En el barrio de Coronación
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En el barrio de Coronación
El Ramadán más solidario de VitoriaAnochece en Portal de Arriaga. La calle comienza a bullir. Decenas de musulmanes salen a la calle. Forman corrillos. Llevan desde el amanecer sin probar alimento sólido y ni gota de líquido. Es la ley del Ramadán, que conmemora cada año la revelación del Corán. ... Varios de esos vecinos enfilan hacia la cercana calle de Julián de Apraiz, en el corazón de Coronación, uno de los barrios de oro de Vitoria. Se detienen ante la lonja del número 7, donde Mounir y Jaffar guardan la entrada. Les reciben llevándose la mano al corazón.
Ambos son voluntarios de la asociación cultural Ibn Battuta, una de las más potentes en el panorama marroquí local de la mano de su medio centenar de socios. Hace siete años de su desembarco en el barrio más mestizo. Hace siete años que su espaciosa sede muda en rincón solidario durante las treinta jornadas de ayuno diurno obligatorio para los seguidores de Alá.
Al caer la noche, por fin pueden rehidratarse y llenar el estómago. Y en el local de Ibn Battuta (nombre que hace referencia al Marco Polo marroquí) ofrecen viandas gratis. La iniciativa se alumbró para ayudar a los «paisanos» sin recursos o sin familia en el término municipal. Gracias al boca a boca, con el tiempo se unieron creyentes de otras nacionalidades. Es jueves y por la estancia se dejan ver un senegalés, un marfileño, un par de vascos y hasta un argelino, país con el que la relación marroquí es cuando menos tirante.
Este Ramadán, entre 120 y 160 personas acuden cada noche. 4.500 raciones en 30 días. Y todo sale de los bolsillos del medio centenar de socios. Son gente humilde. Carpinteros, fontaneros, operarios, camareros. O pintores, como su secretario, que responde al nombre de Othman Haddad. «Cada uno aporta lo que puede», sitúa. Esta vez han reunido 6.000 euros, a los que suman otros 3.000 entre aportaciones monetarias y el género donado por un número indeterminado de conciudadanos conocedores de la iniciativa. 9.000 euros en total.
«Todo esto es posible gracias a la solidaridad de mucha gente. La verdad que te sientes muy bien», continúa Othman, con una perenne sonrisa de oreja a oreja.
Sirven un menú modesto pero contundente. La chebakia (sopa de alto poder nutritivo), leche, zumo, agua, dátiles, huevos duros, pan y la chebakia (dulce típico de estas fechas). Un chute de calorías. Para la logística, los voluntarios de Ibn Battuta se organizan en grupos de cinco. «La única obligación es venir un día a la semana, prepararlo todo, recoger y limpiar».
Son las 20.30 horas. Las mesas corridas comienzan a llenarse. Dos enormes banderas marroquíes presiden el lugar, reformado hace escasas fechas. Algunos se presentan con bolsas, reciben sus raciones y se marchan. La mayoría prefiere compartir mantel. Eso sí, los hombres por un lado y un pequeño grupo de mujeres y menores por otro.
«Estudio un Grado superior en Telecomunicaciones e Informática en Arriaga. Vivo solo en un piso con unos compañeros. Así que me parece una gran idea», sintetiza Aiman, de 21 años de los que casi tres han sido en la capital alavesa.
«Fíjate que todo empezó casi como una broma, pero ahora no concibo estas fechas sin ayudar a los demás. Es un poco agotador pero compensa», se felicita Othman. A unos metros, tres compadres de mediana edad remueven la sopa cocinada en un perolo enorme. Uno, Mohamed ha participado en el operativo desde el inicio, el 11 de marzo. «En casa casi me echan pero ya saben dónde estoy», bromea. «Muchos lo pasan mal, están sin familia. Aquí se sienten como en casa. Están contentos y nosotros, igual. Te lo agradecen mucho», expresa.
Los comensales aguardan con paciencia hasta las 20.41 horas en punto, momento en que oficialmente anochece. Ahí empiezan a comer en un ambiente distendido. «Te sientes muy bien porque lo hacen de corazón», alaba Lamine, senegalés que gasta unas molonas gafas vintage.
«Me enteré por un amigo marroquí, me parece muy interesante. Cuando no trabajo por las noches vengo», abunda Lamine, de Mali. «Es una buena idea. Da igual la nacionalidad, todos estamos unidos por la religión», sella Akash, oriundo de Pakistán.
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