Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Rezar el rosario tiene mucho de místico y algo de escalifragilístico. Lo suyo es seguir unos pasos en un orden muy concreto: es lo más parecido a montar un mueble de Ikea de los difíciles. Primero, la señal de la santa cruz, después los misterios ... con un padrenuestro, diez avemarías y un gloria, luego las letanías... Su rosario no tiene cuentas de jade, ni bolitas de alpaca. El suyo engarza pueblos y kilómetros. Cada fin de semana entona salmos de asfalto y comulga con el cáliz lleno hasta arriba de súper 95. Si la pizpireta Gracita Morales fue sor Citroën, Félix es nuestro páter Opel. De Peñacerrada a Bernedo, oficia en 17 pueblos de la Montaña Alavesa. La suya es la historia de los 68 sacerdotes rurales que tratan de reunir al cada vez más esquilmado rebaño de feligreses desperdigados por toda la provincia. Se han encontrado con el bache de la pandemia, pero ellos, impasibles, han seguido su camino para mostrar al personal el redil. Son curas todoterreno.
Es media mañana y no se escucha un alma en Peñacerrada hasta que Miguel, el sacristán, hace tañer las campanas. Y ni aún así el pueblo se termina de sacudir la modorra. Allá, en lo alto del pueblo, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción recibe fría como un témpano. En la nave vacía, casi en penumbra, el sol apenas se atreve a asomar por las vidrieras. Solo entra la luz justa para que brillen en el aire algunas motas de polvo frente al fulgor del pan de oro del retablo. Es tan hermoso, tan exuberante, que parece fuera de contexto en un pueblito de apenas 267 habitantes censados, según los últimos datos del INE, y que llegó a frisar los 900 hace medio siglo.
Félix Pedruzo asoma por allí sin el alzacuellos ni la sotana de faena. Mochila al hombro, como Labordeta, él es el párroco de Peñacerrada, pero también de otros 17 pueblos montaraces, agrupados en tres municipios: «Son Baroja, Loza, Montoria, Payueta, Peñacerrada, Lagrán, Pipaón, Villaverde, Bernedo, Angostina, Quintana, San Román, Navarrete, Urturi y Villafría además de los treviñeses Obécuri y Bajauri», enumera él, con el mismo tono monocorde que utilizan los críos en la escuela cuando el maestro les pregunta por los afluentes del Ebro o la lista de los reyes visigodos.
«Cuando el obispo don Juan Carlos (Elizalde) me encargó esta zona, hace unos tres años, lo primero que hice fue dibujarme este plano». Félix tiende un papelote, con una caligrafía pulcra, que une con carreteras asfaltadas de tinta azul todos los concejitos. Cada uno, con su iglesia y su patrón. En Villafría, San Tirso y Santa Eufemia. En Loza, San Esteban. En Payueta, San Isidro. En Montoria, San Miguel. Siguen teniendo santo, pero no cura propio. Hoy, es más que habitual que los pueblos alaveses se tengan que conformar con compartir sacerdote.
En el caso del padre Félix, 41,1 kilómetros separan Montoria de San Román. Son los dos extremos de sus vastos dominios, en los que realiza una labor ímproba, que no se limita a la misa del domingo y los días de guardar. Durante el confinamiento, el pater hizo llegar la homilía a los fieles: creó grupos de WhatsApp y repartió la homilía en fotocopias. «No me paró la Policía ningún día y eso que me gustaría haberles preguntado si podía seguir haciéndolo», recuerda. En cuanto pudo, retomó el acompañamiento a los enfermos y todas esas pequeñas rutinas que ocupan su jornada. De hecho, su agenda recuerda más a la del CEO de una gran empresa que a la de un siervo del Señor consagrado a la vida contemplativa. A las 11.30, oficio en Payueta. A las 12.30, Lagrán. Y a las 13.30, Bernedo. Así va rotando cada fin de semana para cubrir la mayor parte de sus iglesias.
