada. En la época en que birló el dinero, entre 2011 y mediados de 2015, gastó cantidades ingentes en ropa cara. Sufría un «impulso» irrefrenable, lo que «no significó que ella no supiera que estaba haciendo algo mal».
Aparte de provocar el hundimiento de su empresa también dinamitó su vida personal. Asfixiada por las deudas, tuvo que vender la casa en la que vivía con su entonces marido, que le pidió el divorcio. De aquella venta precipitada, esta mujer obtuvo «22.000 euros». 3.000 fueron a otras deudas y los restantes 19.000 los depositó en el juzgado como muestra de buena voluntad. Este gesto convenció en la vista oral a la fiscal. Bajó su petición de cinco años a un año y diez meses. Sólo la acusación particular, en representación de su antiguo jefe, mantuvo la petición de seis años.
La sustracción de dinero de la pyme -gracias a que hacía tareas propias de un contable- llevó a una depresión a su jefe. Se endeudó hasta el punto de pedir «100.000 euros» a familiares y amigos. «Me daba pavor salir de casa por poder encontrarme a alguien a quien debiera dinero», contó él en la vista oral.
La condenada está empleada en otra firma. No toca un billete. Su hermana, convertida en su tutora legal, gestiona cada euro que recibe en su nuevo empleo. «Trabajo de administrativa. Hago papeleo pero no quiero nada con el dinero, no quiero», dijo en el juicio celebrado a finales de enero en la segunda planta del Palacio de Justicia de Vitoria.
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