Durante la Edad Media la villa guipuzcoana de Tolosa gozaba de algunos privilegios fiscales concedidos por los reyes castellanos (Sancho IV, Fernando IV y Alfonso XI). Pero estas prebendas crearon serios problemas como cuando el recaudador judío vitoriano Jacob Gaon exigió el pago del impuesto ... llamado 'pedido' a los tolosanos. El 'pedido' –petitio en latín- era una contribución extraordinaria que se pagaba a la corona en los reinos de Castilla y León. La primera vez que se puso en marcha fue solicitada por Alfonso VI tras la invasión de los almorávides y la desaparición del tributo llamado las parias que pagaban los reinos de taifas (1091). Y fue un tributo extraordinario para costear la guerra. Al ser una reclamación del monarca se conoció como petitio o pedido forero. A partir del siglo XIII fue un servicio que concedían las Cortes al rey de manera extraordinaria.
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En 1463 reinaba Enrique IV, inmerso en una guerra civil por su sucesión. La necesidad de dinero para sufragar sus ejércitos le obligaba a cobrar impuestos. Los tolosanos no querían pagar y le contestaron al recaudador real que estaban exentos de pagarlo gracias a las disposiciones de la propia corona. Ya fuera por desconocimiento o por orgullo Gaon les amenazó y tras una discusión varios de los vecinos lo mataron, lo decapitaron y expusieron su cabeza en lo alto de una picota, como castigo por haber puesto a Tolosa en lo alto de la lista de recaudaciones. El rey Enrique IV de Castilla, que se encontraba en Hondarribia, se dirigió a Tolosa a vengar su muerte, pero los autores huyeron de la villa al monte, «al otro lado del río». El monarca mandó derribar la casa en la que se había cometido el crimen. No llegó a ordenar ejecutar a los autores ya que antes de atraparlos le llegó una petición de las Juntas de Guipúzcoa que le rogaba perdón para los tolosanos, y le exponían el argumento de la exención. El rey reconoció que los vecinos tenían razón: no tenían que pagar.
¿Pero cómo se llegó a una situación tan tremenda que había acabado con el linchamiento de un funcionario real? Durante la Edad Media una de las comunidades culturales y religiosas repartidas por Europa, África y Asia fue la de los judíos. Tenían un idioma específico, el hebreo, y profesaban una religión diferente a la cristiana y a la musulmana. Todos los reyes cristianos les permitieron establecerse en sus ciudades y villas. Era una minoría protegida por los monarcas a la que se le consintió levantar sinagogas, disponer de organizaciones religiosas autónomas como las aljamas y ejercer el préstamo con interés, la recaudación de impuestos, actividades artesanales y comerciales y servicios sanitarios.
Navarra es el primer territorio en el que se registran comunidades hebreas desde el siglo XI. Cuando Alfonso X el Sabio manda urbanizar La Cuchillería, la Pintorería y la Judería en 1256, está reconociendo la pujanza de un grupo de vecinos que viene asentándose desde la fundación (1181). Vitoria, Laguardia y Salvatierra llegan a tener juderías importantes. En Salvatierra vivían en el barrio de Arramel también llamado Urdain gutxi (Poco tocino).
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Entre 1366 y 1371 la judería de Laguardia supera los 200 individuos. En Vitoria se podían contar unos 300 en torno al año 1470, lo que suponía el 6,5% de la población. Álava registraba 20 lugares con vecinos judíos frente a los 4 de Bizkaia y los 3 de Gipuzkoa.
Aunque estaban protegidos por las leyes y por los monarcas, la convivencia con los vecinos fue tirante. El clero era el principal acicate contra un grupo que se consideraba el pueblo elegido y se dedicaba al préstamo usurario del dinero, una actividad prohibida por la Iglesia.
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Desde el siglo XI los papas fomentan actitudes antijudías, especialmente a partir del movimiento de las Cruzadas. Es corriente tomar medidas discriminatorias hacia los hebreos en los concilios, que impregnan en las clases campesinas y humildes. En el siglo XII ya se producen asaltos a las juderías en Alemania y Francia. También hay una revuelta contra ellos en Sahagún en ese tiempo.
A mediados del siglo XIII se asalta la judería de Tudela y la aljama de Pamplona también sufre el acoso de los vecinos cristianos en 1276. En Vitoria ocurre un suceso violento contra su aljama en 1288, tras un robo en ella, motivo por el que los reyes castellanos redujeron a la mitad el impuesto que depositaban para las arcas regias.
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En 1332 el concejo vitoriano conseguía de Alfonso XI una carta real en la que se prohibía a los judíos de Vitoria realizar préstamos usurarios. El sentimiento de desprecio hacia los llamados 'deicidas'- se les culpaba siempre de la muerte de Jesucristo- era general y hasta el mismísimo Pedro López de Ayala, el canciller, los retrataba en sus libros de «ávaros y opresores al servicio de la monarquía».
A finales del siglo XV el concejo de Vitoria redactó unas ordenanzas por las que se prohibía a los judíos estar en el claustro o en el pórtico del monasterio de San Francisco mientras se celebrasen actos litúrgicos.
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Las ordenanzas municipales de Vitoria de 1428 exigían a los judíos que llevasen señales coloradas, así como que se arrodillasen ante la Cruz o el cuerpo de Cristo en los días de procesión. En esas mismas fechas conocemos los nombres de 53 varones, cabezas de familia judíos, que se juntaron a toque de corneta para tratar asuntos que afectaban a la aljama. ¡Ojo! Algunos apellidos de aquellos judíos vitorianos siguen con nosotros: De la Cal, del Valle, Mijancas (pueblo de Álava), Salinas, Cobo, Nieto, Tello o Casado.
También se difundió un bulo, la idea de que a finales del siglo XIV los judíos de Vitoria habían posibilitado la entrada en la villa a los ejércitos del Duque de Lancaster, que se sabe colaboró apoyando a Pedro I en la guerra contra su hermano Enrique de Trastámara. En opinión de Fray Juan de Vitoria, que recogió este testimonio en 1591, este fue el motivo argumentado por la comunidad cristiana para prohibir a los descendientes de judíos convertidos al cristianismo ocupar puestos políticos en el Ayuntamiento de Vitoria.
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Pero la presión creció hasta hacerse insostenible. En 1488, apenas cuatro años antes de la expulsión, los propios hebreos vitorianos se quejan ante los reyes de los ataques a su comunidad. Según recoge Ernesto García Fernández en su libro «Historias vascas» (Betagarri Liburuak, Vitoria 2023), se cuentan las agresiones de las que eran víctimas: «diziendo que avían seydo e heran muy maltratados por los vecinos e moradores de dicha cibdad de Vitoria, apedreándolos e descalabrándolos por las calles donde andavan injusta e non devidamnte e deziéndoles muchas menguas e deshonras syn ninguna cabsa, a aún iendo de noche a la judería, después que los judíos son encerrados en sus casas, e quebrantarles las ventanas a pedradas. E lo que peor hera que avía acaecido estando los judíos en su sinagoga faziendo oración entraron los cristiano arrebocados donde estaban las judías e escupirlas e darles de puñadas e coces de tal manera que los dichos judíos e judías non osaban estar en su judería nin bevían seguros….»
Como se ve y ha sido estudiado en profundidad por muchos investigadores y escritores como Paloma Díaz Más, José Ramón Díaz de Durana o Ernesto García Fernández, los episodios de odio a los judíos se sucedieron, incluso contra los conversos. Pero eso dará pie a otra historia perdida.
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