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Tres quirófanos van a estar operativos esta semana en el HUA Txagorritxu y la que viene se incorporará un cuarto. En condiciones normales esta es una no noticia. Hoy tiene otro significado. Marca la vuelta a la 'nueva normalidad' de un hospital que ha sufrido ... una especie de tsunami vírico, que ha sorteado el colapso y que durante los primeros días de la pandemia estaba en las imágenes de todos los telediarios. Hoy se cumplen dos meses desde que se confirmara el primer caso de coronavirus de Álava y también de Euskadi, el de una médico internista, tras el que llegaron más contagios y más focos. Y es que si, como dicen los expertos, en España no hubo paciente cero y el Covid-19 se coló en el país hasta de 15 maneras diferentes, a Vitoria llegó al menos en cuatro versiones -Málaga, Wuhan, Bérgamo y el cementerio de El Salvador- y sin solución de continuidad.
Mientras algunas provincias carecían de casos, aquí se daba ya por hecho el contagio comunitario la primera semana de marzo. Dejaba de tener sentido hacer seguimiento casi detectivesco de cada nuevo contagio. El día 4, tan sólo cinco noches después de ese primer positivo, estaban ya ingresados en Txagorritxu, aislados en una planta específica, 16 pacientes positivos, uno de ellos en la UCI. El 7 de marzo, el coronavirus se cobraba su primera víctima, un anciano residente en un geriátrico privado. Ese día se aislaba la cercana localidad riojana de Haro, lugar de residencia de algunos de las cerca de 60 personas que se contagiaron en un funeral en Vitoria. Tanto en Txagorritxu como en Santiago se suspendieron todas la consultas, cirugías y pruebas no urgentes. Las dos plantas habilitadas en el hospital de referencia para Covid no daban abasto y se abrió una tercera.
Tan sólo dos días después, con los colegios a punto de cerrar, ya estaban aisladas 34 personas y cinco más en la UCI. Médicos, enfermeras, auxiliares, limpiadoras o celadores empezaron a tener síntomas. El material de protección, las famosas EPIs, sólo se utilizaban en las unidades más expuestas y en el resto del hospital aún no era generalizado ni siquiera el uso de mascarillas quirúrgicas. Las centrales sindicales se quejaban del cambio constante de protocolos de seguridad y empezaron a dar la alarma: no llegaba material suficiente. Que los alaveses salgan a las ventanas a las ocho de la tarde a aplaudir les reconforta «pero lo que queríamos desde el principio eran más protección para no ponernos en riesgo ni nosotros ni nuestros pacientes ni nuestras familias», relata una portavoz del sindicato de enfermería Satse. Los responsables de Salud se justifican y achacaron desde el principio la falta de material a un mercado internacional saturado y de feroz competencia.
Covid-19, UCIs, personal sanitario positivo, respiradores, EPIs, neumonía bilateral, residencias privadas y públicas, PCR... Todas estas palabras están en la coctelera de crónicas periodísticas que se escribieron esos días ante las escalada de casos en Vitoria. Los responsables de la OSI Araba, organización encargada de la gestión de hospitales y centros de salud, reorganizaron a contrarreloj los espacios con un doble objetivo: evitar el colapso y salvar las vidas que se pudieran. Intentaron conseguir 20 respiradores más y duplicar las UCIs y colocaron 200 nuevas camas.
La semana que arrancó el 9 de marzo fue infernal, con una media de entre 20 y 30 ingresos nuevos diarios. En Txagorritxu ya había pacientes con coronavirus en seis de las siete plantas y los quirófanos se reconvirtieron en unidades de cuidados intensivos. Santiago recibía también urgencias de pacientes con coronavirus. «Llegaban muy malitos», relata una enfermera de Urgencias del hospital vitoriano más antiguo y que ha vivido en primera persona todos esos días. Los más graves eran los ancianos, a los que el virus devastaba en pocos días y mataba en horas.
Las ambulancias y emergencias no daban de sí con 160 pacientes atendidos en un solo turno y esperas de hasta 14 horas hasta saber los resultados de los test. El fin de semana había 150 personas hospitalizadas. Se formó un equipo de psicólogos para atender al personal sanitario y a las familias de quienes morían solos (ya iban 13). Había que dotar de camas con toma de oxígeno a cada vez más gente. Mientras Fernando Simón o Nekane Murga llamaban a la calma, los médicos del HUA miraban hacia Italia. «Las próximas tres semanas van a ser terribles», señaló un facultativo a este periódico. Los más optimistas de los pesimistas calculaban 1.000 alaveses fallecidos en este primer brote de coronavirus del que aún no se ha salido.
Se cerraron bares, restaurantes, empresas, clubes de jubilados, comedores, centros de día, instalaciones deportivas... Los familiares de los ancianos de las residencias dejaron de irles a visitar. Txagorrixu habilitó camas en gimnasios y capilla y llevó a sus equipos de mantenimiento a Consultas Externas. Los ambulatorios se cerraron también para lo demorable y a los vitorianos con problemas respiratorios se les empezó a remitir a tres centros de salud de alta resolución. Es voz populi que el material de protección se racionaba y había instrucciones de reutilizar mascarillas. Los especialistas y enfermeras de otras unidades se formaron a velocidad de la luz para atender pacientes con el neovirus.
Santiago vació su pabellón B para dar prioridad a los enfermos por el nuevo patógeno mientras Txagorritxu intentaba tener listas para el último fin de semana de marzo las 54 nuevas camas incluida una plaza de UCI en la cuarta planta de Consultas Externas. Ese domingo, la red hospitalaria pública alavesa estuvo al límite, con 379 personas ingresadas con neumonías, las 42 plazas de UCI llenas y 115 víctimas ya que lamentar. Se trasladan pacientes menos graves al hotel Lakua y a la residencia IMQ Igurko (conocida como Clínica Álava).
La red de apoyo ha auxiliado a Txagorritxu. Después de seis semanas de confinamiento social, los casos han caído también en Vitoria, que es una de las ciudades españolas más castigadas por la pandemia con 3.624 positivos confirmados. El balance de ayer era de 84 pacientes ingresados en planta, de ellos 19 en cuidados intensivos, y otros 34 en el Psiquiátrico. Toca recuperar parte de la normalidad también en los hospitales.
A finales de la pasada semana, en Txagorritxu se reactivaron dos quirófanos para empezar a atender cirugías vasculares, de trauma, urología, oftalmología y tumores urgentes. En breve se abrirá un tercero y la semana que viene los cirujanos podrán también operar en otro más. Santiago tiene todos abiertos para cirugías preferentes. También se hacen biopsias.
Ahora bien, antes de operar, cada paciente habrá sido sometido a un test de coronavirus por si acaso es positivo. «Tener circuitos limpios separados de los de los espacios donde se atienden a pacientes con Covid es ahora prioritario, pero nadie espera volver ya a lo de antes, el virus sigue ahí y habrá nuevos picos», señala un médico de la casa. Por si acaso, Consultas Externas reserva esa planta de hospitalización levantada en una semana. Ni los de Wuhan lo igualan.
379 personas estaban ingresadas en los hospitales de Vitoria con graves problemas respiratorios el 29 de marzo, el peor día de esta crisis que debutó en la ciudad hace dos meses.
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