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s. lópez de pariza/ v. pérez/ j. romero
Jueves, 7 de noviembre 2019, 11:01
La primera mañana de huelga en la educación concertada se ha vivido con cierta sensación de inquietud, indignación y de hartazgo entre las familias de los centros pertenecientes a Kristau Eskola en Álava. A la expectativa de saber cuántos profesores secundarán esta vez los paros, ... los padres compartían en corrillos impresiones a primera hora.
«Hagan o no hagan huelga, los niños van a venir a clase porque no me queda otra opción. Las anteriores veces se pasaban horas viendo películas pero también hicieron exámenes, hubo padres que no trajeron a los niños y se perdieron los exámenes», señalaba Yolanda, con una hija en la primera etapa de Educación Primaria.
Entre los comentarios más repetidos en los corrillos estaba la mezcla entre la indignación y la incomprensión porque las partes hayan sido incapaces de llegar a un acuerdo. «Es increíble que no hayan sido capaces de alcanzar un entendimiento. En una situación así ambas partes tienen que ceder en algo y creo que eso no se ha hecho. Al final los más perjudicados son nuestros hijos», denunciaba Silvia.
«De momento estamos un poco a la expectativa para ver qué seguimiento va a tener esta vez, pero la situación me parece fatal. Entiendo el derecho de los profesores a hacer huelga pero lo que no comparto es que se haga de manera intermitente, un día sí y otro no… así no sabemos qué día van a dar materia y cuál no», compartía Raquel Menoyo, madre de alumnos en Primaria y la ESO. «Si al final es verdad que la huelga es un mes tendremos que llevarlos a una academia. Y eso que este año no tengo a ninguno en Bachiller, el año pasado sí y fue horrible, perdieron muchas horas lectivas», añade. Pero los perjuicios de los paros continuados no acaban ahí. «Se está creando mucha división entre profesores y se está generando un mal rollo que es palpable», concluía esta madre.
Por su parte, Blanca Herrero iba más allá. «Si no van a dar clase y los alumnos van a estar pasando el rato, que no nos cobren esos días. Que cierren el colegio pero que nos lo descuenten», pedía indignada esta madre con dos alumnas, en Primaria y la ESO, en el colegio Corazonistas.
Lo que apenas ninguna familia se plantea es dejar a sus hijos estos días en casa. «Es una faena que no den clase con normalidad pero les vamos a traer, los de Primaria ya están con exámenes y a pesar de la huelga lo más probable es que los hagan», argumentaba Marian.
Los afectados tienen además la esperanza que los paros no se alarguen finalmente durante un mes. «Por lo que hemos escuchado podrían alcanzar un acuerdo antes, personalmente espero que sea lo más pronto posible y olvidarnos ya de esta situación que es de locos», pedía uno de los padres esta mañana a las puertas del centro.
«Es una situación complicada porque por un lado entiendo que los profesores tienen todo el derecho a huelga y a hacer sus reclamaciones pero al final los mayores perjudicados son nuestros hijos. En el caso de Infantil y Primaria no les afecta tanto, pero en la ESO y Bachiller es más grave si finalmente es un mes completo de huelga. Veremos como avanza la cosa pero yo desde luego no tengo otra opción que traer a mi hija al colegio», indicaba Ainhoa Pérez.
Edurne Gorostiza se ha acercado temprano para dejar a su hijo Enaitz, de 5 años, en Escolapios. Los padres todavía tienen muy presente la huelga anterior, aunque expresan su preocupación al extenderse esta vez la convocatoria durante todo un mes. «Al menos hay servicios mínimos como la custodia, y me tranquiliza que esta vez tengan dos profesores por cada cien alumnos en vez de sólo uno», confiesa Gorostiza. Algunas asignaturas que considera importantes como el Inglés y Psicomotricidad se transforman en horas de juego libre. Las clases, de 25 niños cada una, se juntan en caso de que falte un profesor, con lo que deben estar pendientes de más pequeños a la vez. «El grupo de Whatsapp de padres está que arde. El primer día de huelga que organizaron la gente dejó a los niños con familiares, pero esto no es una opción para todo el mes», apunta la mamá.
Marta García tiene dos hijos en distintas etapas escolares. Markel es alumno de tercero de primaria y su hermano Alex de primero. Aunque el último vive más ajeno al cambio de las clases, el mayor lamenta no poder cursar asignaturas como Inglés e Ingurumena (Conocimiento del medio), sus preferidas. «En la anterior huelga Markel se aburría y estaba deseando volver a sus clases normales», explica su ama, quien también ha acercado al colegio a las hermanas Oihane y Maialen. No obstante, también hay variedad de opiniones entre los alumnos ya que la primera, alumna de cuarto, celebra que a partir de ahora tendrán más horas para «ver películas y salir al patio». Alex ha llevado un buen puñado de cromos al colegio para intercambiarlos durante las horas en las que no tendrá clase normal.
