Un ertzaina accede a un anexo del centro penitenciario de Álava. Rafa Gutiérrez

Piden 10 años a un preso de Zaballa que asestó 18 puñaladas a un compañero de módulo

Tres fueron directas al cuello y diez al corazón. Se le acusa de tentativa de asesinato. Un funcionario de Zaballa salvó la vida a la víctima al taponar las heridas con una toalla

Vivían frente a frente en el módulo 3 de la cárcel de Zaballa. Una mañana de hace cuatro años, al abrirse las celdas, el ahora acusado se dirigió a la de su vecino. El reloj marcaba las 8.45 horas. Sin mediar palabra, sacó ... una navaja –al parecer de fabricación casera– y comenzó a clavársela. Dieciocho puñaladas reflejó el informe médico. Las tres primeras fueron directas al cuello del agredido, interno por agresión sexual.

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Mañana miércoles, la Audiencia Provincial de Álava revisa este caso de «asesinato en grado de tentativa». Y es que la Fiscalía de Álava considera que hubo premeditación en el ataque del preso, que ahora cuenta 52 años, sobre su compañero de módulo. Le piden diez años extra a la sombra.

Extra porque el ahora encausado atesora «un prolífico expediente delictivo», según fuentes policiales y judiciales consultadas por este periódico. Le cayeron dos años y medio por atacar a personal penitenciario en la cárcel gallega de Teixeiro en 2008. Colecciona además sentencias condenatorias en Palencia, Madrid o Zaragoza. Siempre por agresiones.

Pasillo de acceso al interior de la prisión alavesa de Zaballa. R. Gutiérrez

La mañana de los hechos, aparte de las tres cuchilladas en el cuello, le asestó otra decena a la altura del corazón. Con la decimoctava paró y se marchó hasta la zona del comedor, donde tiró el arma utilizada en una papelera. Un supuesto cómplice recogió la navaja, de unos 6 centímetros. Este segundo sospechoso también estaba incluido en el proceso penal, pero quedó fuera del caso al fallecer hace ahora un año. Tenía 32 años.

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La víctima, que se defendió con un bolígrafo, quedó tendida en el suelo. El primer funcionario que acudió en su ayuda logró taponar las heridas más importantes con una toalla. Su rápida intervención «evitó» que muriera desangrado. Ingresó en Santiago «hecho un colador». Lograron estabilizarlo y, un mes después, volvió a ser uno más en el centro penitenciario.

Aparte de la pena de privación de libertad, el Ministerio Público solicita al acusado el abono de 7.545 euros a la víctima, quien murió –por otros motivos– a finales del año 2018. De ser declarado responsable el único procesado, ese dinero de la indemnización iría a la familia de la víctima. En concreto, a una hermana del fallecido.

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