Una mala salud de hierro con sus achaques recurrentes que ahora no parecen ser tan públicos y notorios como antaño, pero ahí sigue, resistiendo, a punto de cumplir los 250 años de existencia, fechada para noviembre de 2024. Mismamente aconteció como punto de partida cuando ... unos caballeritos muy ilustrados decidieron fundar la Academia Gratuita de Dibujo en nuestra ciudad, con el replique de otros dos modelos similares en Bilbao y Bergara. Aquí el germen de la actual Escuela de Artes y Oficios cuyo edificio de la plaza del Conde de Peñaflorida se hizo también centenario en las otoñales semanas de 2023.

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No son casuales las coincidencias de noviembre, en 1774 (con la fundación) y en 1923 (el edificio que sigue siendo sede de la Escuela de Artes y Oficios); existía la inveterada costumbre de conmemorar una emblemática fecha, la del día 4, festividad de San Carlos Borromeo, para recordar así la onomástica del rey Carlos III. Diez años antes, o sea en 1764, este monarca había otorgado luz verde a los desvelos de un grupo de nobles vascos para la creación de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País. Al socaire de las ideas ilustradas, racionalistas y enciclopedistas procedentes de Francia surgían las primeras iniciativas para optimizar los recursos políticos, industriales, económicos, sociales y culturales. La idea era bien sana en pro de un beneficio común: elevar la formación y capacitaciones de los ciudadanos. Y la enseñanza del dibujo aplicada a todos los conocimientos y saberes constituía una de las claves de bóveda. ¡Tiempos aquellos de librepensadores!

Una Escuela, la de Artes y Oficios, con etapas y períodos casi nunca bonancibles, pero ahí, resistiendo, venciendo adversidades, fue siempre una institución arraigada en la vida y en las costumbres de la ciudad. Abriendo puertas al futuro, a la formación industrial, comercial y artística de la población. No era en vano que a medida que progresaba la segunda mitad del XIX ponderaran los cronistas que los cuatro grandes pilares sobre los que se sustentaba la vida local eran el Hospital Civil de Santiago, la Caja de Ahorros Municipal y Monte de Piedad, el Hospicio y la Escuela de Artes y Oficios. Identificaciones, por entonces, muy plenas.

Cierto es que ha perdido ya gran parte de la fuerza de otras épocas. Atrás ha quedado su hegemonía, pero mantiene su pulso cotidiano perfilando enseñanzas indiscutidas, sin duda, para amplias capas de la sociedad. El hecho de ir adecuando los planes de estudio a las necesidades de cada momento explica en gran medida su pervivencia. Y a veces ni siquiera nos percibimos de ello. O parece darnos todo igual.

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