Joaquín Lara en su mundo de colores

Los viajes y los horizontes pertenecen a quienes se proyectan sobre ellos. La realidad se vive siempre con sentimiento autobiográfico. Con todo el subjetivismo del que fue posible, en estas intensidades tan encendidas, lo aclaró un poeta romántico asturiano como Ramón de Campoamor: «Todo es según el cristal con que se mira». Pero todavía se columpió más y mejor yendo detrás del arco iris -como Dorothy cuando marcha en pos del Mago de Oz por el Camino Amarillo a la Ciudad Esmeralda- un suizo, Paul Klee. Sentenció: «Yo y el color somos uno, soy pintor».

Renovando búsquedas azarosas que es como ir a la aventura -Maya, Dorothy o quien fuere-, cada persona va configurando un mundo propio a su manera: ahora en esta ocasión, pienso y pinto exactamente así. Y bajo estas formas reales que son imaginarias, pero con intención emancipadora y fluida capacidad colorista, nos aparece una veintena de obras de Joaquín Lara. Fantasías creadoras, sus pinturas y el par de esculturas aquí incorporadas. Afirmaciones gestuales. Experimentaciones para reivindicar la alegría de crear como decimos en un territorio multicolor o iniciando un camino que seguir a partir de una metafórica senda dorada.

En los trabajos de Lara cada paso emprendido es consecuencia del anterior; hay una continuidad porque así no se pierde cuando transita en su propia dimensión estética. Conserva con sentido común una vasta y armónica totalidad entre límites, incluso cuando sorprende con dos piezas cromáticas circulares acaso -mejor que nunca- como momentos más fulgurantes de la aurora creadora. Son nuevos soles que despuntan. Surgen así convergencias y divergencias. Con pigmentos, todos, en pinturas y esculturas, hilvanados. Cada pieza, con su individualidad sensible, formando también parejas o familias, con su noción de espacio. Explorando riqueza en la diversidad del cosmos.

Como buen clásico en lo suyo, respeta Joaquín Lara la leyenda que la pintura crea. Pintar es crear. Pintar es escribir. Es aportar un carácter, imprimir un sentido, unos puntos de vista, deslizar una opinión también. Pintar es contar historias, inventarlas con colores más allá de los límites convencionales del arte. Pinta es creer. Es no negarse a nada. Es creerlo todo.

Porque quien pinta peregrina, viaja. Con firmeza, con inseguridades y dudas, con contradicciones quién no, pero al andar el individuo se mueve en derredor de las cosas, las conoce y las reconoce. Mismamente las fabulaciones de color aquí expuestas. Las obras de Lara se distancian de un modelo reconocible porque se descomponen en colores como el arco iris.

La visión objetiva no existe, no hay perfiles definitivos ni aprehensibles, pero ese 'territorio desconocido', con sus invenciones, gana en percepción retiniana, gana en visión, construye otras formas sensibles y autónomas. Más accesibles en un mundo habitado por la imaginación.