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La vida se ha vuelto «triste» en Salvatierra. Eso dicen sus vecinos, que ven cómo siguen anclados en la zona roja y cómo los datos reflejan cada día nuevos contagios pese a que la hostelería permanece cerrada desde el 12 de enero. El jueves ... se detectaron dos nuevos casos y la tasa de incidencia está en 784 casos por 100.000 habitantes. El miércoles fueron 7 nuevos contagios, el martes 9, el lunes 1… La localidad de la Llanada se ha convertido, por detrás de Vitoria y seguida de cerca por Llodio, en el municipio con la situación epidemiológica más delicada del territorio.
Es viernes, luce el sol y la plaza del pueblo está más concurrida que de costumbre en estas últimas semanas. «Hay días que no saludas a nadie por la calle. El ambiente está muy deprimido», revela Alicia Martín. Acompaña a su hermana Pili y a su madre a dar un paseo matutino. «Sí que se nota que la gente sale menos, el pueblo está decaído», coincide Pili. «La hostelería ha cerrado y los casos siguen subiendo, está claro que el problema no está ahí. Dentro de las restricciones, nosotras sí que intentamos hacer vida normal», agrega esta vecina, que no faltó al cribado masivo para detectar asintomáticos que se realizó el 13 de enero en el polideportivo.
En aquellas fechas, el incremento de contagios se había disparado y se superaba la incidencia de 600 casos por 100.000 habitantes (una tasa menor que la actual). Los bares van a cumplir tres semanas con la persiana bajada y es complicado mantener el ánimo. «Solo con cafés para llevar no nos da para sobrevivir. Los gastos siguen, no facturamos, las ayudas no llegan… la situación está muy mal», resume Cristina Craciun desde la cafetería Entzia. «Se ve poco movimiento. La gente sale por la mañana a hacer sus quehaceres y a la tarde se quedan en casa».
Algunos hosteleros están ya tan hastiados que prefieren no hacer declaraciones. En los bancos junto a la iglesia, varios grupos de vecinos aprovechan la buena temperatura para tomar sus consumiciones al sol, ninguno supera las cuatro personas. Txus Urrutia despacha a buen ritmo desde el interior del Mendibil. «Cuando el otro día vimos que volvía a haber nueve contagios fue un hachazo. Siguen saliendo casos y aunque es complicado, nosotros intentamos no perder el ánimo», confiesa. «Aquí somos muy de salir a potear y de relacionarnos, así que está costando. Lo único que nos queda es tener esperanza en las vacunas», resume este hostelero.
«Algo no hacemos bien»
María Eugenia Sanz y Gregorio Corzal regresan a casa cargados de bolsas. «Tenemos cero vida social. Solo salimos a hacer la compra y a pasear», señala ella, que cuida de su madre mayor en casa. Asusta que sigan dándose contagios cada día pese a las restricciones. El alcalde, Ernesto Sainz, asume que «algo no estamos haciendo bien y habrá que pensar qué es. La tasa sigue siendo elevada y hay que hacer un esfuerzo por seguir cumpliendo». Sin restarle importancia a permanecer en zona roja, señala que de los 9 contagios del martes, «seis son de la misma familia».
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