Emilia y su alegre pandilla

'Emilia' no perdió el tiempo y aprovechó la jaia para montar su propia pandilla de alegres amigos. Sin complejos pese a sus 306 kilos -el carromato decía 280 equivocadamente-, traída de Apellaniz, la cerda, sí la cerda, posó ante las cámaras, atendió los requerimientos infantiles e incluso se dejó toquitear. «Irati, mira aquí», reclamaba el aita a su pequeña para cuadrar una imagen de álbum. Y 'Emilia', a todo esto, tan pancha en su jaula. Se llama así en homenaje a Emilio, el empleado de San Prudencio que hasta el año pasado se encargaba de pasear al gorrino por Vitoria.

El párroco José Luis Querejazu bendijo a la cochina y del hisopo salió agua bendita para las muchas mascotas llevadas por sus dueños hasta el mismísimo interior del templo. La casa del señor también fue este jueves la de los simpáticos animalillos. 'Iru' lleva cuatro 17 de enero yendo a vísperas a San Pedro. «Lo traigo por tradición y devoción. Hemos sido labradores en Domaikia», confesó Pili Ochoa.

Por razones obvias, a 'Emilia', un poquito menos pesada y más tranquila que el semental de 2018, no se le permitió el acceso al salón de plenos del Ayuntamiento, donde el alcalde Gorka Urtaran dio la bienvenida «al pleno municipal» por la Rifa de San Antón. Fernando Gauna, nacido en Markinez hace 79 años, y Felisa Fernández de Luco, a punto de cumplir 93, de Gobeo, hicieron de 'niños de San Ildefonso'. No cantaron los números, pero sacaron las bolas con esmero. El 15158 resultó agraciado con el lote de productos de cerdo ibérico de bellota. Y 'Emilia', abajo, en la plaza, tan pancha. Las ikastolas Zabalgana (Infantil) e Ibaiondo (Primaria) se llevaron los cerditos de chocolate.

La primera rifa se celebró en 1781, cuando la cofradía de San Antonio Abad, establecida en San Pedro, destinó a la Casa de Piedad u Hospicio, de reciente creación, los beneficios de un sorteo que venía realizando para garantizar su sostenimiento y atender a obras de caridad. Hasta 1920 el billete costaba un real y desde 2002, con la entrada del euro, vale 0,60 céntimos. Al principio, los premios consistían en dos cerdos y objetos hechos por los pobres.

Con el paso de los años se mantuvo la pareja animal y se incorporaron gratificaciones en metálico, convirtiendo la rifa en una tradición muy vitoriana, aunque no exenta de disputas fiscales. Llegó a suspenderse en algunas ocasiones y hasta estuvo combinada con la Lotería Nacional. Sin duda, su gran cambio, igual de polémico, se vivió entre 2001 y 2002, cuando se sorteó por última vez un cerdo ante las quejas de las asociaciones animalistas y a la siguiente edición ya se instauró como primer premio una cesta de embutidos.