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Desde el sábado, los partes meteorológicos han registrado continuos récords alaveses. Claro que localidades como Salvatierra, Santa Cruz de Campezo o Antoñana habrían cedido gustosamente el honor de ser los pueblos más fríos de Euskadi. -6,2 grados bajo cero el miércoles, -6,1 el ... martes o los 4,7 grados negativos del pasado domingo han marcado una semana de calefacción, chimenea y mantita para unos vecinos que, no obstante y muy a su pesar, están acostumbrados a que 'refresque' de lo lindo. EL CORREO se ha dado una vuelta por la zona Este de Álava, esa de brumas matinales, solecito de media mañana y una 'rasca' del carajo -perdón la expresión- por la noche.
En Salvatierra, Jaber tiene una tarea que hacer todos los días antesde empezar su jornada: raspar la helada de su vehículo. Aunque reconoce que le «gusta el frío», este condiciona su rutina diaria. «Siempre tengo que salir quince minutos antes para calentar el motor y quitar el hielo del parabrisas». Lo hace ataviado con «un buen pantalón, una chaqueta gorda y echarle arrestos. No nos vamos a quejar en invierno, ¿no?», dice con lógica aplastante. A pocos metros de allí, Isabel vende lotería en un quiosco de la ONCE y comenta que con sus vecinos tiene un tema de conversación recurrente: «Aquí siempre se quejan del frío, sobre todo la gente mayor. En verano, también». Mientras tanto, Amelia y Arantxa mantienen una conversación en la plaza del pueblo sobre la reciente bajada de temperaturas. «Es nuestro tema favorito, porque nos estamos quedando como chupetes», apunta una de ellas, que se lo toma con buen humor. «Vámonos a casa que es donde mejor se está» responde la otra. «La mejor manera de combatir el frío es estar en casa y disfrutar del calor de pecho ajeno», se carcajea.
Miguel Ángel es un agricultor de Maestu y con su tractor ara el terreno para preparar próxima siembra. Como su forma de vida está en el campo, al aire libre, sobrelleva la meteorología con resignación. «Hay que tener cuidado con las zonas de sombra. Allí dura el hielo mucho tiempo», explica con el motor de su vehículo permenentemente en marcha.
Igual de habituado al exterior está Óscar, vecino Campezo. «Bueno, hace frío, pero no es excesivo». Este joven valiente sale todos los días de madrugada para pasear por los montes de la zona con su amigo canino, al que protege con un cuello de tela. «Lo suelo sacar a las cinco o las seis de la mañana y no hace tanto frío como parece. Tengo la impresión de que la temperatura baja justo cuando amanece». Asegura que no le importan las heladas porque «cuando salgo a andar voy rápido. Enseguida entro en calor y empieza a sobrarme ropa. Claro que si te paras la lías».
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Feli y Fernando son vecinos también de Campezo y podría decirse que en su caso son unos adictos a la estufa de leña y al calor de la lumbre en casa. «Él es el encargado del fuego y estos días no ha parado en todo el día. Cada dos horas mete un tronco al fuego». Sin embargo, la pareja ya tiene una edad y para los trabajos más físicos necesitan la ayudade su nieto Mikel, que acude a echar una mano siempre que le necesitan. «Un poco de ejercicio con los troncos no está mal».
Antoñana es un pueblo pequeño y los jóvenes no disponen de muchas alternativas de ocio. La lonja constituye su lugar favorito de reunión y ahora han colocado unas lonas para combatir el frío. También han llevado una estufa eléctrica. «Pero ni por esas», dice Jone. «Aquí hace un frío que pela. Estamos un rato, pero el radiador no calienta casi». No es extraño, por tanto, que algunos días acaben refugiándose en el bar al calor de una taza de chocolate con churros.
Arantxa, Salvatierra «Lo mejor es estar en casa y disfrutar del calor de pecho ajeno» (risas)
Jone, Antoñana Pese a las lonas, mantas y un radiador, en la lonja de los jóvenes «hace un frío que pela»
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