PROFUNDIDAD CARGADA DE MATICES

Somos muchos los que ya hemos visto esta obra previamente, y quizá por ello se percibe aún más la fuerza que se ha ganado. El viaje por el que transita la protagonista y en el que se descubren los reproches, el dolor, la ira o la vergüenza se carga de pequeños matices. Gracias a esa honestidad con la que entra a vivir cada momento escénico nos resulta fácil conectar con las emociones de una mujer que nos trae la radiografía de otros tiempos, de un matrimonio de pasión apagada y de una vida cargada de frustraciones.

Los ochenta minutos en los que vela a su difunto marido nos sumergen en un caleidoscopio de emociones donde no falta el humor, el sarcasmo o la ironía. El mensaje de la obra va subiendo poco a poco a la superficie revelando cómo ella es víctima de las circunstancias sociales de una época que dejó tras de sí sueños rotos.

La escenografía podría haber vivido algo más de innovación, ya que en este aspecto no se ha desarrollado tanto la pieza. Ello no significa añadir una modernidad que choque con la obra pero sí buscar más cómo crecer en este punto al igual que lo ha hecho la intérprete en su campo.

Lola Herrera nos permite ver cómo el buen trabajo actoral consigue cavar cada vez más hondo en las entrañas de los personajes. Cinco horas con Mario triunfa precisamente por ello, por su compromiso constante de investigar cada rincón de Carmen Sotillo y por su autenticidad al compartirlo en el escenario.