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Salvadora cumplió el jueves 97 años y eso le convierte en la vecina más veterana de Navaridas. Pero un cuarto de siglo antes de que ella naciese, en el entorno de este municipio riojanoalavés ya crecían 13.149 metros cuadrados de viñedos que en la ... actualidad persisten. Una de las parcelas más antiguas tal vez sea la que Heliodoro dispuso a principios del siglo XX en el paraje de Lavalle con la esperanza de producir vino suficiente para poder enviarle alguna 'pesetilla' a su hijo Tiburcio, que estaba a punto de cumplir el servicio militar. Esa referencia sobre el bisabuelo y abuelo de su difunta esposa le sirven a José Ignacio Oliván, responsable de Viña Plácido, para calcular que esas viñas empezaron a echar raíces en la primera década de 1900.
Son verdaderos supervivientes. Han resistido a los últimos coletazos de la filoxera, la Guerra Civil, los pesticidas y las innumerables crisis económicas que desde entonces ha sufrido el negocio vitivinícola. Aunque su rendimiento sea mucho más reducido, ahora les toca lidiar con ese panorama en el que se prima la cantidad sobre la calidad por la caída en las ventas. Y es que en una parcela de viñedo joven se pueden superar fácilmente los 6.500 kilogramos por hectárea, mientras que en las más añejas -aquellas a partir de cuarenta años- cuesta alcanzar las 4.000 kilos siempre dependiendo de cómo se cuide.
hectáreas de viñedos tiene registradas la Diputación. Sobre todo en Oion (1.352), Labastida (1.178), Lanciego (1.166) y Elciego (1.118).
Si bien se puede considerar un viñedo viejo a partir de los 40 años, siempre según el caso particular, en Navaridas hay algunas cepas que datan de 1904, 1905 y 1907.
es cuando se observa el 'boom' de los viñedos que aún se conservan y ya se extiende por toda Rioja Alavesa.
Sobre todo las hay en Laguardia (73,6 hectáreas), Navaridas (41,4), Leza (30,2) y Samaniego (23,1). En aquella época, otras zonas de la cuadrilla se dedicaban más concretamente al cereal.
«Me da más placer que dinero. El mayor beneficio que me reporta el viñedo antiguo es que alguien pruebe una botella y exclame: 'joder, qué buena está'», comenta Oliván. En una de las parcelas más viejas, se recogió el 20% de la uva -el resto se tiró al suelo para que sirva de abono- y entre ellas se hizo una selección de 700 kilos de uva que se desgranó a mano para fermentarlos. Un duro trabajo para apenas 500 botellas. La vendimia prácticamente convertida en tarea de artesanía.
¿Y qué aporta esa veteranía a las uvas y los vinos? Los responsables del Servicio de Viticultura y Enología de la Diputación, que tienen su 'cuartel general' en la Casa del Vino de Laguardia, explican que la longitud de las raíces y el volumen de madera hacen que estos viñedos viejos sean capaces de «explorar» una gran superficie de tierra, que les permite «almacenar agua y nutrientes en cantidad para resistir en mejores condiciones situaciones difíciles». Algo que confirma el bodeguero Juan Luis Cañas, que analizó en el Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino aquellas cepas que mejor estaban aguantando los envites del cambio climático y descubrieron que eran las más antiguas.
Estas viñas alcanzan, según los expertos enólogos de la Diputación, la maduración en las mejores condiciones. «Es por lo que los vinos resultantes de las uvas de este tipo son más equilibrados, finos, estructurados y con aromas más complejos e intensos», afirman. «Son vinos que saben más a frutos rojos como frambuesas o moras y los granos al ser más pequeños tienen menos pulpa y más taninos en el pellejo», describe Juan Antonio Viñegra, de Bodegas Viñegra, que dispone de dos parcelas centenarias en Valdesanjuán y Conjuro, ambos parajes de Navaridas.
Los datos demuestran que en este pequeño municipio es donde están las cepas más viejas, pero se comprueba cómo fue extendiéndose por toda la comarca con el paso de los años. En total hay 250 hectáreas activas anteriores a 1923, el 1,85% del total de Rioja Alavesa, que sobre todo se concentran alrededor de Laguardia, Navaridas, Leza, Villabuena, Elciego y Samaniego. ¿Por qué? «Esta ha sido una zona vitícola de toda la vida a diferencia de otros puntos que eran más cerealistas», evidencia Oliván. Se puede dar la circunstancia de que algunas cepas incluso tengan más años de los oficialmente registrados porque estos se fijaron en los setenta tirando de la memoria de los lugareños. Cambiar esas fechas es complicado al necesitar de numerosa documentación para justificarlo.
Una tarea ardua para unos productores que deben ocuparse en mimar estos viñedos que son «verdaderos tesoros», ensalza Cañas. «Prescindir de ellos es como eliminar un trozo de la historia», lamenta Juan Antonio Viñegra. «Cuando una viña es arrancada se da la espalda a nuestro pasado y se priva a generaciones futuras de un patrimonio y riqueza natural y cultural digna de conservación», defienden los responsables de la Casa del Vino de Laguardia.
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