Las empresas de Júndiz conviven con los trompos

«Antes dicen que eran quedadas propiamente dichas, con alcohol, música y demás. Ahora son encuentros rápidos, de 30 o 45 minutos antes de que llegue la policía», señala. A Barreiro le acompaña Paco Liébana, un transportista jienense afincado en Nanclares de la Oca, que señala que los trompos y las carreras no son algo que se ciña a Júndiz: «En Subillabide también salen algunas noches». Barreiro, que algunas noches hace guardia, afirma que él mismo ha sido testigo de coches haciendo maniobras peligrosas alguna noche. «Recuerdo una vez que me encontré a un coche dando vueltas del revés en la rotonda de la plataforma logística de Mercadona», rememora.

En el polígono industrial de Vitoria no había otro tema de conversación en bares y restaurantes. Begoña, la responsable del bar Lermanda, entró a trabajar a las cuatro de la madrugada y asegura que vio «luces de policía o ambulancia», pero no sabía que la causa era el fatal accidente. «El cuerpo se me ha quedado cuajado cuando me he enterado», sostiene.

A lo largo de la mañana de este sábado, además de los medios de comunicación, también se desplazaron al lugar cuatro agentes del cuerpo de Miñones, que echaron un vistazo tanto al punto del fatídico accidente como a la rotonda en la que, más abajo, un coche colisionó contra la torre de alta tensión ubicada en una rotonda durante la madrugada del jueves al viernes.

Un empleado de Pferd Rüggeberg -la histórica Caballito- que prefiere no dar su nombre llegó ayer a trabajar a las seis de la mañana. Para entonces, «sólo estaba el BMW con el morro hundido». La última carrera que recuerda este trabajador «fue el día 29» de diciembre. José Miguel Obanos, que trabaja en la entrada del parking del CTV, recuerda otra «el 31, en Nochevieja».

Uno de los modelos que más se ve, señala Manuel, un empleado de Seguridad en la plataforma logística de Correos es «un BMW». Quienes se enteraron, como Begoña, lo hacen de oído, no de vista: «Pasan muy rápido, casi no los ves». La última vez que Manuel oyó algo «fueron trompos», pero admite que «no salimos a decir nada para no meternos en problemas». «El coche sirve para llevarte, pero es una máquina de matar si lo usas mal», señala Begoña mientras barre su terraza.