En 2018, Rodrigo Rato entraba en prisión tras la sentencia de las 'tarjetas Black' y se convertía en un símbolo de la corrupción española. El ascenso y caída del político salpicó de dudas su gestuón y puso un punto en el signo de interrogración acerca ... de su 'milagro económico'.
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A través de diferentes momentos de su carrera como vicepresidente del Gobierno con Aznar, director del Fondo Monetario Internacional (FMI) y presidente de Bankia, el montaje 'Sueños y visiones de Rodrigo Rato', se imagina y fantasea con sus sentimientos tras cada peldaño que ascendía. El intérprete Juan Ceacero (Úbeda, 1983) es el narrador encargado de introducir una historia movida por el interés del ocaso del personaje más que por la vocación documental. Dirigida por Raquel Alarcón, le acompaña el actor Javier Lara en la representación de esta tarde en el Teatro Jesús Ibáñez de Matauco.
– Hace de narrador introduciendo diferentes momentos en su vida. ¿Qué es lo que más le llama la atención de Rato?
– Lo que más me llamó la atención fue descubrir una dimensión global de este personaje, que nos llevaba a pensar en personajes shakesperianos, que vemos acumular mucho poder pero acaban cayendo. Hay algo épico y mítico en Rato, en haber llegado a ser el director del FMI y acabar en la cárcel. Toda esa ambición, el ir trabajando poco a poco, las alianzas, construirse a sí mismo... hay algo muy mítico, que también está presente en las series contemporáneas que vemos ahora mismo. Por ejemplo, me recuerda a un personaje de The Wire, que va acumulando cada vez más poder hasta llegar a la cúspide, pero al final cae. Y hay algo realmente interesante allí, porque se convierte en el reflejo de una sociedad y de un momento. Fue lo que sucedió con España, que pasó de estar en ese 'milagro económico' a luego el batacazo de la crisis.
– Además interpreta multitud de personajes, como Aznar o su bisabuelo, que fue alcalde de Madrid durante el reinado de Alfonso XIII. ¿Ha trabajado mucho el gesto?
–Sí, el resto de personajes que yo hago como Fraga, Aznar, el padre de Rato, su bisabuelo... todos tienen ciertas características físicas, que no tratan tanto de imitar al personaje original sino de caracterizarlo de manera rápida y eficaz.
– ¿Qué pensaron cuando Rato dijo «es el mercado, amigo »?
– Creo que esta frase denota la conciencia que existe en este universo, donde la realidad está por un lado y la 'realidad del mercado' está en otro. De ahí seguramente vienen también los sueños y visiones, porque son una manera de tratar de dar una respuesta a elementos que nosotros realmente no conocemos. No sabemos qué hay debajo, qué motores hay detrás de estas personas para hacer lo que hicieron. Cuando uno hace la trampa es complicado aceptarla, lo normal es tirar balones fuera, y en este caso mucho más al tratarse de valores y acciones.
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– Las reuniones de cargos políticos y banqueros al alto nivel las imaginamos a menudo como una escena de 'La escopeta nacional'. ¿Hay algo berlanguiano en esta función?
– Por supuesto. En toda la escritura del dramaturgo Pablo Remón hay algo que tiene que ver con el contraste con la tradición y el echar la vista atrás para entender el presente. También está el espíritu de Azcona y de Berlanga en los diálogos ágiles, el sentido del humor, y el uso de la ironía, que está muy presente. Aquí no tratamos de parodiar, ni de criticar, ni de enjuiciar, ni siquiera de condenar a toda esta estela de personajes, sino de representarlos, mostrarlos para que cada cual sea capaz de sacar sus conclusiones. Ese creo yo que fue uno de los grandes aciertos de Berlanga y de Azcona, mostrar su universo. Y hasta te caen simpáticos, porque son humanos, tienen sus cosas y al mismo tiempo son muy divertidos. Eso nos hace comprender otros elementos de la historia, ya que no nos pone a la defensiva como suele hacer la crítica directa.
– A finales de 2020 obtuvo el tercer grado que le permite salir de la cárcel mediante control telemático. ¿Han tenido contacto con gente cercana al expolítico para ahondar en esa parte documental?
– Esa parte está trabajada sobre todo en el texto de los autores. Los actores no hemos necesitado entrar demasiado en ese ámbito, ya que la pretensión de la obra, que obviamente está basada en hechos reales, no es exactamente la del teatro documental, sino que incorpora una parte importante de ficción en la que se juega a imaginar cómo pudo pasar en determinados momentos. Ese juego hace que no nos ciñamos exclusivamente a los hechos.
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– ¿Cómo son estas funciones con el público con mascarillas? ¿Ya se han acostumbrado?
– Las funciones con mascarilla han ido evolucionando desde verano, al principio las distancias eran diferentes, nos chocaba mucho no poder ver la sonrisa de la gente. Ahora la gente a veces se esconde un poco detrás de la mascarilla, las reacciones son distintas, pero nos hemos acostumbrado y sí que se percibe perfectamente que el público reacciona y se divierte. El contagio de la risa, por ejemplo, es diferente, porque no estás tan cerca. Hicimos una función en Baeza en septiembre donde el público estaba de uno e uno, separado por metro y medio, y la cercanía es muy importante para el contagio de la risa. Pero en general nos hemos adaptado, y ha ido muy bien.
– Por lo que ve y los testimonios de gente cercana del teatro. ¿Siente que esta crisis dejará aún más tocado a la escena?
– Yo creo que el teatro siempre ha estado en crisis, de alguna manera, porque es una profesión muy inestable. Hay gente, todo lo que tiene que ver con el directo (no solo el teatro, sino la música o los eventos) que lo están pasando mal, desde los técnicos a los programadores. Se está notando mucho, pero aún así podemos decir que en estos meses, sobre todo desde otoño, y a pesar de que ha habido retrasos y cambios de funciones, se está tratando de mantener todo lo posible la actividad, aunque sea con restricciones. Y eso hace que no estemos al 100%, pero siempre estamos manteniendo un porcentaje. En este caso son importantísimas las ayudas al sector y especialmente a los trabajadores y trabajadoras de lo artístico y los equipos, porque es lo que va a hacer que se pueda superar la situación. Yo soy optimista y creo que vamos en el buen camino. La vacunación permitirá aumentar los aforos y consecuentemente los ingresos y la actividad, para que puedan permitirse otras cosas al aire libre y volver poco a poco a lo de antes. Por lo demás la crisis, claro, está siendo ya dura.
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