Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
A quien madruga... ¿el ajo le ayuda? Si no es a esa, a otra máxima similar le deben rezar los vitorianos para que la feria exclusiva de este planta que se sitúa entre la cuesta de San Francisco y Portal del Rey alcance casi su máximo esplendor en las primerísimas horas de la mañana. Los puestos se colocan con todas sus variedades desde las siete de la mañana. Este año son 70, trece más que hace un año al volver a ubicarse en su emplazamiento habitual. Así que, imagínense la de kilos de morados, blancos, negros... que tienen que transportar desde todos los puntos de la península. Un dato para que entiendan el bullicio matutino de este jueves: sólo un tenderete había vendido en las dos primeras horas de mercado 25 ristras. Hagan sus cuentas, que parece que al final del día se agotarán las existencias.
Y no es para menos, ya que allí donde lo ves tan pequeño, tan arrugado, con esos hilajos que le cuelgan, los buenos vendedores cuentan que previene la trombosis, tiene efectos antibacterianos, reduce el colesterol malo y es antiviral. Podrían seguir durante toda la jornada clamando a grito pelado todas sus bondades, pero es que esas son más que suficientes para que no quepan dudas de que este es un contidemento indispensable en el Día del Blusa y la Neska. Lo ha sido desde la Edad Media, cuando sólo se podían comprar ajos una vez al año, así que mejor no perder tradiciones.
Algunos precios
50 cabezas. 25 euros.
Dos kilos. 6 euros. Un kilo por 3,50 euros.
Una malla de 10 cabezas. 7 euros.
Eso sí, atiendan a los consejos de estos expertos agrícolas para escoger el mejor: «La particularidad de secano se conserva muy bien todo el año», apunta el aragonés Luis Carlos Marcén, que vende las ristras de Las Pedroñeras de 50 cabezas y nadie se lleva menos de dos. En su caso, 25 euros cuesta cada una y las tiene grandes como pequeñas. «No cambia nada. Cuestión de gustos en la cocina», matiza. El navarro Rubén Hernández, que presumía que sus ajos era «los mejores, como los años anteriores» ha dado otro apunte: «Lo más importante es que sea del rojo, que pica y aguanta más». Su familia (él ya lleva 31 años en este oficio y otros tantos que lo sostuvieron sus padres) se reserva para esta cita cerca de 3.000 kilos. Lo confían casi todo a los vitorianos, y esas pocas migajas que les queden las terminarán de repartir en Lerín, de donde provienen. «Mira, con todos los forros para que se guarde bien...», le convencía a los compradores sobre la calidad de su producto, que vendía de 50 en 50, también por 25 euros.
No obstante, la competencia es feroz en esta arteria. Un kilo lo tienes por 3,50 euros. Dos por 6 euros. 21 cabezas te pueden salir a 8 euros y, en otros, la ristra sale a 20. «¿Has visto que ajos tengo?», se lucen para tratar de captar la mirada que los acabe escogiendo. «Aprovecha que este no muerde...», han empezado a bromear otros. Pese a todo, los asiduos consumidores parecen tener claro que «no hay que dejarse llevar tanto por el precio, como por la vista», según se han aconsejado en el paseíllo para conseguir una de las cosas más importantes de esta feria ancestral, hacerse con las mejores cabezas.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.