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El pasado sábado, mientras buena parte de la ciudadanía pasaba la mañana en la plazas de abastos o en los supermercados, se puso el broche al lamentable espectáculo que hemos vivido en las dos últimas semanas. Como si de carne o verduras a cambio de ... dinero se tratase, nuestros representantes públicos han dado la sensación de repartirse las alcaldías y el poder sin mediar acuerdos en torno a propuestas programáticas.
La capital de Euskadi no ha estado al margen de esta sensación de mercadeo. No sé si la responsabilidad ha sido de los partidos políticos o de los medios de comunicación. En cualquier caso, en el momento de la investidura de Urtaran, el común de los mortales desconocíamos qué ideas de futuro para la ciudad que sustentaban el acuerdo PNV y PSE-EE.
Sí, sé que ha habido un acuerdo a nivel de Euskadi entre ambas formaciones. Como también lo hubo en el conjunto de España entre PP, Ciudadanos y Vox. Pero estos acuerdos no recogen (¡faltaría más!) lo que debe hacerse en cada municipio. De modo que, más allá de las declaraciones de intenciones y los principios básicos que se acuerden 'por arriba', la elección de las Alcaldías debería estar sustentada sobre programas y acciones concretas, lo que evitaría la idea de que todo es un mero intercambio de cromos.
Volviendo a nuestra ciudad, el sábado no sabíamos cuántas áreas y qué responsabiliades ostentarían cada una de las formaciones políticas que han llegado al acuerdo. Esto lo supimos ayer. Lo que está claro es que, otra vez, tendremos un gobierno en minoría.
En Vitoria-Gasteiz llevamos 20 años sin gobiernos estables, sin un proyecto de ciudad compartido por una mayoría. A diferencia de lo ocurrido en estas dos décadas, en las que hemos tenido gobiernos sustentados en sólo 9 concejales (sobre un total de 27), el gobierno de Urtaran se apoyará en 13, eso es verdad. Pero con los retos que tenemos por delante, me parece insuficiente, porque no podemos perder ni medio minuto en debates de vuelo corto y discusiones estériles. Eso es lo que ha ocurrido aquí, mientras asistíamos a los grandes acuerdos que han transformado nuestras ciudades vecinas.
Necesitábamos un gobierno fuerte, de mayoría, con ambición máxima. Pero Urtaran no se lo ha currado, no ha roto el molde del 'modelo PNV'. Solo nos cabe esperar que quienes se han quedado en la oposición desarrollen una tarea más constructiva de la que hizo el PNV desde que perdió el poder en 1999, hasta que lo recuperó en la legislatura pasada. Veremos.
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