Realidades en dos esferas opuestas
Mobiliario humano. seísmos futbolísticos ·
Tampoco quiere uno caer en la absurda tentación de cotejar el supremo talento natural de Messi con el lema 'la hierba para quien la trabaja' de Manu GarcíaSecciones
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Mobiliario humano. seísmos futbolísticos ·
Tampoco quiere uno caer en la absurda tentación de cotejar el supremo talento natural de Messi con el lema 'la hierba para quien la trabaja' de Manu GarcíaNo invocaré los apellidos de Di Stefano, Pelé, Cruyff, Maradona o el propio Messi como apoyo para escribir cuanto sigue. Pero ha coincidido en la misma semana, Leo ni siquiera entendería lo que digo, el traslado de la pulga atómica de la Sagrada Familia a ... la Torre Eiffel con el conocimiento sobre el destino de Manu García. Aludo, por supuesto, a 'oh capitán, mi…' que tras nueve temporadas en Mendizorroza busca casa a orillas del Mediterráneo oriental. Según el título en versión libre de aquella película 'Tú a París y yo a Limassol', localidades que sustituyen a Boston y California. Tampoco quiere uno caer en la absurda tentación de cotejar el talento natural del rosarino con el esfuerzo cotidiano del exalbiazul. Porque apenas resisten un asalto las comparaciones entre la clase suprema del fenómeno austral criado en Barcelona y el eslogan reivindicativo de 'la hierba para el que la trabaja' que podría aducir el medio centro vitoriano.
Expresadas las distancias siderales entre el astro austral y 'nuestro' brazalete de casi una década, me centro en aquello a lo que remato. Al margen de que a uno y otro les unía el deseo de permanecer donde estaban -Camp Nou y Mendizorroza, respectivamente, al menos esta vez-, se abre el juego de las mil diferencias. Del seísmo público y paranormal que ha supuesto el trasvase de Messi entre la capital catalana y francesa a la discreción con la que dos meses después del agur ha deshojado la margarita el hermano de quien ejerce el cargo de gerente en la asociación comercial 'Gasteiz On'. Del adiós con sordina de Manu, bien desvelado por este periódico, a la traca sonora y excesiva a todas luces (quizá por ello se conozca a París como la ciudad del ahora maldito fluido eléctrico) del advenimiento de Messi a París. Su saludo a la plebe desde una ventana del aeropuerto donde sólo aterrizan los ricos recordaba a la elección papal de su compatriota Francisco. Sólo que Leo llegó a Barcelona procedente de Newell's Old Boys y el sumo pontífice hincha por San Lorenzo de Almagro.
Insisto en que comparar ambas circunstancias, el fichaje intergaláctico por el omnipotente Saint Germain y la firma con uno de los tres clubes principales de la segunda ciudad chipriota, suena a parodia. Pero me vale para distinguir el eco tenue de la marcha de nuestro brazalete a la isla de las muy cuestionables muestras sociológicas que envía a la atmósfera la llegada redentora de Leo al Parque de los Príncipes dentro de una urbe republicana. Personas que llegaron a sumar dos noches apostadas en la terminal parisina de los vuelos privados sólo al alcance de todo menos el pueblo para vociferar jubilosamente el aterrizaje de un futbolista. El mejor, sin duda, pero incapaz -como el 99 coma ídem de la gente- de resolver los enigmas humanos y mejorar a ciencia cierta las vidas del personal.
Imágenes televisivas y fotos de agencias amplificadas por los diarios que evocaban algunas frases lapidarias de Astérix y Obélix, aunque mutando ahora las coordenadas geográficas. El pequeño astuto y su amigo gordinflón repetían hasta la saciedad lo locos que estaban aquellos romanos ansiosos de invadir su aldea gala. Pues así de sueltos deben de andar los tornillos parietales de seres apretujados, boca contra oído y en medio de la pandemia, que saludaban a voz en grito la aparición de un dios habilitado para proporcionar instantes de dicha e incapaz, al tiempo, de solucionar los asuntos trascendentes de los forofos que le aclaman. Aficionados que imaginaban burlar al bicho que nos acecha desde hace año y medio como si el vocablo 'Messi' obrase el efecto de un conjuro sanador. Ni eso, que en sus cabezas tampoco bulle inquietud alguna por la mierda del coronavirus. Lo retan a bocinazos por las calles de París.
Entiendo que el fútbol colorista, estético, eficaz, hermoso y en 3D de Lionel dibuje círculos de bocas abiertas. No que el resultado de sus formidables acrobacias con la pelota depare imágenes subterráneas de la condición humana. ¿Verdad, Manu, que estás en Chipre?
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