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En España, bendita tierra donde puso su trono el amor, solo en ella el beso encierra armonía, sentido y valor. La española cuando besa es que besa de verdad y a ninguna le interesa besar por frivolidad... Le puede dar usted un beso en la ... mano. Puede darle un beso de hermano, así la besará cuando quiera, pero un beso de amor no se lo da a cualquiera'.
Al final, en muchos casos, todo se reduce a lo que viene a ser la propia ignorancia. A veces justificada por la edad. Si el antiguo presidente de la Federación Española de Fútbol hubiera sido más viejo, o más culto, hubiera conocido de sobra esta canción y se hubiera abstenido. Aunque tengo que decir en su descargo, además de la edad, o de no ser forofo de Manolo Escobar, que, beso, de verdad, beso no sé si llegó a tanto. Un ósculo sí hubo, eso es evidente, pero por razones etimológicas, puesto que supuso un contacto entre bocas, 'os-oris', boca en latín, pero no sabría yo decir si se podría catalogar al contacto bucal de beso, sensu estricto. Ha habido cierto acuerdo al respecto de que se trató de un pico. ¿Pero, un pico de amor, o un pico de hermano?
El responsable del beso-pico ha añadido una tercera posibilidad: el beso de padre a hija, intentando justificar lo injustificable. Porque evidentemente, la jugadora no era su hija. Era más bien una empleada a sueldo no digo que suyo pero sí de la institución que preside.
Es verdad que, sobre todo últimamente, se maneja mucho el concepto de 'familia' cuando se habla de equipos colectivos de fútbol, baloncesto... En consecuencia, los componentes de esas pretendidas familias piensan que pueden comportarse con familiaridad entre ellos/ellas. Tanto los/las jugadores como todo el que tiene algo que ver, el staff, vamos a decir. Cuando el equipo gana, todos se abrazan, forman piña, sin importar demasiado que unos sean ellas, otros ellos...
Es posible contemplar la actuación del besador, picoteador, bajo esta perspectiva, el ambiente de familiaridad. De ahí que se defienda en ese sentido paterno filial. Pero se equivoca.
Aun en el supuesto de que le hubiera preguntado a la jugadora si admitía su ósculo, ella lo niega, no lo habría hecho como padre, como hermano, tampoco en plan amoroso, supongo, sino como la autoridad representativa con la que estaba investido por su cargo. Por lo que, aun en el supuesto de admitir el supuesto, su comportamiento hubiera sido el de padre, pero el del padre de la película 'Padre padrone' (Hermanos Taviani, 1977), que tanto nos sensibilizó a muchos sobre cuáles debían ser los parámetros justos de esa relación.
El presidente era 'el padrone', no he dicho 'el padrino', como algunos afirman. Podía sentirse padre, pero padre con autoridad. La jugadora no tenía la más mínima posibilidad de negarse, en el caso de que se le hubiera solicitado el plácet.
Ha costado tiempo, y aún colean las dificultades de conseguir una buena legislación al respecto, pero hoy en día la sociedad tiene asumido que, siempre que haya una relación de superioridad entre un hombre y una mujer, si éste la ejerce de la forma que sea para conseguir un objetivo sobre ella, no solamente el sexual, cualquiera, no estando ella en disposición de evitarlo ni siquiera con un NO, el resultado es un delito de violencia. Esto por una parte.
Por otra. Hay generaciones enteras que desconocen qué son las 'ladillas', en parte porque ya no se hace la mili, que era donde más se cogían, también en los vestuarios de fútbol. Son unos bichitos que apenas si se ven, que tienen tendencia a vivir en los testículos y que producen picores. Las 'ladillas' son molestas, nada más. Y dan origen a un tic muy masculino que consiste en tocárselos con el ánimo de espantarlas, cosa que no se consigue tan fácilmente.
Cuando le vi al presunto besucón agarrándoselos de forma tan evidente, pensé en las 'ladillas'. No me pude imaginar otra cosa. Pero, como me dicen que ya no hay, 'ladillas', al menos en su forma original y animal, he tenido que sumarme a los que opinan que el gesto fue una ordinariez y me he tenido que poner en modo semiserio, para tratar de explicarle algunas cosillas que, al parecer, desconoce.
Que, el gesto de tocarse los cojones, así, es algo que todos reconocemos perfectamente como propio del machismo más rancio. Pero que, en su caso, lleva el añadido de incorrección muy grave, pues lo hizo en el cumplimiento de una representatividad ejercida como mandatario que lo era en ese momento al servicio del Estado. Y esto no puede ser pasado por alto. Porque fue una ofensa para todas las personas allí presentes y que, en ese momento, eran la representación, incluso al más alto nivel, del Estado al que estaba, en teoría, sirviendo. Pero también porque nos ofendió a todos los ciudadanos, hombres y mujeres, que no tenemos por qué aguantar semejantes majaderías.
Por cierto, ya puestos, quiero aprovechar para dar un consejo que para mí no tengo. Las autoridades representativas de las sociedades deben evitar ponerse a tiro de situaciones que puedan resultar incómodas para aquellos a quienes representan. La reina de España nunca debió ser una más de las chicas campeonas, ni saltar ni nada con ellas. Ella a lo suyo, a mantener la dignidad propia de su Estado que es el de todos. El diputado general de Álava nunca debió convertirse en un 'hooligan' alavesista por más que el ascenso nos emocionara a todos. Él, a lo suyo, a lo de ser la figura viviente y eterna con la que sus antepasados en bronce simbolizan la historia más digna de nuestro territorio.
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