El sol calentaba este domingo Laguardia a media mañana. Un pequeño y baratísimo placer en estos tiempos de apretarse el cinturón y la mascarilla que llenó el puñado de mesas repartidas por las terrazas de un par de bares abiertos en la villa. «Si ... la gente piensa en venir y encontrarse el pueblo con los restaurantes y todo funcionando, como hace unos meses, está equivocada. Y no lo digo por los de fuera que tienen aquí casa, esos no me preocupan, sino por el resto», comenta Lucio Castañeda, el alcalde, tras observar el ambiente de otro domingo raro en la localidad riojanoalavesa. Como él, varios regidores se muestran a la expectativa ante la reapertura de la movilidad dentro del territorio a partir de hoy lunes y la «incógnita» de la repercusión que la medida tendrá en sus calles.
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La restricción que impedía a los vascos salir de su municipio –una excepción que el Ejecutivo autónomo decidió aplicar en la fase 1– había parado el tiempo en esos pueblos que fines de semana y vacaciones solían multiplicar su población antes de la pandemia. Los alaveses no han podido en estos dos largos meses airear sus segundas residencias en rincones como Sarria o Murgia, ni tomar el vermú en Salvatierra tras bajar de la sierra de Entzia antes de regresar a la ciudad... y la «incógnita» es si ahora que tienen permiso para moverse por el territorio se quedarán en casa o les faltará tiempo para coger el coche.
En los pueblos reconocen que «no hay temor» a esa ampliación de la movilidad que en Bizkaia, por ejemplo, ha puesto en alerta a las localidades costeras ante la previsión de avalanchas de visitas ansiosos por ver el mar. «En algún momento teníamos que empezar a convivir. Si se hacen las cosas bien y somos consecuentes con las medidas que se deben tomar no tiene que pasar nada», reflexiona Ibernalo Basterra, alcaldesa de Campezo. A su millar de habitantes se suelen sumar los fines de semana y los veranos unos cuantos forasteros con alguna «unión» con el municipio. «La mayoría son personas o nacidas aquí o que sus padres eran de aquí y se marcharon a Vitoria pero conservan la casa», explica.
El estado de alarma, dice Basterra, ha descuidado más de una huerta en Campezo. Y también ha echado el cerrojo a decenas de viviendas en Labastida, el rinconcito de Rioja Alavesa que el maldito coronavirus puso «en el ojo del huracán» al inicio de la crisis sanitaria. «El 40% de las casas serán segundas residencias», calcula su alcaldesa, Laura Pérez Borinaga, consciente del posible desembarco de propietarios dispuestos a airear el chalé en los próximos días. «Somos un municipio muy acogedor, acostumbrado a que en algunas fechas aumente nuestra población, y sabemos que hay mucha gente que echa de menos el pueblo y que va a venir», admite. Pero ella, asegura, no está preocupada por su llegada aunque sabe que «no vamos a poder bajar la guardia». «Apelo a la responsabilidad», zanja. El llamamiento se repite a lo largo y ancho del mapa.
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En los pueblos alaveses se extiende esa sensación de que nada tiene que cambiar por que haya más peatones por sus plazas siempre que respeten las distancias, lleven mascarilla y sean muy conscientes de que el Covid-19 sigue entre ellos. «Que ahora nos podamos mover por el territorio hay que percibirlo con tranquilidad, como un signo de avance hacia la normalidad, no podemos estar en el confinamiento de por vida», razona Ernesto Sáinz, regidor de Salvatierra, donde, además, se acaban de liquidar las franjas horarias para salir de casa. En Alegría creen que los alaveses se han «concienciado» durante la terrible pandemia y prueba de ello, señala su alcalde, Joseba Koldo Garitagoitia, es que en sus calles han echado en falta a esos aficionados al monte que solían «tomar algo» en sus bares antes de regresar al asfalto. «El fin de semana solía haber gente de fuera pero en estos meses no han venido por aquí, se ha notado muchísimo. Espero que empiecen a volver», afirma sobre el nuevo escenario.
Los vecinos de Zuia saben que el estado de alarma atrajo a unas cuantas personas que «se trasladaron aquí, al principio, para pasar el confinamiento». «No me preocupa que a partir de ahora puedan venir siempre que haya responsabilidad. Dudo que vaya a haber unas aglomeraciones como las que se han visto en Bilbao o Gasteiz», cuenta su regidor, Unai Gutiérrez. En la zona hay mucho vitoriano –y también bilbaínos aunque ellos sólo pueden circular por Bizkaia– con segunda residencia. Ocurre en Amezaga, Sarria, Vitoriano, Murgia... pero «son núcleos extensos y dispersos» donde resulta complicado ver multitudes. «No hay miedo con este cambio», insiste sobre la recuperación de la movilidad por el territorio.
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En Laguardia tampoco ven mal el fin de esa restricción y confían en que los alaveses no se lancen a hacer turismo en masa por la comarca. «Sería un caos porque todavía hay muchas cosas cerradas y no podríamos atenderles», avisa su alcalde. «Rioja Alavesa es un destino apetecible y hay ganas de la nueva normalidad pero lo primero es la responsabilidad», comparte su homóloga en Labastida convencida de que en la localidad «hay muchas zonas de paseo y rutas diferentes» para dar cabida a los visitantes deseosos de cambiar de vistas.
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