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Sin público en la sala, con testigos enmascarillados y la videoconferencia como recurso habitual. El primer juicio oral del estado de alarma en Álava ha mostrado cómo tratará de adecuarse la Justicia a la 'nueva normalidad'. Celebrado este mediodía de martes por el Juzgado ... de lo Penal número 1, lo de menos ha sido el motivo; un multirreincidente en saltarse el confinamiento. Las formas han adquirido en esta ocasión bastante más importancia.
Sin pretenderlo sus protagonistas, la vista oral presidida por la magistrada Isabel María Díez-Pardo se ha convertido en pionera y en campo de ensayo para futuros procedimientos judiciales. Al menos en Álava. En Bizkaia, por ejemplo, la semana pasada ya se celebraron varios juicios de similar calado.
No ha habido público este mediodía por razones obvias. El fiscal -pertrechado con mascarilla y guantes- ha defendido sus tesis desde otra estancia del Palacio de Justicia a través del sistema de videoconferencia. La misma solución se ha buscado para el procesado, un ciudadano búlgaro acusado de saltarse el confinamiento por sexta vez. Esa infracción data del 8 de abril. No quiso conformarse con el acuerdo que le propusieron entonces en el juzgado de guardia -entrar en prisión por seis meses-, así que fue igualmente a la cárcel de Zaballa hasta la celebración de la vista oral.
La fecha elegida no está escogida al azar. Se ha esperado casi un mes ya que al entrar en el centro penitenciario alavés, el más grande del País Vasco, se le aplicó el protocolo para esta era del Covid-19. Pasó dos semanas confinado en una celda de trece metros cuadrados. Una vez comprobada la falta de síntomas, y tras dejar pasar el puente festivo de San Prudencio, se encajó el juicio para hoy. A las once de la mañana, concretamente.
La sala elegida ha sido la número 7, mucho más espaciosa que las que habitualmente acogen juicios penales y enmoquetada de punta a punta. Pero ha costado arrancar. Por problemas técnicos para enlazar con Zaballa, la vista se ha descorchado con algo más de una hora de retardo. A las 12.18, su señoría por fin ha dado el pistoletazo de salida. A su derecha, a más de dos metros de distancia, la letrada de la defensa. A su izquierda, a unos diez metros, la auxiliar encargada de grabar toda la escena, controlar cada conexión y llamar a los testigos. Había solo dos. Los ertzainas que detuvieron al acusado cuando faltaban apenas diez minutos para la medianoche del 9 de abril.
Salvo algún eco y una llamada de atención al imputado -«no se mueva, quédese sentado», le ha espetado Díez-Pardo-, la vista apenas ha diferido de las que se celebraban antes del estado de alarma. Turno para el fiscal. Turno para la defensa. Siguiente testigo... Eso sí, los dos agentes, que han esperado en el pasillo de la primera planta, han comparecido protegidos con mascarillas y guantes.
Pegada la cara al micrófono, que carecía de plástico protector alguno, ambos han calcado sus relatos. Cómo aquella noche del 8 de abril pararon al acusado en plena calle. Él les dijo que venía de sacar dinero de un locutorio. Pero sólo portaba cinco euros y algo de hachís. Era la misma persona que una semana antes había sido condenada a cuatro meses por quebrantar por quinta vez el confinamiento y perdonado de inmediato a cambio de no delinquir. Poco le duró la buena voluntad.
Al acabar su turno, cada ertzaina fue invitado a abandonar la estancia. Antes del coronavirus, se hacía exactamente lo contrario. Se les conminaba a quedarse dentro. En partidos judiciales de otras comunidades se cita a los testigos por la aplicación 'skype'. Se busca evitar más personas de las estrictamente necesarias en los palacios de Justicia.
Volviendo al juicio, la versión del procesado ha ido variando con cada pregunta. Primero no sabía que había estado de alarma, luego que se la jugó a salir porque tenía que pagar el alquiler. Para, por último, señalar que «me arrepiento mucho de los casos que he cometido. La mayoría fueron porque tenía que hacer 'cosas'».
Con estos mimbres, el fiscal ha solicitado un año de prisión para este hombre. La letrada de la defensa, María Angosto Hernando, la libre absolución para su patrocinado. «Una vez hemos empezado no he tenido una impresión distinta a cualquier otro juicio en el que haya participado antes de que empezara el estado de alarma», ha resumido esta abogada al abandonar la sala 7. El veredicto se espera para dentro de unas dos o tres semanas.
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