Tres residencias de Álava concentran medio centenar de contagios, la mayoría leves

La situación ya está provocando que se empiecen a limitar las visitas a algunos de estos centros para evitar que los brotes se multipliquen. La desagradable experiencia de estos 22 meses con el virus -que se salda con más de 200 muertos y un millar de personas que consiguieron recuperarse- ha provocado que no se escatimen en medidas de protección. Así, en Sanitas -que fue el primer centro vasco afectado por el coronavirus en mayo de 2020- tan sólo aquellos que han dado negativo pueden salir de su habitación para dar un paseo por el pasillo del centro del barrio de San Martín, siempre que no haya alguien haciendo el mismo recorrido. La norma general para los once positivos y todos aquellos que se consideran contactos estrechos es permanecer en sus dormitorios, donde reciben las visitas del personal médico y de enfermería que revisa que su estado de salud no empeore.

En Albertia Centro, por su parte, se ha aplicado una división por cohortes. Hay un módulo de contagiados, otro de contactos estrechos y el último de gente que no tiene problemas cognitivos para entender que quedarse en su dormitorio para impedir la propagación del SARS-CoV-2 es lo más sensato.

Hasta que la situación se considere controlada, en ninguno de los dos equipamientos se permitirán visitas. Es más, en el otro centro que el grupo Albertia tiene en el campus universitario se ha confirmado un positivo y se ha restringido la entrada de familiares o allegados, aunque sí se deja que los internos sanos puedan dar paseos terapéuticos por las inmediaciones.

La mayoría de casos son asintomáticos y el martes sólo había un residente ingresado en Txagorritxu, pero la preocupación de la Diputación es que a medida que crezca la ola afecte a aquellos que tienen una salud más delicada por culpa de otras patologías.

El otro gran temor es la forma en que está afectando el ómicron a la plantilla y ya hay un 7,5% fuera de juego entre geriátricos públicos y privados. Una situación que, según denunció este viernes Satse, está dejando a las enfermeras «desbordadas y agotadas».