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Un viernes o un sábado cualquiera, invierno o verano, con buen o mal tiempo. El Indartsu siempre está lleno. Los clientes no sólo atestan el interior de este pequeño bar del mercado de Gazalbide, sino las decenas de mesas que se alinean en el exterior, ... a lo largo del pasillo peatonal de uno de los laterales de este centro comercial y sede de sociedades gastronómicas. Allí van deportistas de los equipos del San Viator o San Andrés, sus padres, amigos, vecinos y parroquianos diversos; cientos de personas que convierten este rincón en una escie de club social del barrio. El artífice de este éxito es Jesús Mediavilla (Zumárraga, 1964); o sea, Chuchi, un culo inquieto. Lo demuestra el hecho de que los cientos de horas de trabajo que requiere un bar, cualquier bar, no le han impedido dedicarse con ahínco a la escritura. En agosto publicó el primer libro de otros tres que tiene en reserva. '13 relatos sin piedad' es su debut literario con la editorial Círculo Rojo: 221 llevaderas páginas a 16 euros el ejemplar que el autor vende en su propio establecimiento. Con éxito, claro.
- ¿Por qué '13 relatos sin piedad' si el libro se compone de 17 cuentos?
- Porque en 13 muere gente. Me gustaba jugar con el título de un clásico del cine, '12 hombres sin piedad' (Sidney Lumet, 1957), una película que me encanta. Y como en los cuentos algunos de sus protagonistas no acaban bien, pues me decidí por ahí.
Los relatos de Mediavilla se leen con facilidad. En su mayoría son «vivencias» propias que disfraza con elementos de su imaginación. De fondo subyace el deseo de componer finales con gancho o de deslizar algún mensaje. Por ejemplo, el cuento en el que un estafador narra su vida y logra salir libre de todos los atolladeros, aparentemente.
«Escribo de cosas que me llaman la atención o me motivan. Hay viajes, una historia de montañismo, una mascota... En fin, muchas cosas que quería exponer en un papel». Pero, ¿un hostelero-escritor? ¿Qué combinación es esa? «Durante la pandemia cayó en mis manos un manual de escritura de un amigo y ahí empecé a interesarme por la Literatura». Hasta hoy.
Las frases, las oraciones y los cuentos no salen de un tirón, como bien sabe cualquier juntaletras. Al contrario. «He escrito y reescrito los relatos hasta 20 veces. Si pudiera volvería a cambiar algo, pero en algún momento tenía que parar». A aquel primer manual de escritura le siguieron otros y muchas lecturas de autores clásicos y premios Nobel. «También tuve que aprender Gramática, porque en el colegio siempre 'pencaba' Lenguaje». Así se fueron liando las cosas hasta tener material para un libro -«me habrá costado tres años». Y luego otros tres. La publicación de este primer volumen surgió por casualidad. «Un amigo publicista y que trabajó en Planeta entregó en la editorial el libro sin decirme nada. Ellos no publican relatos, pero lo remitieron a Círculo Rojo, que me dio la oportunidad de sacarlos. La primera edición ha salido con 320 ejemplares, pero con el 'boca a oreja' ya he vendido más de 180».
Hay una pregunta que sobrevuela toda la conversación. ¿De dónde saca tiempo para ponerse al teclado? -«al teclado, no. Solo escribo con pluma, siempre la misma»-. La respuesta tiene dos partes. Para la primera hay que remitirse a la pandemia, cuando había tiempo para todo. La segunda se debe al carácter del personaje: «hiperactivo». Y aquí conviene hacer un inciso para comentar otros datos de la biografía de Jesús Mediavilla Arandigoien. Chuchi compitió en siete campeonatos del mundo de billar americano en Las Vegas, «casi podía decirse que era profesional». También le da al dibujo, siempre a bolígrafo. Así lo atestiguan la serie de caricaturas que decora el interior del Indartsu. «Tenía unas 1.500 láminas, pero las inundaciones de julio de hace año y medio anegaron el bar y se echaron a perder casi todas. Durante la pandemia podía estar 10 o 12 horas dibujando. Con tal de no ver la tele o la radio...».
Pese a estas aficiones, y otras, él se considera un hostelero y al frente del bar es «feliz como una perdiz». «He estado toda la vida tras una barra». El Indartsu constituye su última parada, un bar de referencia gracias a bocatas como el 'Irazu'.
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