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De la gloria a la ruina en 52 años. Con esa triste sentencia se podría resumir la historia, una verdadera gran historia, del antiguo colegio Izarra. Medio siglo en el que un centro educativo ha pasado del prestigio y el esplendor a ostentar el ... dudoso honor de completar de alguna manera el particular catálogo de edificios y monumentos convertidos en decadentes parques fantasma. Porque en lugar de inversores o empresas interesadas en dar vida con algún proyecto a las más de 10 hectáreas que tiene el recinto, son aficionados a la parapsicología, fotógrafos en busca de reportajes tétricos o vándalos quienes se aventuran a recorrer la zona. Esa falta de iniciativas para dar uso al espacio obliga a destinar un importante desembolso -350.000 euros anuales, de ellos 150.000 para vigilancia- a la Diputación, que desde 2009 tiene un acuerdo con el Alavés, el propietario (al que abona 200.000 al año).
Solo es una de las diferentes entidades por cuyas manos ha pasado el ayer afamado y prestigioso colegio Izarra, que en la última década ha sido víctima de saqueos y destrozos y también pasto de las llamas con dos importantes incendios en 2011 y 2014. Una cronología de esplendor y decadencia que EL CORREO repasa in situ, caminando por las ruinas de este internado 'devorado' por una selva, junto a tres exalumnos que rememoran su experiencia mientras les acongoja y enfada la dejadez institucional que ha terminado de rematar un lugar donde pasaron su adolescencia, entre el 72 y el 78. «Unos años muy felices, la mejor época», constatan los vitorianos Ricardo Urrutia, guitarrista; Txus Estívariz, responsable de una firma de construcción, y Ramón Breda, heladero.
Como denuncia este último, «que lo hayan quemado, destrozado y dejado morir me parece una aberración. Esto era impresionante y ya no queda nada». En efecto, el grupo examina sobre el terreno los restos de lo que en el pasado llegó a ser uno de los centros educativos más reconocidos de España, destinado a clases pudientes. Hay que rebobinar hasta el curso 1966-67 para asistir al curso inaugural de esta instalación que Juan Gonzalo, entonces director y promotor, puso en marcha con 150 alumnos en los terrenos comprados a los jesuitas que anteriormente habían pertenecido a la familia Oriol. Años más tarde llegaron allí los tres singulares cicerones de este reportaje. Concretamente desde el año 73 al 78 estuvieron internos Txus y Ramón, mientras Ricardo permaneció del 72 al 76. Todos recuerdan a «Don Juan» como una imponente autoridad. «Era un señor grande, con una facha impresionante, muy religioso, vestido con sus pañuelos de seda y muy educado», describen. «De lunes a viernes estaba aquí y controlaba todo, y los fines de semana salía. Venían a recogerle en un 1.500 negro. Era una persona muy influyente», cuentan.
Precisamente, la estancia de estos tres exinternos coincidió con la marcha del primer director, después de que en la construcción de la residencia de chicas -con un proyecto de Peridis-, los errores en los plazos de entrega y los problemas con los pagos supusieran su declive. Así lo relató el propio Juan Gonzalo en una entrevista a este periódico en 2014, en la que explicó que tras iniciar un pleito que duró 20 años, finalmente le dieron 80 millones por la finca y los edificios.
Se abría entonces otra etapa. Desde 1975, Rumasa y el Opus Dei dirigieron el centro educativo hasta la expropiación de la empresa en 1983. «¿Os acordáis cuando vino Ruiz-Mateos?», comenta Ricardo a sus excompañeros mientras caminan junto al edificio donde compartieron habitación. «Zoilo, hermano de José María Ruiz-Mateos, vino y nos reunieron a todos los alumnos, hizo la presentación de la nueva dirección del centro», rebobinan. Los tres resaltan a su vez que «aquí venía gente muy importante. El entonces Rey Juan Carlos se hizo fotos con nosotros».
«Había un árabe al que traían en helicóptero para que estudiara todo el año, hijos de gente muy pudiente de aquella época como los Osborne, los Domecq», apunta Breda. Urrutia apostilla por ejemplo que «Teresa Berganza, la famosa mezzosoprano, tenía aquí a su hijo. Era tímido, y decía que su madre era cantante. Por eso estaba aquí todo el año, porque ella viajaba». Y es que «aquí, en el año 1972 se pagaban 33.000 pesetas solo por la estancia en invierno, cuando un trabajador de la época ganaba 1.200 al mes», reseña Ramón. Además, «trajeron a los mejores jóvenes nadadores de España que utilizaron la piscina». Eso tuvo lugar en 1978 y alguno de esos deportistas como Ricardo Aldabe fue diploma olímpico en Los Ángeles 1984. La pileta era una de los avanzados equipamientos con los que contaba el colegio. Hoy está tapiada.
