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Pedro López de Ayala, el comunero rebelde alavés que se enfrentó al mismísimo emperador Carlos V, es uno de nuestros personajes históricos favoritos. Presenta tantas aristas de villano que es ideal para explicar las tensiones de los poderosos. Por qué en un momento determinado y frente a toda lógica defienden posturas que parecen ir en contra de los de su clase. Un personaje con claroscuros que ha pasado a ser el malo de la historia alavesa por antonomasia.
Su muerte, de la que en 1524 se cumplen 500 años, sigue siendo un misterio, porque coincidió con la presencia de Carlos V en Burgos, la ciudad en la que estaba la cárcel donde murió y a la que había acudido a pedir clemencia. Había sido condenado a muerte por rebelión junto a otros 50 comuneros tras la derrota de Durana en 1521. Se escapó a la fortaleza de Fermoselle (Zamora), el último bastión de los comuneros y a Portugal. El rey Juan III se negó a recibirle y en 1524 se presentó en Burgos, donde fue detenido inmediatamente. Creía que él solo sería capaz de hallar el perdón real. Se equivocó. El emperador lo mandó encadenar y fue tratado severamente. Mientras esperaba juicio, murió el 26 de mayo de 1524. Unos dicen que en la cárcel real de Burgos. Otros, en el palacio del Conde de Salinas. De lo que queda constancia es que fue enterrado con los grilletes de reo.
Todos sus bienes fueron incautados y algunos feudos pasaron a realengo desde entonces, como Salvatierra. Sus escudos de armas fueron destruidos (alguno se conserva en el ¿futuro? Museo de Heráldica de Villanañe, tras su traslado desde Mendoza hace ya unos años).
Cuatro siglos después otro aristócrata con el título de conde de Salvatierra de Álava (existen cuatro denominaciones de Salvatierra en la nobleza) era asesinado por un comando anarquista en Valencia. Seguimos el relato de Luis Fernández Gimeno de Radio Valencia que describe cómo un caluroso miércoles, el 4 de agosto de 1920, el matrimonio compuesto por Francisco Maestre Laborde-Boix y Dolores Gómez-Medieviela y Pocurull regresaba junto a la marquesa de Tejares, hermana de la condesa, a su casa tras un paseo en carruaje de caballo por el puerto de la capital levantina. De regreso, ya de noche, cerca de su residencia, a la altura del paso a nivel del ferrocarril a Barcelona en Serrería, un grupo de anarquistas tiroteó el vehículo. Los tres resultaron heridos.
Trasladados al cuarto de socorro, la marquesa llegó muerta. Los condes de Salvatierra presentaban un pronóstico muy grave. Francisco Maestre falleció al día siguiente, mientras que Dolores consiguió salvar la vida.
Francisco Maestre (Valencia, 1872-1920) fue político y abogado, hijo de militar. Se licenció en derecho en Valencia e ingresó en el partido Conservador. Fue fiscal municipal, concejal en 1899 y delegado regio de Primera Enseñanza, llegando a presidir la alcaldía de Valencia entre 1913 y 1915. Su competencia en los cargos y su carácter enérgico le catapultó a dirigir gobiernos civiles (un cargo con un gran peso entonces) en provincias con conflictos sociales como Cádiz y Sevilla.
Pero fue como gobernador civil de Barcelona –aunque apenas estuvo seis meses tratando de controlar la violencia callejera- cuando su actuación fue de mano dura, lo que le granjeó el odio de los sindicatos. Mandó detener a más de cien líderes sindicales, cerró locales obreros y clausuró el periódico Solidaridad Obrera. Su fama de represor le valió convertirse en objetivo de los anarquistas catalanes que lo amenazaron de muerte. Sin embargo, Maestre no se tomó en serio la advertencia y se negó a tomar medidas de seguridad. Cuando volvió a Valencia, un comando le esperaba. El contexto social de la época era terrible. Más de 200 obreros y 20 'pistoleros' contratados por los empresarios sufrieron aquella violencia. La cumbre de aquella situación tan explosiva fue el magnicidio del presidente de Gobierno, Eduardo Dato, de familia vitoriana, el 8 de marzo de 1921.
El crimen contra la familia de Maestre conmovió la ciudad de Valencia y desde el propio Ayuntamiento –había sido alcalde y concejal- se decidió denominar una calle principal de la capital del Turia como conde de Salvatierra. Y no ha sido removida.
Se trata no obstante de un título nobiliario muy especial. La viuda de Maestre obtuvo entre las recompensas y agradecimientos de la monarquía de Alfonso XIII el título de condesa de Salvatierra y el de conde para su marido a título póstumo. Por lo tanto no es un título conseguido de forma sucesoria normal. Ni Maestre ni su mujer tenían que ver con don Pedro López de Ayala.
Pero es que además, según la cronología existente, el título con tal denominación, condado de Salvatierra de Álava fue concedido el 1 de diciembre de 1707 por el rey Felipe V a Juan Francisco de Castilla-Portugal y de la Cámara y Santander, virrey de Flandes y descendiente de las casas reales de Castilla, Portugal e Inglaterra. Este estaba casado con una alavesa Juana Francisca de Álava Tenorio y Olave. Una descendiente de la familia Álava obtiene por matrimonio el título nobiliario del mayor enemigo de esta familia.
Ese título lo heredó su hijo Manuel Antonio Pablo de Castilla y Portugal, gobernador y capitán general de la provincia de Honduras en 1741. Con el matrimonio de su hija María Tomasa con José Agustín de Arrivillaga, señor del mayorazgo de Arrivillaga, toda su descendencia quedó unida a este nuevo título con feudo en Guatemala.
Ninguno de los herederos de esta familia hizo valer sus derechos y durante el proceso de independencia de las provincias centroamericanas el título quedó en suspenso. Hay un salto en el tiempo hasta que la superviviente del atentado de Valencia María Dolores Gómez-Medeviela y Pocurull reclama el título nobiliario tras la muerte de su marido, Francisco Maestre y Laborde-Boix. Ella se convirtió en la segunda condesa a quien se le otorgó también la Grandeza de España el 26 de julio de 1921.
Actualmente, el título de condesa de Salvatierra de Álava lo lleva una mujer desde 1993, María Elena Barber y Gómez-Medievela.
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