Las aves rapaces nocturnas están en regresión en toda Europa. Se van de las ciudades y sin ellas se apagan un poco más sus ecosistemas. La contaminación, los atropellos, los cables de alta tensión, las cristaleras, las mascotas domésticas, los petardos...Vivir en un ... entorno urbano es cada día más difícil para estos animales. Pero Vitoria con todos sus parques y jardines parece ser un remanso entre tanta tempestad.
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Ataria, a través del programa de ciencia ciudadana, ha realizado el primer censo de aves rapaces nocturnas y constatado la presencia de cárabos, búhos chicos, lechuzas, mochuelos y sobre todo autillos en los parques del Anillo Verde, pero también en algunas zonas verdes imbricadas en la ciudad como el paseo de El Batán, Arriaga o San Martín.
Ha habido hasta 48 «contactos» con estas singulares aves noctámbulas, según explica el coordinador del centro de interpretación de la naturaleza, Gorka Belamendia, aún sorprendido con los resultados de este primer censo, coordinado por Íñigo Zuberogoitia, y que sienta las bases para iniciar un seguimiento que llevará décadas de estudio. Un total de 34 voluntarios visitaron el pasado año, entre los meses de febrero y junio, 30 puntos de muestreo.
«Este tipo de censos se realiza en días de calma meteorológica, justo cuando comienza a anochecer y se hace con reclamos», detalla Belamendia. Cada voluntario llega al sitio y está cinco minutos prestando atención a los sonidos. Luego hace sonar el reclamo otros cinco minutos y transcurrido ese tiempo se queda otros cinco a la escucha. El momento ideal es de la época de reproducción y, claro, cada rapaz tiene su mes.
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Así, en febrero, los ornitólogos, con el oído ya entrenado, fueron en busca de los cárabos de Vitoria. Anotaron dos citas en el parque del Zadorra, una en Salburua y otra en el corredor del río Alegría. «También tenemos un registro muy cerca de Mendizorroza, pero se hizo fuera del censo», relata el biólogo, contento ante el hallazgo al lado de casa de estas rapaces de voluminosa cabeza y globosos ojos negros.
En marzo se fueron a escuchar al búho chico. Los voluntarios encontraron una pareja con cinco pollos en Zabalgana y también escucharon su ulular en Olárizu, Salburua y dentro del barrio de Zabalgana, a orillas del río Zarauna.
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La sorpresa llegó en abril. Era el turno de salir a buscar a las cada vez más esquivas lechuzas. «Ya sabíamos que esto iba a estar mal, porque huyen de las ciudades, pero ha sido una alegría encontrar una en el parque de Zabalgana», destaca Belamendia. Tuvieron incluso la suerte de observarla en su volar lento y silencioso.
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El grupo dio también con un mochuelo, un ave cuya población ha caído un 90% desde 2005, en las salidas de junio. Este curioso vecino vitoriano ha elegido el Jardín Botánico de Olárizu, buen espacio para los saltamontes, grillos y lagartijas que tanto le gustan.
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Las excursiones más fructíferas fueron las de mayo, el mes dedicado a los autillos. «Es la especie de aves rapaces nocturnas más abundante». Al reclamo de los ornitólogos respondieron 17 parejas. Están asentadas en todos los parques urbanos. Si uno afina vista y oído puede encontrar huellas de estos pequeños búhos, de apenas 20 centímetros de longitud, en el Paseo del Batán y en el de las Universidades o en los parques de Arriaga y San Martín, detalla el coordinador de Ataria. Ahora, la mayoría de estos residentes con plumas pasan el invierno en África, aunque uno se ha quedado aquí en la zona de Salburua-Betoño. Les gustan los insectos y por eso cuando bajan las temperaturas se van hacia climas más cálidos.
Belamendia se reserva otra sorpresa. Los voluntarios se han topado con cinco chotacabras, un ave nocturna (no es rapaz) en descenso en el norte de la Península Ibérica. En Vitoria se han encontrado en el Jardín Botánico de Olárizu, Zabalgana, el parque del Zadorra, Armentia y Salburua.
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«Estamos muy contentos con este primer censo, realizado además con las restricciones por el coronavirus. No sospechábamos que íbamos a conseguir encontrar las cinco especies y el chotacabras». Y con los datos aún en el horno, el Centro de Interpretación Ataria ha comenzado ya la formación de los voluntarios para el nuevo censo. La semana que viene quien quiera salir a la búsqueda de los cárabos de Vitoria puede aprender primero cómo ululan en el centro ubicado en Betoño.
La pandemia lo ha alterado todo, también el recuento de aves urbanas, uno de los programas más veteranos de ciencia ciudadana. Los voluntarios suelen salir en su busca entre abril y mayo y el pasado año tuvieron que alargar hacia junio. Pero la buena noticia es que 14 personas han visto cómo la vida de 63 especies de pájaros de ciudad ha seguido su curso. Además de constatar que el gorrión, en agónico descenso en casi todas las urbes españolas, sigue bien presente en la alavesa, este año ha sido sin duda el del agateador común. «Le va muy bien, se han detectado 81 ejemplares», comenta Belamendia. A esta pequeña ave insectívora le gusta buscar comida en la corteza de los troncos y se vé que los que hay en los parques vitorianos son ideales para las larvas de su gusto culinario.
También fue un buen año para los 'txantxangorris' (petirrojos) y tampoco les va nada mal a la paloma común, a la urraca y a los colirrojos tizones.
Los ornitólogos vitorianos, eso sí, están preocupados por la cogujada común. Esta ave de la misma familia que las alondras, conocida por su cresta, vive en áreas arbustivas, donde predominan las tomilleras y las lavandas, y por las de Vitoria -Yurre o el cerro de Artxa- apenas se han dejado ver ocho ejemplares. «En relación a 2014, que es cuando comenzamos con estos censos, ha caído un 98,3%», comenta Belamendia. «Aún es pronto para valorar porque se necesitan de 10 a 15 años para saber bien qué pasa con una especie, pero si esta sigue así, igual se pierde».
Este año Covid también ha sido malo para el avistamiento de la golondrina común, el camachuelo y el zarcero políglota, pero es pronto para sacar conclusiones, dice el experto. «En general vemos que baja el grupo de aves propias de entornos agrícolas y eso es algo generalizado en todos los sitios por el empleo de insecticidas y pesticidas», detalla el coordinador de Ataria. Sin embargo, la cada vez mejor conservada masa forestal de Vitoria hace que vengan otras menos habituales y por eso hay más agateadores y alondras.
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