«Cuando tus padres te decían 'vas a un internado', no sabías a dónde te traían, pero cuando subías por esta carretera en el coche y veías los edificios, el 'partenón', las esculturas, la piscina cubierta, las zonas deportivas... Era un lugar precioso y muy atractivo. Cuando estuvimos aquí era un espacio muy diáfano y estaba todo cuidado. Ahora parece una selva», lamentan los entrevistados al tiempo que observan cómo las máquinas trabajan en las obras de eliminación y recuperación de los residuos del incendio de 2014.
Con preciosas vistas al bosque de Altube y a las estribaciones del Gorbea, Izarra estaba en un lugar privilegiado, y así lo recuerdan estos tres antiguos pupilos. «En invierno había unas nevadas terribles. Algún fin de semana tuvimos que venir en tren porque el autobús no podía pasar. Llegabas al pueblo, venía 'Piti', el hombre de mantenimiento, con un todoterreno y nos subía». Al estar en plena naturaleza, «desde las habitaciones podíamos ver cómo bajaban los ciervos y jabalíes a la trasera de las cocinas a por la comida de la basura», señala Txus a modo de anécdota.
El exalumno prosigue la ruta por este 'internado fantasma' repasando algunos de los proyectos que han fracasado para el espacio. «El Alavés quiso hacer una ciudad deportiva, luego hubo una propuesta para un campo de 'airsoft'... Pero nada ha salido adelante», se entristece. Breda comparte esa visión subrayando que «hoy día costaría muchísimo dinero hacerlo nuevo, por el sitio donde está, y eso sin contar el edificio de chicas, que era impresionante. El coste sería inasumible. Un balneario, una residencia… Podría haberse hecho cualquiera de estas ideas. Pero esto ahora no lo quiere nadie. ¿Quién va a venir aquí, cuánto dinero habría que invertir? Que se haya dejado morir y se lo haya comido la naturaleza me da mucha pena después de haber pasado aquí cuatro años de juventud y adolescencia muy felices», incide Breda.
Tanto él y sus compañeros lamentan la «mala fama» y las «leyendas urbanas» existentes sobre el centro. «Eso de que era un colegio de pijos y maleantes y un coladero, nada de nada, aquí había que estudiar, si no, no aprobabas», subraya Ricardo. «Después de nosotros, en los 80, el colegio cambió de manos y hubo problemas, pero nosotros no vivimos eso», añaden en alusión a la etapa en la que, tras la expropiación de la empresa de la abeja, el grupo Montessori tomó las riendas del proyecto, renombrándolo como International College Izarra. Las instalaciones se fueron ampliando (se podía practicar hasta hípica), pero llegó un punto en el que, con una deuda de 1.400 millones de pesetas, todo se truncó en 1997, cuando el alumnado tuvo que abandonar el centro en pleno curso. Fueron los últimos estudiantes en estar allí.
Hoy, en los más de 110.000 metros cuadrados que ocupa el recinto solo hay un guardia de seguridad. Quien obtiene permiso para recorrer la zona debe hacerlo con cuidado por los edificios tapiados, arquetas señalizadas, agujeros... «Es muy precario. Es un recinto muy grande y sin vallar, como mínimo habría que cercarlo para evitar que nadie entre o se haga daño. Tener a un vigilante es un gasto inútil», apunta una firma de seguridad consultada por este medio.
En los últimos años han sido muchos los vándalos, curiosos o antiguos estudiantes que se han acercado al lugar. Entre los últimos, Txus, Ricardo y Ramón. «Hace unos años, un excompañero organizó una comida y nos reunimos. Comimos en el pueblo y luego visitamos el colegio. Estuvimos unas 40 personas; vino gente hasta de Canarias».
1966. Es el curso en el que se pone en marcha el colegio de la mano de Juan Gonzalo, director y promotor, con 150 alumnos en terrenos adquiridos a los jesuitas que antes fueron de la familia Oriol.
Con Rumasa y el Opus. Al construir la residencia para chicas, errores en los plazos de entrega y problemas con los pagos acabaron con la etapa del primer director y desde 1975 Rumasa y el Opus Dei dirigieron el colegio hasta la expropiación de la empresa en 1983.
Etapa Montessori. Con la salida de Rumasa, el grupo Montessori se hizo cargo del centro educativo bajo el nombre de International College Izarra, implantando el aprendizaje del inglés y los métodos pedagógicos modernos como bases de la oferta lectiva.
En manos del Alavés. En 1997 la mitad del alumnado abandona el centro por la deuda, de 1.400 millones de pesetas. En el 2000, el Alavés compra los terrenos y edificios por 2 millones de euros. Su intento por crear una urbanización choca con el Ayuntamiento de Urkabustaiz.
Gasto foral y de vigilancia. En 2009, un acuerdo con la Diputación permite recuperar el dinero y pagar las deudas. Según datos de 2018, supone un gasto anual de 350.000 euros para la institución foral. 200.000 debe abonar al Alavés hasta 2032 y 150.000 son para vigilancia.
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