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Un rayo de esperanza se ha colado por las grietas y las ventanas desnudas de la Casa de los Alfaro. Al tambaleante edificio de la calle Manuel Iradier, al borde del colapso tras décadas de olvido y ambiciosos intentos fallidos, se le dibuja por fin ... un nuevo futuro prometedor. Sus propietarios, el grupo inversor Iradier Gardens que preside Juan José Gracia, acaban de presentar al Ayuntamiento un plan para resucitar el inmueble, ahora más reconocible por su ruborizante deterioro que por suponer una excepción en el Ensanche.
El proyecto, al que ha tenido acceso EL CORREO, contempla aprovechar prácticamente todo el potencial urbanístico que la normativa concede a su parcela (unos 3.000 metros). Y ante la imposibilidad de ampliar el edificio por su grado de protección, la solución pasa ahora por levantar dos nuevos módulos que permitan su reconversión en un alojamiento turístico.
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El rediseño de la parcela situada frente a la Iglesia del Carmen, que necesitará el visto bueno de la mayoría de la Corporación, prevé un bloque que albergará las habitaciones y se levantará en un lateral de la desvencijada casona. Ocupará el espacio libre entre la Casa Alfaro y el número 7 de Manuel Iradier. Su altura, de seis plantas, se alinea precisamente con los edificios de oficinas situados a ambos lados.
Tendrá capacidad para una treintena de suites, más amplias que las habitaciones convencionales. Se trata de espacios de entre 40 y 60 metros cuadrados con dormitorio y salón. Esta configuración implica que el plan original, que preveía 36 estancias en un hotel boutique, se ha retocado para ganar en confort.
La segunda construcción, mientras tanto, se ubica en la parte trasera de la icónica residencia, habitada por Félix Alfaro Fournier durante medio siglo. A falta de definir su uso final, que llegará una vez se apruebe el nuevo marco urbanístico, los propietarios plantean habilitar oficinas o incluso un servicio complementario para el propio hotel. Lo que sí se mantiene a priori es la apuesta por crear un restaurante integrado en las fachadas renovadas, para lo que tiene el respaldo del grupo Bocca, que cuenta con uno de los restaurantes más exitosos de Miranda de Ebro. La idea es que el precio del menú ronde los 35-40 euros.
Ni que decir tiene que el edificio actual conservará su tamaño y estética, que ha sido el asunto más delicado y polémico de los últimos proyectos que lo han sobrevolado porque limitaba su capacidad de adaptación y por su avanzado deterioro. No hay que olvidar que la Casa Alfaro fue el primer elemento arquitectónico vitoriano en entrar en la lista roja de patrimonio de la asociación Hispania Nostra, al que siguieron el palacio Maturana-Verástegui (abandonó la lista), la gasolinera Goya, el Monumento a la Batalla y Escoriaza-Esquível.
La Casa Alfaro mantendrá las fachadas y la imagen de la cubierta, aunque ésta se renovará por completo al estar prácticamente destrozada. A cambio de esa profunda rehabilitación, que todavía está pendiente de que se detallen las posibilidades que ofrecerá para su puesta en uso, los propietarios confían en aprovechar el potencial que les concede el Plan General con los nuevos módulos. Otro de los aspectos a concretar será también la conexión que tendrán entre sí los tres edificios que convivirán al final en la parcela, ya que la casona deberá destacar como un elemento independiente para que sea la pieza predominante.
En su contexto
40 metros cuadrados tendrán las suites del futuro hotel. El modelo pasa por un dormitorio y un salón.
Se mantiene el restaurante La idea pasa por que el bloque de mayor altura acoja las 30 habitaciones y que el restaurante se ubique en la planta baja de la casona, integrado en las fachadas. El resto de espacios depende de la demanda.
3.000 metros cuadrados es la superficie aproximada que sumarán los tres edificios, cerca del máximo que le permite el Plan General. El inmueble actual apenas supera los 700 metros
En «riesgo de colapso» Fue el primer edificio en entrar en la lista roja de Hispania Nostra. Le siguieron Maturana-Verástegui, Goya, el Monumento a la Batalla y Escoriaza-Esquível.
Al nuevo plan, diseñado sobre el papel, le espera ahora un largo proceso administrativo. Primero necesitará vía libre por parte de los técnicos, que ya lo analizan, y la aprobación inicial del Pleno del Ayuntamiento. Esto implica que al menos el equipo de gobierno (PSE-PNV) y un grupo de la oposición alcen la mano. Hasta ahora, el principal apoyo que ha encontrado la reconversión de la Casa Alfaro ha procedido del PP. Una vez solventado el primer obstáculo, se abrirá el plazo para la presentación de las alegaciones y, ya resueltas, llegaría la aprobación definitiva. Traducido en hojas del calendario, necesitará cerca de un año.
Tras varios intentos que se han estrellado contra un muro (ya sea por la protección que tiene el inmueble o la larga tramitación administrativa), los propietarios actuales, que adquirieron el edificio y los terrenos en 2019, confían en que este intento sea el definitivo. Por varios motivos. Por un lado, que el grado de protección al fin parece claro y, sobre todo, porque la última palabra recaerá en una sola institución. Un cambio normativo aprobado el pasado año concede el protagonismo al Ayuntamiento, que era el principal avalista tras varios informes desfavorables del Gobierno vasco y la Diputación al proyecto anterior.
Estas dos administraciones se oponían a que la Casa Alfaro aumentara su tamaño en un único módulo a cambio de respetar dos de sus fachadas. En cualquier caso, el reconocible edificio que terminó de construirse a principios del siglo XX recuperará su clásica imagen para revivir.
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