Ramón Loza | Historiador y arqueólogo
«Siempre me ha molestado que para estar cómodo aquí tengas que vivir en un rebaño»Secciones
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Ramón Loza | Historiador y arqueólogo
«Siempre me ha molestado que para estar cómodo aquí tengas que vivir en un rebaño»Ha observado Vitoria desde estas páginas durante 30 años. En este tiempo siempre ha buscado agitar al personal con su mirada incómoda, afilada, a ratos ácida. El historiador, arqueólogo, querido profesor y devoto vitorianísimo Ramón Loza (Vitoria, 1951) es, sin duda, un necesario referente ... intelectual de la ciudad. Aquí y ahora se despide de los lectores de EL CORREO, «un periódico que me ha dado la oportunidad de tener opinión, no solo sobre la ciudad, también sobre temas que afectaban a la sociedad, especialmente a la sociedad vasca».
- En estas tres décadas, ¿ha cambiado más el paisaje o el paisanaje de la ciudad?
- Mi paisanaje no ha cambiado tanto porque ha ido conmigo, hemos ido creciendo juntos. Los de mi edad formamos parte de un concepto que no me gusta para nada, pero que no puedo evitar que es el de 'VTV'. Si uno ha nacido en la calle San Antonio y ha vivido su infancia en la Virgen Blanca...
- ¿Libra un 'tour de force', una lucha interna, contra esa condición de vitorianico de toda la vida?
- Sí, porque uno lo que es no puede dejar de serlo. Pero sí puedes dejar de estar, que es lo que te condiciona. Me gustaría aprovechar la ocasión para decir que si algo no he admitido es la imposición. He tenido la suerte de gozar de una gran libertad personal.
- ¿Siempre se ha sentido libre de decir lo que le ha venido en gana?
- Siempre. He tenido la suerte de tener una profesión en la que he tenido libertad de cátedra absoluta. Y luego, encima, he tenido el complemento de tener opinión en un medio que me ha dado también esa libertad. En los dos casos me he podido permitir ser algo excéntrico, incluso yo diría que hasta algo subversivo...
- Da la sensación de que algunas de sus columnas están escritas desde el deseo, para nada disimulado, de atragantarle el primer café de la mañana al lector, de incomodarle un poco.
- ¡Pero sólo un poco!, que yo nunca he querido que nadie se atragante y tenga que acabar en Txagorritxu. Es verdad que me gusta mucho la ironía, la mordacidad. Me gusta pensar que para leerme el lector se ha tenido que esforzar, que ha tenido que adivinar qué es lo que estoy diciendo detrás de lo que estoy diciendo.
- Como cuando se le ocurrió soltar que habría que tirar el Casco Viejo para que fuera antiguo, pero habitable.
- Eso lo escribí hace 30 años. Y tenía toda la razón. Con eso me puse metafórico, pero lo que quería decir es que hay edificios que no eran antiguos, eran viejos, eran malos y que había que hacer una rehabilitación con sentido común.
- No dirá que aquello de que había que echar abajo la Catedral vieja no fue una boutade.
- ¡Ahí sí que fracasé! Pensé que era evidente lo que quería decir: que si nos gastábamos tanto dinero en mantener la catedral, que, al menos, luego no se le devolviera al obispo. No me hicieron caso.
- En una ciudad pequeña tiene mérito soltar perlas así. ¿Algún crítico le ha llegado a increpar mientras poteaba?
- Recuerdo una vez que había una campaña muy fuerte contra Garoña y por la Cuchi me vinieron un par de chavales. ¡Y eso que no recuerdo si estaba a favor o en contra! A mí lo que siempre me ha molestado es eso de que, para estar cómodo aquí, tengas que estar en un rebaño. Y luego el momento más duro fue cuando me posicioné claramente en el tema de ETA, ahí ya me dio un poco de miedo y, sobre todo, rabia. Cuando nos pusimos cuatro o cinco en Correos con la pancarta de Gesto por la Paz. Estábamos muy, pero que muy solos.
- Y ahora parece que todo el mundo estuvo ahí...
- Pero no. ¿Qué pasaba con la sociedad? ¿Por qué estábamos un grupo tan pequeño sintiéndonos ridículos? Y todavía hoy en mi atmósfera, en mi entorno, sigo notando una falta de apoyo.
- Vitoria acaba de sacar adelante unos presupuestos con socialistas, nacionalistas y abertzales como socios.
- (Sonríe). Bueno, de eso yo ya no voy a tener que escribir.
