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Este 'ejército' no podrá amilanar al enemigo con tanques, ni con misiles, ni con morteros. Las únicas armas que tienen a su disposición para luchar desde aquí son latas de sardinas, abrigos y pañales. De todo eso y de toneladas de solidaridad están logrando reunir ... un buen arsenal. La llamada de la comunidad ucrania para enviar ayuda humanitaria a su país ha desatado una respuesta inaudita en Vitoria que está desbordando todas las previsiones. Ayer, a primera hora de la mañana, Tanya Hldadkova recibía en su tienda, un ultramarinos en la esquina de La Esperanza con Los Herrán donde se está canalizando la recogida, un goteo incesante de compatriotas, pero también de vitorianos con bolsas, con cajas y con paquetes cargados a rebosar con víveres, material farmacéutico y ropa de abrigo.
A eso de las diez de la mañana, Tanya todavía podía agradecer, uno a uno, incluso con algún abrazo, los generosísimos gestos solidarios de los que se acercaban a su tiendita especializada en productos de Europa del Este. Pero, ya a mediodía, la tendera no daba a basto. Solo podía señalar el lugar, una montaña solidaria ya, donde depositar las bolsas. «Esto es impresionante, estamos muy, muy agradecidos», acertaba a decir la mujer, desbordada.
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«Siempre vemos las guerras muy lejos de aquí, como algo ajeno, pero esta vez están matando a nuestros vecinos, esto nos afecta a todos», razonaba Alejandro Marco, que llevó un edredón nórdico y una maleta repleta de ropa, «hay cosas de abrigo pero también mudas, hemos creído que pueden necesitarlas más que otras cosas», apuntaba. «Lo que están pasando es algo terrible, estos días no he podido dejar de leer las noticias y creo que esto es lo mínimo que puedo hacer», añadía Yolanda Martín, cargada con una bolsa con chamarras gruesas, comida enlatada y también artículos de higiene femenina. Estos últimos son especialmente necesarios. La mayor parte de la población refugiada que ha logrado escapar de Ucrania estos días –Acnur calcula que ya son más de 660.000 los desplazados– son mujeres y niños. Los hombres de 18 a 60 años están obligados a quedarse en el país por si es necesario llamarles a filas.
«No nos podemos imaginar lo que tiene que ser eso, que, de la noche a la mañana, tengas que dejar a tu marido o a un hijo mayor y tú tener que irte», comentaba Nicoleta Radu, rumana «pero estos días, de espíritu ucraniano», que se acercó por la tienda para llevar ropa de bebé «recién comprada». «Los que se han tenido que ir de su país, se merecen encontrarse con algo de dignidad», resolvía la mujer, que trabaja como empleada doméstica. «Mandar esta ayuda nos cuesta a todos mucho esfuerzo pero merece la pena», admitía.
La comunidad ucraniana, que vive estos días con el alma en vilo, no se resigna a ver cómo su las tropas rusas están reduciendo su país a escombros. «Si desde aquí no podemos luchar con ellos para salvar nuestra patria, al menos sí les podremos enviar nuestra ayuda, con comida, con ropa y con medicinas, con todo lo que necesiten», aseguraba, muy emocionado, Havryil, originario de Járkov, la segunda ciudad del país que precisamente ayer sufrió un ataque brutal de las tropas rusa.
Además de artículos de primera necesidad, hay quien, incluso, se pasó por el improvisado punto de recogida de ayuda humanitaria con dinero en efectivo. No lo aceptaron. «Hay gente que nos ofrece todo lo que tienen, que vienen con billetes en la mano, pero nosotros les damos un número de cuenta (es el ES16 2095 5001 0091 1443 7029 y hay que incluir la palabra 'Donación' en el concepto): aunque ahora la situación es límite, siempre hay que hacer las cosas bien, para después no tener ningún problema», razonaba Tanya, la tendera.
Toda la ayuda aguarda en un taller de Júndiz para ser enviada. A pesar de que estaba previsto que el primer convoy cargado con ayuda desde Euskadi partiera hoy a Ucrania, los responsables de la campaña destacan los problemas que están teniendo para hacer llegar todo el material. «Es muy complicado organizar los viajes y no sabemos cómo se podrá repartir la ayuda», reconocen.
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