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Catorce años después de la presentación de los «hallazgos excepcionales» de Iruña Veleia en junio de 2006, ha llegado la sentencia judicial que certifica su ... falsedad. Nadie tenía duda de ello, salvo el colectivo de acólitos de Eliseo Gil que durante el largo proceso ha intentado mantener viva la idea de que las excepcionales inscripciones eran ciertas y que todo era una campaña contra los arqueólogos e incluso contra el euskera. Han sido los únicos. Desde su primera exhibición pública en 2006, incluso meses antes, la comunidad científica les dio la espalda. La pregunta es por qué Eliseo Gil, un hombre formado en la materia, pensó que era posible engañar a todos todo el tiempo con una ejecución tan «burda» de las falsificaciones, como quedó en evidencia en el juicio y en los informes periciales. Nunca ha habido respuesta a este interrogante.
Las primeras dudas surgieron a pie de excavación. Varios arqueólogos que trabajaron en el yacimiento sospecharon de que los «grafitos extraordinarios» -entre ellos la primera representación de Cristo en la cruz y el primer escrito con palabras comunes en euskera, seis siglos antes de los más antiguos de los que se tiene conocimiento- sólo aparecieran en la fase de lavado y que sus experimentados ojos no advirtieran ni uno solo a pie de zanja. Así lo confirmó en el juicio Raúl Sánchez, que llegó a llevarse un tupper de su casa para limpiar con agua las piezas en la misma excavación. Otros tres colaboradores también desconfiaron de la dirección de Lurmen, en manos de Eliseo Gil y su entonces esposa, Idoia Filloy, y abandonaron el yacimiento en plena vorágine de resultados por discrepancias con el método arqueológico. José Ángel Apellániz, Miguel Ángel Berjón y Carlos Crespo declararon en el juicio. Y su testimonio fue demoledor. «En el yacimiento no hallamos ningún grafito excepcional, salían siempre en el lavado», destacó Berjón. «Teníamos hasta los nombres de los habitantes de una casa. Le comenté a Eliseo que solo faltaba un retrato. Al poco tiempo salió», recordó Crespo en la vista.
La declaración de cada testigo de la acusación fue desenterrando la mentira, mientras Eliseo Gil mantenía la calma en todo momento, hasta el día final. «Salgo con la convicción de mi inocencia y con confianza en la Justicia», destacó en su última reflexión ante el tribunal. Sin embargo, jornadas antes, en la recta final del juicio, los expertos del Instituto de Patrimonio Cultural de España ya habían dejado la estafa al descubierto. De los 39 grafitos que analizaron, «35 fueron manipulados». Las piezas de Iruña Veleia tenían «restos de acero» y «la falsificación es extremadamente burda», fueron algunas de las demoledoras sentencias que dictó José Vicente Navarro, experto de este Instituto dependiente del Ministerio de Cultura.
Los restos de acero común e inoxidable, vestigios de otras aleaciones modernas, la presencia de las letras 'jota' e 'y griega', que no se usaban en el alfabeto latino, e inscripciones realizadas por encima de la costra formada por el paso de los siglos fueron las pruebas detonantes. Los grafitos que prometían reescribir la historia eran «falsos».
Costra superficial
Poco pudo hacer la defensa por convecer al tribunal. Ni sus testigos, ni un tibio Gil ni una más vehemente Filloy, que no estaba procesada, pudieron contrarrestar las pruebas de la acusación. Tras someter las piezas a luz ultravioleta y a microscopios electrónicos, los peritos hallaron «multitud de restos metálicos contemporáneos y cientos de partículas que aparecen alineadas con el trazo y no en el resto de la superficie cerámica». Restos metálicos que «carecen de oxidación», como sería esperable tras permanecer bajo tierra durante 1.500 años, explicó. «La falsificación en algunas piezas es extremadamente burda. Sólo con verla salta a la vista».
Sin oxidaciones
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