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En el Dolomiti las propinas van a un bote común que se reparte. En otros establecimientos, cada camarero se lleva lo suyo. Igor aizupuru
Las propinas sobreviven a las tarjetas

Las propinas sobreviven a las tarjetas

Los turistas extranjeros son los más generosos a la hora de recompensar los servicios de hosteleros o taxistas

Domingo, 18 de septiembre 2022, 02:09

La Real Academia de la Lengua define propina como una «pequeña gratificación con la que se recompensa un servicio eventual» y también como el agasajo que se entrega «como muestra de satisfacción por algún servicio». Lejos de otros países en los que está regulada e incluso incluida en la factura final, en España es totalmente voluntaria y variable:desde el redondeo del precio de un café hasta lo que uno quiera entregar en reconocimiento de una buena atención o producto durante, por ejemplo, una comida. El auge en el uso de las tarjetas, antes relegada a compras cuantiosas y ahora usadas hasta para pagar un cortado, amenaza con acabar con la costumbre pero, de momento y con pequeñas variaciones, los alaveses la mantienen.

«La gente de Vitoria es generosa», resume Ana Herrera, presidenta de la Asociación Alavesa del Taxi. Por su coche han pasado cientos de clientes desde que hace cinco años se decidiera a entrar en el sector. En ese tiempo ha asistido a la implantación de las tarjetas bancarias y los móviles como métodos de pago cada vez más extendidos. «Antes igual veía una o dos a la semana, pero desde la pandemia hay días en los que cuatro o cinco personas me pagan con así», confirma. Son abonos a los que casi nunca se suma propina alguna aunque eso no quiere decir que no las reciba. Llegan sobre todo en fechas concretas como Navidad, La Blanca o las fiestas de los barrios. «Es como si la gente estuviera más contenta».

En la mayoría de los casos se trata del redondeo y aunque Herrera recalca que «nadie está obligado a dejar nada más que lo marcado por el taxímetro», es evidente que «cualquier cantidad es bienvenida, sean los cinco céntimos del redondeo o más». Según su experiencia, la gente mayor «a la que ayudas a llegar al portal o con las maletas» suele ser la más agradecida. «También aquellos a los que devuelves algo que han dejado olvidado en el taxi».

EL BOTE SOLIDARIO

  • 1.400 euros ha recaudado en el bote de las propinas el bar-hamburguesería Gallofa desde principios de año. Los seis trabajadores del establecimiento decidieron donarlas a los afectados por la guerra de Ucrania a través de Cáritas. «En breve aportaremos 400 o 500 más y toda la plantilla hemos llegado al acuerdo de que cuando acabe aquel conflicto buscaremos alguna otra causa para colaborar», adelanta Mariano Marco.

Los agasajos monetarios en efectivo tampoco han desaparecido en el sector de los repartidores a domicilio. Y eso que algunas empresas como Glovo ya incorporan en su 'app' la posibilidad de sumar la propina cuando se paga online. Su uso es tan residual que la empresa no tiene datos al respecto. Luis Enríquez, un joven 'rider' dominicano, lo confirma: «Aunque el cliente pague con tarjeta a través de la aplicación luego suelen darnos unas monedas y, si abonan en efectivo, muchos nos dicen que nos quedemos el redondeo».

Una noche inolvidable

En su caso, «raro es el día que no me saque unas monedas extra», cuenta antes de confirmar que los clientes suelen ser más generosos cuando hace mal tiempo. «No olvidaré una noche muy fría el invierno pasado cuando unas chicas a las que llevé unas pizzas me dieron una propina de 20 eurazos. Me quedé tan sorprendido que me explicaron que ellas también habían sido repartidoras de comida a domicilio y que sabían lo que era».

La hostelería y la restauración son sectores en los que tradicionalmente los clientes dejan ese  dinero extra. Y aquí, aunque los alaveses «suelen dejar siempre algo», los parroquianos más espléndidos suelen ser los turistas, especialmente los extranjeros. No hay que perder de vista que en muchos países la propina o es obligatoria, como en Suiza, o está incluida en la factura –es el caso de Reino Unido o Francia– o no dejarla es de mal gusto, como en Estados Unidos.

«Los extranjeros dan más siempre. Se nota que están acostumbrados porque algunos dejan el 10% del total», detalla Patricia Galdós, responsable del restaurante Dolomiti. Pone como ejemplo dos situaciones vividas durante la celebración del Ironman, el pasado mes de julio. «Estuvo cenando una pareja que pagó una factura de 40 euros y dejó 20 más de propina;otro chico entró pidiendo una lata de refresco y en lugar del 1,50 que costaba, nos dio 3 euros».

– ¿Y los que pagan con tarjeta?

– Muchos nos dicen que añadamos equis cantidad a la cuenta y otros dejan la propina en efectivo.

Los agasajos tampoco han desaparecido en el Gallofa, un bar-hamburguesería de Abastos. Eso sí, Mariano Marco, su responsable, confirma que el auge del dinero de plástico y del digital «los han mermado algo». Diferencia además entre el cliente de barra, que como mucho redondea al alza el precio del café o del mosto, y el que se sienta a comer o cenar. «No hace mucho un grupo de cinco personas que estuvo casi todo el día, desde el vermut hasta la cena, dejó 35 euros extra», recuerda.

Sonia Fuentes, del Toloño, apuntala la teoría de que en el bar tradicional, el de pintxo y caña por decirlo así, las propinas son más esporádicas. «Aquí se dejan cada vez menos y ha influido el incremento del pago con tarjeta», asegura. Desde la asociación Gasteiz On ratifican esta tendencia. «Al no haber vueltas, se ha perdido la costumbre de dejarlas para el establecimiento», explica su gerente, Patricia García. El tiempo dirá si la costumbre desaparece definitivamente o se mantiene.

¿Al bote común o cada empleado la suya?

De clientes locales o turistas, una vez entregadas las propinas pueden ir a un bote común que se divide entre los empleados a final cada cierto tiempo o se las queda la persona que presta el servicio. «En la mayoría de establecimientos hosteleros, optan por la primera opción o se gastan en una comida o cena de equipo», confirman desde GasteizOn. El reparto es la opción elegida por la plantilla del Dolomiti donde «a fin de mes se entrega a cada empleado la parte proporcional a su jornada laboral», detalla Patricia Galdós que argumenta que «al final esto es un trabajo de equipo». El bote del Gallofa se dona a Ucrania y en el Toloño prefieren que cada uno se quede con sus agasajos porque «al final es un premio que les dan a cada uno por su atención personal».

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