- ¿Cómo digiere un 'VSTV', un vitoriano socialista de toda la vida, un pacto así?
- (Piensa) No consigo tener ni siquiera empatía con ese mundo (la izquierda abertzale). Yo conocí a Fernando Buesa y, sobre todo, a su escolta (Jorge Díez Elorza), que fue alumno mío, pero no un alumno más...
- «Vitoria tiene que ser, antes de nada, Victoria, la que vence, entre otras cosas, sobre la aldea de Gasteiz». Esa frase suya pide mármol.
- ¡Hombre! Es que Victoria es un nombre sonorísimo, que permite hacer una composición musical sobre ella. Y Gasteiz es de, las aldeas, la que menos se ha perpetuado. Pero como sonaba muy vasco, se resucitó una aldea que estaba muerta y bien muerta.
- ¿Siente que, con sus opiniones, ha influido en la decisión de algún alcalde?
- No. Y eso que he podido influir más directamente. Gorka (Urtaran) fue alumno del instituto y Maider (Etxebarria) es la hija de un amigo mío, que era un jugador de baloncesto extraordinario.
- ¿Quién ha sido el mejor alcalde de Vitoria de estas décadas? Todas las ciudades tienen su gran regidor: un Azkuna, un Tierno Galván... ¿un Cuerda?
- Esto no me importa decirlo, porque lo he escrito más de una vez. Cuerda cometió errores irreparables.
- ¿Por ejemplo?
- Invertir en lo que para él era algo muy importante como fueron los centros sociales a cambio de vender suelo y hacer caja, de manera que se encareció la vivienda. Aunque tuvo buena voluntad, para mí su política social tuvo un efecto perverso. Entonces, para mí no es el gran alcalde la ciudad. Prefiero pensar que cada uno ha sido el mejor a su manera...
- Esa respuesta es un poco...
- Muy de alavés.
- Pero usted no es precisamente falso y cortés.
- ¡Según y cómo! (Ríe) Alfonso Alonso creo que tuvo comportamientos como alcalde muy correctos. Y todavía hoy no puedo entender de qué manera perdió la alcaldía el que tuvo que ser el alcalde, que era el señor Maroto. Como publiqué, esa noche Gorka Urtaran lo tuvo que pasar muy mal... Luego acabó aprendiendo el oficio. Y, cuando lo había aprendido, su encargado le dice... ¡Pues no! Es lo malo de estar en los partidos.
Muchos todavía recuerdan aquellas clases suyas en el Instituto de Los Herrán. Hasta los que se llevaban algún cate, hasta los de la última fila, esos que acostumbraban a sestear en las horas de las asignaturas más ladrillo, aguardaban la hora de Loza. Él es uno de esos profesores que dejaban huella, se desvivían, ante todo, por hacer que los jóvenes pensaran por ellos mismos. «Para mí lo que de verdad tenía mérito era ponerme todos los días ante 30 muchachos y muchachas para que se interesaran por lo que trataba de explicarles».
- ¿Echa de menos impartir clases?
- No. Igual que hoy estoy cerrando una época, esa también la cerré en su día.
- ¿Cree que conectaría con los adolescentes de hoy en día?
- ¡Claro que sí! Ahora, al tonto que dejó que entraran los móviles en clase.... Me jubilé hace diez años y ya entonces me parecía que no tenía ningún sentido.
- ¿Comparte esa idea de que los adolescentes de hoy son la peor generación de los últimos años?
- Eso sólo lo puede decir alguien que no sabe de lo que está hablando. Hay un problema. La enseñanza obligatoria es una putada para el chaval que no quiere estar ahí y eso revierte en el maestro. No se puede tener en el aula a un chaval que no quiere estar ahí.
- Precisamente ahora se habla de extender esa educación obligatoria.
- Pues ellos sabrán quién va a dar clase. ¡Tendrán que llevar a la Policía Nacional!
- Como arqueólogo, cuando dentro de 300, 400, 500 años nos excaven, ¿qué dirán de nosotros nuestros restos?
- Desde mi punto de vista, notarán una sociedad que hacía grandes esfuerzos para estar socializada, para superar lo que, como arqueólogos, sabemos que ha sido lo habitual en las sociedades antiguas. Yo le llamo 'socialidad', que la palabra socialismo está muy desgastada. Aunque pueda parecer mentira, es justo decir que nunca antes ha podido vivir tanta gente. En las sociedades antiguas era muy, muy complicado vivir sobrevivir.
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