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La red de recogida neumática de basuras de Vitoria, una de las de mayor extensión de toda España y pionera junto a Barcelona y ... Majadahonda, en ocasiones impacienta a los vecinos de los siete barrios en los que está extendida. Atascos, ruidos, filtraciones, mal uso... Son muchas las razones que dos veces al mes impulsan a algún usuario a poner por escrito su queja en el Buzón Ciudadano. Se trata de los casos más graves, en los que el buzon queda días inutilizado, aunque se registran más de un centenar del incidencias al mes (más de 1.400 en 2024), lo que incluye puertas que se cierran mal, pequeños atascos o acumulación de residuos mal vertidos junto al buzón, según datos del servicio de Limpieza.
Un repaso a este altavoz local permite apreciar que las decenas de bocas del sistema se atascan o estropean casi a diario y que detrás de muchas de las averías hay atoramientos causados por un mal uso del punto de vertido de plásticos. «Hay personas que intentan meter sacos con envases y atascan la entrada», se quejó un vecino de Olárizu. Se han visto por ahí listones de madera, sartenes, restos de armarios, tejas, palos de fregonas...
Es una situación idéntica a la que sufren a diario los habitantes de Zabalgana, que han llegado a pedir al Ayuntamiento que se recuperen los contedores de tapa amarilla donde el resto de la ciudad deposita los envases, latas o bricks y evitar así acumulaciones de detritos en sus edificios. En Salburua, a estos problemas se suman los de filtraciones. El pasado diciembre se acumularon «14 bolsas» con restos de comidas y los líquidos «mal olientes» de alguna isla de reciclaje neumático se filtraron por un trastero y parte de los garajes de un edificio, según aseguró otro residente.
En el Casco Viejo se registran quejas por el ruido durante el proceso de aspiración y por constantes demostraciones de incivismo en cantones como el de La Soledad, donde se acumulan las bolsas fuera de los contenedores. Los de Arkaiate no acudieron al Buzón Ciudadano. En su caso ha sido el Ayuntamiento el que ha buzoneado 3.500 cartas para explicarles cómo se deben usar las bocas de la recogida neumática tras haber detectado que en sus buzones se echaba material que no debía estar ahí. La propia alcaldesa, Maider Etxebarria, cifró en un millón de euros más de lo debido el dinero que debe emplear el Ayuntamiento a causa del mal uso de la recogida neumática de basuras.
Año y tres meses después de tomar la decisión de no ampliar la red de 70 kilómetros que ya existe debido a la elevada huella ambiental que deja su uso, los esfuerzos del servicio de Limpieza que dirige el socialista Pascual Borja se centran en mejorar el sistema. Además de campañas de sensibilización, se han colocado sistemas nuevos para regular el uso de energía en las siete plantas succionadoras, correctores de ruido y se ha decidido que en los buzones ligados a seis de las siete plantas sólo entren envases y residuos orgánicos. Las bocas naranjas, por cierto, funcionan también con chip de lectura que graba las aperturas de cara a bonificaciones en el recibo de basuras.
70 kilómetros
de tuberías subterráneas transportan los residuos que generan 110.000 vitorianos hasta siete centrales
La empresa Envac gestiona las centrales, donde saltan las alarmas cada vez que hay un atasco. El Ayuntamiento asegura que el 90% de las incidencias se resuelven en menos de 48 horas. En el caso de una obstrucción, la avería más habitual, elevan la potencia de succión para limpiar las tuberías. Es más costoso resolver roturas o fisuras en las conducciones.
Los primeros buzones de esta red comenzaron a funcionar en 2002 en el Casco Viejo pese a las sonadas protestas de los vecinos de Coronación, barrio que alberga la primera planta succionadora. El objetivo era sacar los camiones de basura de las angostas calles de la 'almendra medieval'. Sus vecinos fueron los primeros en seleccionar sus residuos y depositarlos en los diferentes tipos de contenedores habilitados para ello y una o dos veces al día eran aspirados para ser conducidos mediante tuberías subterráneas a la planta de Coronación. Y de ahí salían en camiones en dirección al vertedero municipal o las plantas de tratamiento de residuos de Júndiz.
Aquella primera experiencia costó nueve millones de euros y desde entonces y hasta la apertura de la última central en Goikolarra en 2020 el Ayuntamiento ha invertido más de 25 millones en las centrales, a los que se suman 2,1 millones de mantenimiento anual.
Siete plantas dan servicio a 110.000 vecinos del Casco Viejo, Salburua, Ibaiondo, Zabalgana, Arkaiate, Mariturri, Olárizu y Goikolarra. Las nuevas urbanizaciones incluyen los buzones y la idea es engancharlos al resto de la red, ya que lo que se hace ahora es renunciar a construir nuevas plantas.
Y es que la factura energética es elevada. A eso hay que sumar, además, los gastos de combustible de los camiones y el añadido de realizar recogida manual en las calles cada vez que un buzón se atasca o se llena de basuras en el exterior. La suma es un nivel de emisiones alejado de los objetivos de desarrollo sostenible que propugna la Green Capital.
La primera en implantar una recogida neumática de basura de España fue la Barcelona de 1992, que instaló este sistema llamado a revolucionar el futuro de la gestión de residuos en plena Villa Olímpica. Con los años, la ciudad ha llegado a contar con una red de 57 kilómetros de tuberías subterráneas que da servicio a Ciutat Vella, Sant Martí, Sant Andreu y Grácia, pero se va a quedar ahí. El Ayuntamiento de la capital catalana ni siquiera la contempla en las nuevas urbanziaciones, aunque como en el caso de Vitoria mantendrá la actual red al menos hasta amortizarla.
La razón de esta decisión hay que buscarla en la factura energética: es más cara. Los indicadores de sostenibilidad flojean y además, según publicaron en su día diversos medios locales, la ubicación de los buzones dentro de los edificios no parece incentivar la recogida selectiva. Asimismo, el paso de los residuos a toda velocidad y los lixiviados desgastan o abrasan las tuberías, lo que ha obligado a la Ciudad Condal a sustituir conductos y también ha cambiado más de 250 buzones de calle por otros que impiden que se lancen a su interior voluminosos que atasquen la red.
En Leganés, directamente han quitado las bocas y han vuelto a los contenedores. La experiencia tampoco funcionó en Palma de Mallorca ni en Sevilla. Por contra, hay ciudades que siguen apostando por este método. Majadahonda va a invertir cinco millones de euros en su modernización, Zaragoza lo ha incluido en nuevas urbanizaciones y la red de Burgos se encuentra en plena expansión.
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