Un queso alavés conquista los ‘Oscar gourmet’

El galardón es uno de los más codiciados entre los productores de todo el mundo. En esta edición, el queso alavés ha competido con otras 12.366 exquisiteces internacionales, que han catado los expertos en los últimos meses. De todas las delicias, el jurado ha incluido al ahumado de la quesería de La Leze -que forma parte de la asociación Artzai Gazta- como uno de los 150 mejores alimentos del mundo y le ha otorgado las tres estrellas, que reconocen a un producto como exquisito, por delante de los ungidos con dos estrellas, que ‘condecoran’ a un alimento considerado excepcional y una estrella para los «simplemente deliciosos».

En la sabrosa despensa, repleta de alimentos conservados a la rutilante luz de las tres estrellas Great Taste, se encuentran delicatessen como las ostras del Pacífico, el duckstrami -una suerte de pastrami, pero de pato- que sirven en The OldBarn Smokery, del condado de Essex, el ajo negro de los británicos Joli -¡Como se enteren los de Las Pedroñeras!- o el vodka de cardamomo Curio. Y sobre todos ellos, sobre tragos y bocados dignos de un banquete nivel sultán, destaca el intenso aroma del queso de los pastores de la localidad alavesa de Ilarduia, con ese toque ahumado suyo que sólo se puede conseguir tras hacer crepitar espinos y hayas del entorno de la sierra de Altzania.

Precisamente el ahumado de la corteza natural del Idiazabal de La Leze fue determinante a la hora de seducir a los expertos catadores del certamen, que supieron valorar la «gran personalidad» del laureado queso. Y eso que el ahumado en los lácteos no es, ni de lejos, una virtud para el paladar británico, que acostumbra a percibir en la técnica una especie de treta para tratar de esconder defectos en el producto. Desde luego, no es el caso. Las papilas de los jueces se tuvieron que rendir al sabor sin parangón del manjar, que en el momento de la cata llevaba tres meses madurando.

«Conseguir las tres estrellas con uno de nuestros quesos es emocionante y gratificante, es una recompensa al día a día de trabajo duro cuidando las ovejas», contaba ayer, emocionada, Elisabeth Gorrotxategi, la maestra quesera, a las puertas de su caserío. Y todavía puede que su criatura con corazón de leche cruda y corteza tiznada se haga con el Supreme Champion (campeón supremo), el título que reconoce al mejor alimento del año y que en la pasada edición recayó en un costillar asado de ternera Glenarm Shortorn. Pero Elisabeth, modesta ella, prefiere «mantener los pies en el suelo» y seguir a lo suyo, a su glorioso queso. Para el que hay que tener mucho cuajo.