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No hace falta revisar los mojones del municipio para confirmar que después de tres años todo sigue igual. Y eso que la pandemia alteró, y mucho, nuestras vidas. Pero este lunes se ha puesto el punto final al primer verano de la normalidad, marcado por ... el regreso de multitudinarias celebraciones como La Blanca o San Prudencio y de los pueblos de la provincia, repletas hasta la bandera. Había mucha hambre de fiesta. Y el último atracón se ha servido en las campas de Olárizu, reconquistadas durante toda la jornada por miles de personas. El menú, el tradicional: romería hasta la cruz, alubiada en las campas y música y deporte rural para animar la tarde. El mejor broche antes de retomar la rutina.
Empecemos por los más madrugadores, ese goteo –mucho más abundante por la tarde– de personas que ha desgastado de nuevo el camino hacia la cima de la cruz. «Ya hemos actualizado el álbum y también tocado la cruz, como marca la tradición», presumían Arsenio Bragado y Ana Rosa Ibáñez. «Desde arriba ves cómo avanza la ciudad, es el mejor 'mojón'», bromeaban. Amelia Arenal y Paqui Mateos no han alcanzado la cima. «Nos hemos quedado a nada, ¡qué rabia! Estos dos años en blanco se notan». Los 35 tórridos grados –la lluvia se ha aliado a la fiesta y ha aguantado hasta el final– han tenido también mucha culpa. «Pero orgullosas que nos vamos al 'restaurante'», comentaban, en alusión a las campas y sus codiciados merenderos.
Porque ese esfuerzo tenía recompensa. Y de las buenas. Boilur ha encendido de nuevo sus fogones para preparar 1.200 platos de alubia pinta alavesa. «Hemos necesitado casi cuatro horas para preparar las seis perolos. Son la 'gasolina' para que la gente aguante», despechaba Bernabé Santiedrián, el chef principal. «¿Alubias con este calor? Los vascos arrancamos con todo. Luego ya vendrá el 'viento sur'. Encima, huelen que alimentan», confirmaba Jesús Bahillo, en la cabeza de la interminable cola que terminó rebañó hasta la última gota. Los puestos de comida también fueron un éxito. «Habremos vendido unos 500 talos y 20 cajas de sidra», comentaban desde Euskaltxosna.
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El segundo asalto ha llegado por la tarde. Las familias rebosaron la zona de juegos infantiles y los chavales disfrutaron con el concierto de Zirkinik Bez. Y los más deportistas se arremolinaron alrededor de los Herri Kirolak. La imagen de las campas eran las de siempre, y encima no dejaba de llegar gente. «Había ganas de esto, de recuperar lo de siempre», confesaba Mikel Izagirre, contemplando el entorno y acompañado por su cuadrilla de amigos.
Los pequeños también se lo pasaron en grande. Los gigantes y cabezudos hicieron las delicias de los chavales. Y la zona de juegos infantiles, con Gargantua, fue un lleno absoluto. «Es su primera vez, queríamos que lo viviese», apuntaban Sonia López y Fernando Acedo, padres del pequeño Alain.
Algunos, no contentos con subir hasta la cruz, coronaron también la cucaña. «He subido los 20 metros dos veces porque mis amigos no me habían visto», explicaba Daniel Urkiola sobre su ardua hazaña. El toro de fuego cerró la jornada.
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