David Fernández acompaña a sus hijos Iker, Jon y Julen al colegio. Iker, el mayor, está en cuarto y anticipaba que su profesora no les dará clase hoy. «Me pregunto si vendrá el sustituto», señalaba. «No me quejo porque todavía son pequeños y la huelga no les afectará tanto como a los alumnos de ESO, pero ya son años de conflicto. Cada uno tiene derecho a luchar por sus condiciones laborales, pero todo un mes en vez de días sueltos va a hacer que la situación sea complicada», plantea Fernández, quien cruza los dedos para que la huelga no tenga una gran incidencia en Educación infantil. «Me preocupa el pequeño, espero que las clases no estén muy masificadas, cuando falta un profesor juntan a los demás en otra clase», explica.
Jesús del Castillo dejó a Claudia en Escolapios unos minutos antes de que empezaran las clases. La pequeña, en tercero de Infantil, vive ajena a la polémica huelga en la educación concertada, pero su padre manifiesta su deseo de que la rutina escolar vuelva a su cauce. «Un mes es mucho tiempo aunque los trabajadores están en su derecho. Claudia no lo nota y lo pasa bien, juega con sus compañeros, pero juntan a todas las gelas y no hacen actividades normales. Espero que ambas partes lleguen a un acuerdo lo antes posible», desea este padre como tantos otros en la comunidad autónoma.
Fran García de la Torre llega con Asier y Óscar, sus dos hijos, y explica que, en su caso, «nos afecta bastante» porque «tenemos dos gemelos y hay que hacer muchas cábalas para traer a los niños a clase». Para Francisco el problema es que el conflicto se está alargando demasiado en el tiempo: «Los padres no entendemos que lleven tanto tiempo sin llegar a un acuerdo». Sabe que el conflicto de la concertada tiene muchas aristas, pero pide que se pongan de acuerdo. «El hecho es que hay varias partes y no nos interesan las partes sino una solución. Pero si no se ponen de acuerdo no deberían de estar en esa mesa de negociaciones».
A los pequeños Mikel y June, su padre, Kike Pascual, les lleva a su clase. Su progenitor se muestra «preocupado por la calidad educativa que reciban nuestros hijos». El hombre entiende que si faltan tantos días «al final la calidad educativa se resiente». Comprende la lucha sindical. «Todos los agentes implicados están presionando a su manera», aunque sostiene que «en una negociación todas las partes tienen que ceder y desde fuera, parece que no está ocurriendo». El hombre no se decanta, pero advierte que «para mí, los culpables son los que están sentados en la mesa de negociación». Y concluye advirtiendo de que ellos «también somos otro agente implicado y de momento estamos siendo los paganos».
Ane y Markel caminan de la mano de su abuela Yolanda para ir a clase en el primer día de huelga. «Estamos preocupados porque llevan mucho tiempo y el año pasado no terminaron los libros». Gracias a los servicios mínimos del colegio «no están teniendo problemas porque les están atendiendo. El año pasado vinieron todos los días de huelga». La mujer aprecia «un cabreo generalizado» y apunta que ha llegado a escuchar a algunos padres la posibilidad de «devolver recibos». Y explica que «vienen casi todos los niños a clase, pero los más pequeños si solo hacen guardería faltan más».
Marta Elorza deja como cada mañana a sus hijas Ane y Emma en el colegio: «Nosotros las traemos sí o sí, pero nuestra preocupación es la falta de rutina». «La gente está enfadada porque tú pagas un colegio para que les den clase y les atiendan en condiciones», pero con los servicios mínimos «no pueden abarcar» y «los pequeños necesitan otras formas de atención». Esta madre también recuerda que «el año pasado se perdió muchísima clase y esto es un mes entero». Desconfía que los agentes implicados puedan llegar a acuerdo «Nos preocupa que igual al año que viene se pierda otro mes o dos».
Mikel Oquiñena comprende las reivindicaciones, «pero a nosotros como padres nos afecta mucho». Lo que más le preocupa es que «pierdan el ritmo lectivo». «En mi caso son pequeñes y vienen a jugar y es algo diferente, pero pienso también en los mayores, que se preparan para algo más serio». «El año pasado perdieron 20 días y éste van a perder 21 y seguidos. Me parece exagerado». Y aunque «parece que esto tiene ciertos visos de llegar a acuerdo, me empieza a preocupar que sea algo prolongado».
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