Jesús Santiago Barrio, más conocido como 'Santi' en Aranbizkarra, no pudo evitar llorar cuando se despidió de su fisioterapeuta el último día que pasó ingresado en el hospital de Leza. «Me abrazó y fue increíble, los sanitarios son lo mejor que tenemos. Me han ... tratado de maravilla desde el primero hasta el último, de tú a tú. Han sido muchos días conviviendo juntos», afirma. No es para menos, ya que Santi, uno de los contagiados durante la primera ola de coronavirus, acaba de volver a casa tras pasar siete meses ingresado luchando contra la Covid-19.
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Este vitoriano de 58 años estuvo trabajando en su bar, el Gotxikoa, hasta que el primer estado de alarma obligó a la población a confinarse en casa. Los síntomas no tardaron en aparecer. «Sólo salía a por el pan, pero empecé a tener fiebre y malestar. Eran apenas unas décimas, pero mi hermano Jose insistió en que llamáramos al médico. Me pareció extraño porque la fiebre era muy persistente, pero no me dolían ni la cabeza ni el estómago. Me citaron en Salburua y, nada más verme, me llevaron en ambulancia al hospital de Santiago», apunta Barrio.
el comienzo
secuelas
Sus recuerdos de los 78 días siguientes a su ingreso hospitalario el 2 de abril son difusos. Santi permaneció ingresado en la UCI de Santiago hasta mediados de junio. Tres de esas semanas las pasó sedado y bocabajo. «No recuerdo casi nada, estaba agónico, sedado, mi hermano me visitaba todo lo que podía pero no me enteraba de nada», explica. El día de su ingreso en planta se le saltaban las lágrimas de la emoción. La segunda etapa de su recuperación llegó el 1 de julio, cuando le trasladaron al hospital de Leza.
«Todavía no podía moverme mucho de la cama, pero al menos ya me enteraba de algo. El 21 de julio empecé a desplazarme en tacataca por la habitación», recuerda. Su hermano Jose se angustia al recordar el primer día en que acudió a Leza a verlo. «Lo encontraron abajo de la cama, tuvieron que atarlo porque se caía», explica. Más adelante llegaron las muletas y el bastón, con el que desde ayer vuelve a recorrer las calles de Aranbizkarra. «Me han pedido que ande para recuperarme. La gente me para pero muchos no me reconocen, ¡he perdido 40 kilos!», bromea. Mañana empieza su rehabilitación en el Hospital de Santiago con la vista puesta en su brazo derecho. «No consigo subirlo por encima del hombro. Los médicos esperan que sea algo temporal, no sé cuándo podré volver a abrir el bar», señala.
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Aunque se alegra de haber podido volver a casa sin oxígeno, a Barrio se le quiebra la voz cuando piensa en los acontecimientos vividos en las calles españolas durante el pasado finde semana, cuando grupos negacionistas causaron disturbios en ciudades como Vitoria, Bilbao, Logroño, Madrid o Barcelona. «Los jóvenes y esta gente tienen que espabilar y hacer las cosas como hay que hacerlas, esto no es una broma. No pasa nada por estar quince días en casa, llevo siete meses ingresado y sin abrir el bar. Tendrían que pasar por el hospital para saber lo que es esto», subraya. Santi, que es hipertenso y sufrió un infarto en 1998, sigue sin tener la más remota idea de cómo se contagió. «Ninguno de mis clientes enfermó en marzo y mi familia está bien», señala.
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