Porque, sí, durante buena parte del año hay pueblos donde solo se toca a misa semana sí, semana no. Cada mes recorre más de 2.000 kilómetros por esas carreteras sinuosas de Dios entre pinos y hayas y fresnos y robles. «Tengo que conducir con cuidado. Hace poco entre Villaverde y Lagrán se me cruzó un raposo. Son frecuentes los corzos, los jabalíes...» Pero él, tan tranquilo. Conduce con un sistema de protección de serie más infalible que cualquier ABS y airbag. «Nunca me ha pasado nada, no sé si es suerte o...», desliza, con la mirada hacia el techo. Sonará cursi, pero a él le guía Dios. «Y toco madera porque siga siendo así».
Y, ojo, que el páter será cura, pero tiene más bien poco de relamido. En su Opel Grandland X moteado de barro reseco, no suena canto gregoriano, ni Radio María. «A mí me gusta el 'new age', algo de clásica y también el heavy metal. Trabajé en una fábrica y un compañero me descubrió a Metallica, a Barón Rojo a AC/DC...». Con su música a toda mecha, ya puede helar, ya puede diluviar, ya puede nevar, que Félix siempre llega a tiempo. «A veces le tengo que meter un poco de zapatilla para llegar a todo», reconoce el sacerdote con sonrojo, mientras se coloca la casulla. «Este verano ha sido atípico, pero normalmente, con las fiestas patronales de cada sitio... La verdad es que lo tengo petado».
En Payueta, él mismo tira de la cuerda para hacer tañer las campanas. El padre se apresura para ponerse la sotana y la casulla en la sacristía. «A mí me han tocado sólo dos entierros, pero funerales, de gente que ha fallecido en Vitoria... unos cuantos», suspira mientras se dirige al pórtico, donde recibe con mascarilla, al lado de una mesita donde no falta el hidrogel, varios sobres para el Domund -que se celebra hoy- y el cepillo, quizás algo más vacío de lo habitual. «La gente no siente la presión de que se lo pasen por delante y quizás se aflojan algo menos el bolsillo», confía.
«Pero la verdad es que noto que viene más gente, creo que la pandemia ha traído más personas a los pueblos», sostiene el sacerdote. Y lo cierto es que en Payueta se reúne una docena de feligreses, uno en cada banco, más separados que nunca. Y, como los buenos pastores, para eso está él, para juntarlos de nuevo a todos. Por muy lejos que estén, aunque sea en la otra punta de la Montaña. El páter Opel siempre está disponible para ellos.
68 sacerdotes desempeñan su labor en la zona rural de la provincia. Según los datos del Obispado, tienen una edad media de 55 años, muy inferior a la de los que ofician en Vitoria, que ronda los 70.
Obra social. Hasta el último rincón. Cáritas rural tiene sedes en Llodio, Amurrio, Salvatierra y Oion. Además, varias órdenes gestionan la residencia de ancianos de Murgia y el complejo para personas con discapacidad y educación especial en Menagaray. Fuera de Vitoria se mantienen abiertos 10 conventos y cinco monasterios.
384 parroquias vertebran la iglesia rural alavesa. Están divididas en cinco zonas, agrupadas a su vez en arciprestazgos. Sí, como el de Hita.
Situación económica: lo justo para el agua. En el pórtico de la iglesia de Peñacerrada, el párroco clavó en un corcho con chinchetas, las cuentas de la parroquia. Es un ejercicio de transparencia el suyo llevado al límite. En 2019 se ingresaron por colectas 842,63 euros y se gastaron 43,25 euros en las sagradas formas (las hostias, vaya), vino y velas. 126 euros en seguros, 25 en bombonas de butano y 223,30 euros en electricidad. La mayor parte del presupuesto se le va al bueno del padre Félix en pagar el agua y la tasa de basuras. «Le digo al alcalde a ver si lo puede pagar el Ayuntamiento pero no hay forma y así no queda para hacer arreglos», lamenta. «Sólo cuando nos pagan algún entierro llega algo más de dinero», fía.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.